“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

13/10/10

Un acontecimiento gastronómico (in)esperado en Choroní

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Hoy me disponía a cumplir la rutina alimenticia a que necesariamente estoy sometido, cuando algo (in)esperadamente sucedió: Mi amiga del alma, vecina y benefactora, Lilia Gámez tocó a mi puerta y me alegró el día, quizá la semana, o...

Traía en sus manos, aún humeante, un extraordinario plato, una especie de minestrón caribeño,  preparado a base de paticas (así, en diminutivo, con amor, como decimos en Venezuela) de cochino [1] deliciosamente acompañado con caraotas rojas [2], trozos de yuca [3], papas y pasta corta, aliñados (aderezados) con la experticia que sólo es posible en estos pueblos de nuestro país, con ají dulce [4], cebolla y onoto [5].

En otra ocasión he escrito sobre otra variante de este plato, cuya base común son las extremidades del cerdo. Aquel plato, preparado por otra amiga del alma, la señora Isbelia Torres, especialista en la confección de este plato, lo preparó siguiendo los usos y costumbres de la región oriental, concretamente el pueblo de Yaguaraparo, Estado Sucre, y fue publicado en mi blog con el título ¡Qué almuerzo! Frijoles con paticas de cochino, y en el mismo describía la laboriosa preparación del mismo.

Ambos platos, que comparten muchos de sus ingredientes, tienen sin embrago grandes diferencias de sabor, textura y presentación, sin que haya posibilidad de optar por uno u otro.