“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

29/1/16

España — El escándalo de la crianza natural

Crianza natural o con apego
Patricia Terino   /   Desde la constitución de las nuevas Cortes hemos asistido a un sinfín de comentarios sobre el que parece ser uno de los hechos más sorprendentes e impactantes de este acontecimiento. Y es que es tanta la complejidad de las sociedades modernas y todas sus implicaciones, que nos hemos olvidado de lo que somos, y por eso el hecho de que un bebé acompañe a su madre a su lugar de trabajo se convierte en noticia destacada, o lo que resulta aún más insultante, en un hecho meramente anecdótico, según el enfoque general que ha recibido, trivializando así una realidad que afecta a tantas madres y familias en la actualidad.

La gran mayoría de medios, tertulianos, periodistas y actores políticos han mostrado su desaprobación ante este hecho, hablando de estrategia, de propaganda, de instrumentalización, de espectáculo incluso, con todas sus connotaciones peyorativas incluidas, pero en ningún momento se ha mencionado, ni atisbado siquiera, los beneficios que reporta para un bebé permanecer constantemente junto a su madre, perpetuando el vínculo que se creó entre ambos antes de su nacimiento y reforzándolo a través del contacto permanente, la lactancia a demanda o el colecho, entre otras prácticas habituales en lo que hoy se conoce como crianza natural o crianza con apego.

Los orígenes del gran dilema turco

Mapa de la actual Turquía [Ampliar]
Fran Vega   /   Constantinopla, primavera de 1453. La capital del imperio bizantino cae en manos de las tropas otomanas del sultán Mehmed II el-Fatih, el Conquistador, y sucumben los últimos restos del imperio romano de Oriente en la ciudad que Constantino el Grande quiso elevar en el siglo IV a la misma categoría que Roma. Ubicada entre el Cuerno de Oro y el mar de Mármara, Constantinopla es entonces el puente por el que Europa y Asia quedan unidas, el nexo que pone en comunicación la civilización cristiana occidental con la casa de Osmán, es decir, el territorio de la dinastía osmanlí que doscientos años antes había fundado el imperio otomano. La antigua Bizancio sería llamada también, y con razón, la Reina de las Ciudades y la Encrucijada del Mundo, pues tanto el comercio como la cultura de los continentes conocidos hasta entonces atravesaban sus plazas y sus calles.

El sultán Mehmed II consiguió dos grandes objetivos con la conquista de la Nueva Roma. Por un lado, consolidar su poder en el imperio otomano con una victoria sin precedentes que abría el complicado camino hacia Europa. Por otro, conseguir que los principales monarcas de la época, como el papa Nicolás V, el emperador Federico III y los reyes Enrique VI de Inglaterra, Juan II de Castilla o Alfonso V de Aragón, giren la vista hacia Oriente en busca de un enemigo que también puede convertirse en aliado.

Más de cinco siglos después, el estado que en 1923 reemplazó al imperio otomano tras la Primera Guerra Mundial, Turquía, tiene la gran ocasión de integrarse en la Unión Europea gracias a una serie de circunstancias no del todo ajenas a ella: la guerra civil siria y las incontenibles mareas de refugiados que desde hace meses llegan al continente. Todo un guiño cómplice de la historia que merece la pena revisar.