“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

13/9/15

Apuntes sobre Walter Benjamin

Walter Benjamin
Carol Lantis
 “Los errores colectivos, como los errores individuales, dependen de causas objetivas y no pueden erradicarse si no se actúa sobre esas causas.” Émile Durkheim 

Ariel Mayo   |   Walter Benjamin (1892-1940) vivió en carne propia una de las dos derrotas más importantes de la clase trabajadora en el siglo XX, la sufrida por los obreros alemanes frente al nazismo en 1933. También fue testigo privilegiado de la otra gran derrota, la propinada por el estalinismo a los obreros rusos y al partido bolchevique. La suya es la experiencia dual de la victoria y la derrota del socialismo; de ahí todo el dramatismo de su posición, porque Benjamin, a diferencia de testigos de procesos posteriores, sí conocía la fuerza y la capacidad de la clase obrera para lograr el triunfo.

Las Tesis sobre la filosofía de la historia pueden ser leídas como el intento de de hacer un balance de la experiencia revolucionaria del proletariado en las primeras décadas del siglo XX y, sobre todo, de dar cuenta de su tremenda derrota. Es imposible abordar en un solo artículo la multiplicidad de temas tratados en las Tesis. En este caso, me limitaré a examinar la Tesis IX.

Adolfo Sánchez Vásquez, la crítica de la metafísica y la ética comunista

Foto: Adolfo Sánchez Vázquez
Néstor Kohan   |   Adolfo Sánchez Vázquez representa para nosotros mucho más que un nombre prestigioso en el ámbito de la filosofía o las ciencias sociales. Parafraseando a un viejo conocido en las aulas universitarias, leer su obra “me despertó de un sueño dogmático”. Comencé a estudiarlo sistemáticamente a inicios de los años ’90, cuando muchos anhelos, no pocas esperanzas y más de una certeza emancipadora se desgranaban sin gloria ni honor pero con mucha pena, desde aquella maciza mole de ladrillos ubicada en el barrio de Berlín hasta la rebeldía sandinista que había logrado acompañar a la revolución cubana durante una década. En un contexto donde imperaba “el desierto de lo real”, el neoliberalismo más ramplón y la llamada “crisis del marxismo”, nos sentíamos angustiados y solos. Mientras tanto, los principales ejecutores militares del genocidio argentino salían en libertad, desafiantes, amnistiados por un caudillo populista, conservador y neoliberal al mismo tiempo, que se inclinaba sumiso ante el imperio del norte vanagloriándose de sus “relaciones carnales” (sic) con los militares y el capital financiero de Estados Unidos.