“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

9/6/13

Colombia y la OTAN

Luis Britto García

Especial para La Página
1 / Con los vecinos, decía el Benemérito Juan Vicente Gómez, ni tan, tan cerca, ni tan, tan lejos. Consejo todavía más válido cuando los vecinos se juntan con indeseables. Con la Hermana República de Colombia compartimos la partida de nacimiento como naciones libres, e incomodidades intermitentes, que imparten  a nuestras relaciones un tinte bipolar.

2 / Para dosificar la respuesta, conviene verificar si la juntilla es permanente y su propósito.  El presidente colombiano  Juan Manuel Santos, quien como ministro de la Defensa descargó una agresión contra Ecuador, recibe oficialmente a un candidato  derrotado que no reconoce ninguna de las instituciones de Venezuela, y que incitó en forma  pública a la violencia con saldo de una decena de asesinatos, más de ochenta heridos  y destrucción de sedes de atención médica y de organizaciones sociales. Durante su campaña, el perdedor recorrió estados fronterizos en Colombia y se encontró con el ex presidente Uribe, quien intentó aumentar el número de bases estadounidenses en su país y confesó  que no invadió Venezuela porque le faltó tiempo. Santos declara que su recepción fue un malentendido. No: todos  entendimos perfectamente. La agresión y la desestabilización contra países fronterizos parece haberse instalado como política permanente de las autoridades de la Hermana República.