“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

10/7/09

Triste final para el “petkoff peruano”

Omar Montilla

Pocos imaginaban cuál era el futuro que tendría la carrera política de Yehude Simón, cuando aquel día, el primero del último mes del año 2000, recibía la noticia de que había sido indultado por Valentín Paniagua, el presidente peruano que había sustituido a Fujimori. “Prometedora”, era la constante en las expresiones cuando se referían a Yehude Simón, que emergía a la luz pública tras pasar casi nueve años privado de su libertad. Había sido condenado a 20 años de prisión en un juicio que duró apenas 5 minutos, por un tribunal que elegantemente llaman “sin rostro”, pero que en realidad era una banda de encapuchados que suplantaba a la administración de justicia en el Perú.

Ese prometedor político que emergía de las sombras de las cárceles del fujimorismo, había formado en 1991 un partido político llamado Patria Libre fruto del radicalismo de su pensamiento, pues se sentía profundamente nacionalista con una matriz eminentemente latinoamericana, abrevando, por supuesto en las enseñanzas de Bolívar, y de otros peruanos eminentes como Grau y Cáceres. Poco tiempo duró este experimento porque es 1992 cuando es apresado y aventado en una cárcel.

En esa cárcel, el mismo Yehude confiesa que comenzó a ablandarse y a plantearse interrogantes que más tarde justificarían su salto de talanquera. Entre esa cosas, dice que en aquel momento “Estuvimos muy alejados del país […] Uno no puede hablar del pobre si no siente la pobreza, no puede hablar de divisiones de clase si no siente el significado profundo de ello […] Es evidente que mi interpretación de la época fue errada, el muro de Berlín había caído y nosotros manteníamos principios caducos sin que eso signifique que Marx sea caduco. Él nos dio lineamientos para interpretar la realidad y, al igual que Mariátegui, fue pésimamente interpretado”.

En Perú se había hecho un gran esfuerzo en los ochenta, inédito en ese país, para lograr conformar un movimiento revolucionario, y con ese fin se formó la Izquierda Unida, que prometía conducir las ansias de ese pueblo eternamente oprimido. Yehude Simón llegó a ser Diputado por el departamento de Lambayeque durante esos años. Por supuesto que el más ardiente y radical defensor de ese proceso era Yehude Simón.
Ese proceso de ablandamiento, que pudiera ser natural y comprensible en algunos casos, sería inexplicable en Antonio Gramsci o en nuestro Pío Tamayo, que sólo salieron de la cárcel para morir con dignidad, reconocidos hasta hoy por su temple, su compromiso y su ejemplo. No vamos a detallar paso a paso ese “proceso” que sufrió Yehude Simón. Sólo vamos a destacar que cuando el gobierno de Alan García hacía aguas por el escándalo de corrupción que se suscitó con los contratos con ciertas empresas petroleras, mientras Jorge del Castillo era el primer ministro de ese gabinete de mafiosos, fue llamado el 14 octubre del año pasado para desempeñar ese cargo, del cual ahora está por salir, pero por la más angosta y oculta de las puertas de la trastienda.

Un político que llegó a ser considerado como el de “mayor aceptación” en el Perú, que había logrado alcanzar preeminencia en la presidencia de la región de Lambayeque, donde había sido reelecto derrotando al APRA, el partido de Alan García, ahora es considerado un cadáver político que alcanzó su triste final en la amazonia, por lo que sus escasísimos seguidores deberían estar de luto. Todo sucedió en Bagua. A pesar de ese proceso de reblandecimiento que se había apoderado sin piedad de Yehude Simon, se le tenía en consideración como una posible solución a los problemas del Perú, en las elecciones del año 2011, pero las posibilidades de una mejor opción en la política peruana se hicieron cenizas por convertirse en un servil seguidor de Alan García Pérez.

Todo el torrente de críticas que se han generado por la matanza de Bagua, en la amazonia peruana  contra el gobierno de Alan García van a tener un culpable, y todo parece conducir hacia una persona: Yehude Simón. Este personaje, que hoy arde por los cuatro costados, que renegó de su militancia política, que sirvió de muleta de uno de los gobiernos más corruptos del Perú y encima de eso represor y hambreador de su pueblo, termina con un conflicto, que como a Carlos Ortega, hoy asilado en Lima, “se le escapó de las manos”. Yehude, que siempre presumió de su sapiencia política, cayó en las garras inclementes de Alan García, que con aquel “acercamiento” había matado dos pájaros de un solo tiro, eliminando una amenaza a futuro de Yehude por su papel en Lambayeque, y por el otro, escabullirse del escándalo de los “petroaudios”

Los constantes desatinos de Yehude lo llevaron a tener una popularidad del 1%, ahora, al salir del gobierno, con el rabo entre las piernas, sus cifras serán, seguramente, negativas. Atrás quedó su carrera, aquellos destellos cuando fue electo diputado por Lambayeque (1985-1990), cuando en el Congreso llegó a integrar, ¡oh!, ironías de la vida!, la comisión de Derechos Humanos. Sale por su responsabilidad en la masacre de indígenas en la amazonia peruana, cuyos muertos algunos cuentan por centenares. Nunca se sabrá.

Este renegado y converso es ahora el adalid del neoliberalismo. Los decretos que dieron lugar a las protestas de los peruanos, aún hoy vigentes, son defendidos por Yehude, a sabiendas que los mismos fueron elaborados en bufetes privados para “adecuar” la legislación peruana a los dictados del tratado de libre comercio con los EEUU. Ahora es un enemigo jurado del movimiento popular y ha llegado a los extremos de acusar a Ollanta Humala por los "actos de violencia" en Bagua donde los pueblos originarios protestaban pacíficamente contra la imposición de los decretos aprobados por el Ejecutivo sobre la propiedad de las tierras. En la masacre perpetrada contra la población indígena de Bagua el pasado 5 de junio, 3 helicópteros MI-17 sobrevolaron la parte de la carretera que une la selva con la costa norte que estaba ocupada desde hacía algunos días por unos cinco mil indígenas awajún y wampis. Lanzaron gases lacrimógenos a la multitud mientras un grupo de agentes arremetió en tierra contra el bloqueo disparando con sus fusiles AKM. 

Ese hecho sangriento y las causas que lo motivaron no lo podrán borrar, pero “para variar” un ciudadano venezolano residente en el Perú, de nombre José Francisco Araque, fue detenido cuando presuntamente bloqueaba una vía en el marco de una huelga de transportistas: esa era la “prueba” que faltaba para acusar a Chávez por su “ingerencia”. Alan García publicó un artículo en el diario “Expreso” en el que afirmaba que su país afronta "una guerra fría, en la que participan gobernantes extranjeros", en supuesta alusión a Bolivia y Venezuela, cuyos Gobiernos son acusados con frecuencia de azuzar los conflictos sociales dentro de Perú. Mientras tanto, Yehude aplaude.

Yehude: ya que estarás fuera del gobierno cargando a tus espaldas la masacre de Bagua, la traición a tus principios, tu cobardía frente a los que por ellos sufrías, tu descaro al servir de comodín de un gobernante corrupto, tu enfrentamiento contra aquellos que fueron tus camaradas de lucha, seguramente acudirás a tus nuevos protectores, la derecha oligárquica  y la USAID, para fundar un diario. ¿Qué te parece este nombre?: “Tal Cual”.