“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

19/9/17

Sobre el referéndum catalán y la división de la izquierda

Miguel Manzanera Salavert

Hace unos días durante una tertulia de terraza veraniega, un conocido criticaba a los catalanes por llevarnos a una guerra con su afán separatista.  Me consta que ese amigo no es un fascista defensor de la unidad de la patria, sino una persona de talante liberal simpatizante con las posiciones sociales progresistas; estaba expresando, por tanto, un punto de vista más o menos generalizado en la opinión pública española, según la cual el separatismo catalán tiende a dificultar la salida de la crisis social que atravesamos, agrava y no resuelve los problemas de la sociedad española.  Lo alarmante en ese planteamiento es que se vuelva cada vez más agresivo, según el argumento de que la secesión catalana ‘nos lleva a una guerra’ -civil evidentemente-; lo que expresa una inquietud plausible a tenor de la experiencia histórica tanto pasada como reciente, que incluye al mismo tiempo las connotaciones integristas de una cultura española teñida de intolerancia y autoritarismo.

En el trasfondo de esa argumentación subyace el miedo a la reacción de las clases dominantes españolas; el mismo terror a la violencia genocida del ejército y las mesnadas fascistas, que paralizó a las clases populares en la transición desde la dictadura franquista a la monarquía liberal y en los primeros años del periodo constitucional.  Pero también anida aquí un anticatalanismo de raíces históricas, ampliamente extendido entre la población española y exacerbado por la política del Estado español.