“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

17/9/13

Crítica menipea | Escrutar airadamente desde la altura celestial y desde la bajura infernal a los vicios humanos

Menipo ✆ Diego Velásquez
Eduardo Zeind Palafox  |  Henry L. Mencken, el fenecido sabio de Baltimore, decía que sólo los hombres harto inteligentes tienen derecho a criticar la parvedad de los libros que leen, de los hombres que escuchan, de las pinturas que miran y de la música que compendian en las orejas. Sócrates, crítico de la vieja Grecia, era más sabio que inteligente, más ancho que alto, hondo, y con sus preguntas infinitas exprimía el finito saber humano. Roger Bacon, para desmenuzar la madeja dogmática medieval, incurrió en observaciones incómodas, señaló que gentes de la ralea de Santo Tomás, que se jactaban de eruditos escriturarios, no sabían griego ni hebreo, esto es, amonestaba el saber improvisado y no allanado por el materialismo, enemigo de toda mitología.

José Hernández, que prorrumpió la estabilidad argentina atropellando las injusticias del gobierno con el overo de su hijo, Martín Fierro, resolvió servirse del lenguaje popular para escribir su obra maestra, iniciada como inicua crítica y terminada como inocua obra de arte. Toda crítica, para de mal gusto no ser, debe evitar lo grotesco, lo trágico, y ser satírica. La "sátira menipea", crecida por el tizón de Menipo de Gadara, pensador del siglo III a. C., consiste en escrutar airadamente, esto es, desde la altura celestial y desde la bajura infernal, los vicios humanos. Para derogar normas establecidas en establecimientos de filósofos con cosmovisión de tenderos, es necesario, afirma el lingüista M. Bajtin, esgrimir la risa, el humor carnavalesco, las pericias carnestolendas, siempre antípodas de todo formalismo carpetovetónico,