“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

21/5/07

Hay que tener mucho cuidado con Álvaro Uribe

La desesperación es mala consejera

Las razones están a la vista. Está acorralado por una situación política que le ha hecho tomar decisiones que revelan cierto grado de desesperación, de impotencia, de frustración, no sólo ante las denuncias de la llamada narco-para-política, sino ante la imposibilidad de obtener un trámite rápido en el Congreso de los Estados Unidos para la aprobación del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Colombia y los Estados Unidos.

La alerta roja que sugiero encender me la muestran dos indicadores: el primero, la forma vergonzosa como actuó en los Estados Unidos, rogando, pidiendo, suplicando ante los congresistas demócratas que le aprobaran “su” TLC: y la segunda, las bravuconadas ante los colombianos, ordenando al Ejército que rescataran a los secuestrados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), entre ellos la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt y 3 ciudadanos estadounidenses, para lo cual debían “realizar las operaciones que sean necesarias”.

Ante estos dos retos que se ha impuesto el presidente Álvaro Uribe, hay poco margen para la maniobra, porque las decisiones ya no dependen de él. En los Estados Unidos está en las manos de los legisladores demócratas y en Colombia está en manos de su Ejército, que hasta la fecha se ha mostrado incapaz, no sólo de rescatar a los rehenes en manos de las FARC, sino de derrotar a esta fuerza guerrillera, tarea por demás bastante difícil a estas alturas, luego de 50 años de combates. Para cualquier persona poco avezada en la política interna de Colombia resulta poco convincente la orden de no tratar con los “bandidos de las FARC”, y la súplica: “Señores generales, vamos a rescatar a Ingrid Betancourt (…) las FARC no quieren un acuerdo humanitario, por eso insistiremos en rescatar por la vía militar.”

Ese mismo lenguaje fue omitido para dirigirse a los gringos a quienes “instó (…) a aprobar el Tratado de Libre Comercio (TLC) firmado entre los dos países, y le pidió que no trate a Colombia como "paria". Tras recordar que Colombia ha hecho grandes esfuerzos para combatir el narcotráfico, justo que se apruebe el TLC, firmado en noviembre pasado, pero que enfrenta reticencias de la mayoría demócrata del Congreso estadounidense por la situación de los derechos humanos en el país, entre otros factores.” (1)
Ante estas evidencias ¿que camino tomaría el presidente Uribe para salir de este atolladero? Las necesidades son obvias: llamar la atención del Congreso de los Estados Unidos, poner a los demócratas ante hechos cumplidos, ante una situación de emergencia que amenace con echar por tierra el “Plan Colombia” y por la otra, soliviantar los ánimos de los alicaídos generales. ¿Qué hacer?

El truco manido de la lucha contra el narcotráfico ya no funciona, porque nadie se explica que el gran productor y el gran consumidor no hayan tenido éxito en detener ese “flagelo”. Quisiéramos ver que las aduanas norteamericanas hayan capturado algún alijo importante de drogas y no las muestras insignificantes que de vez en cuando dan a conocer a la opinión pública; o que los “capos” de la droga en ese país hayan sido capturados. Los que logran procesar, son los que importan de otros países como México y la propia Colombia. Quisiéramos ver apellidos anglosajones entre los procesados y condenados y no los consabidos González, Pérez, Rodríguez, etc.

Uribe es muy astuto e inteligente, lo ha demostrado, pero… está llegando al llegadero. Si no hay recursos a la mano para abordar la solución de los dos problemas antes descritos y que necesariamente debe resolver, la carta que le queda en la manga es la de Hugo Chávez. Ya han empezado las provocaciones, a título de “globo de ensayo”, para ver la capacidad de respuesta del gobierno venezolano. José Vicente Rangel, ex vicepresidente de la República ha señalado en su programa dominical lo siguiente:
".. ha sido detectada una operación que presuntamente involucra al ministro de Defensa de Colombia, Juan Manuel Santos (...) Uno de los operativos consistiría en la penetración clandestina de militares colombianos a Venezuela, los cuales llevarían a cabo asesinatos selectivos de dirigentes políticos para desestabilizar el gobierno de Hugo Chávez. Además de la "infiltración" de "una docena de efectivos militares colombianos (...) entre ellos expertos francotiradores", la "celada" supuestamente preparada desde Colombia involucraría también a Wílber Varela, un importante narcotraficante colombiano conocido como 'Jabón'. El narco supuestamente sería capturado en Venezuela por los militares colombianos. Una vez ocurrida la detención, según el plan explicado por Rangel, “Jabón” diría que se encontraba en Venezuela protegido por las autoridades venezolanas, lo cual desataría una crisis bilateral del estilo de la que atravesaron Colombia y Venezuela a comienzos del 2005, cuando fue capturado en Caracas uno de los cabecillas de las Farc, Rodrigo Granda. (2)
Esta es una pequeña muestra que se une a las ya denunciadas injerencias del gobierno del Presidente Uribe en Venezuela:
“El Gobierno de Álvaro Uribe anunció hoy la muerte en territorio venezolano de dos miembros de la inteligencia militar colombiana que estaban infiltrados en la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). “Sí. Tenemos información según la cual un oficial y un suboficial que hacían labores de infiltración en las FARC aparecieron muertos en Venezuela, fueron torturados y asesinados. Pero no sabemos por qué viajaron a Venezuela (…) Santos, aseguró que ambos oficiales, el capitán Camilo González y el sargento Gregorio Martínez, murieron "en extrañas circunstancias" en una localidad cerca de la frontera entre Colombia y Venezuela .(…) No sabemos por qué viajaron a Venezuela", explicó Santos a la emisora, al señalar que una de las hipótesis que manejan es que las FARC les encargaron una misión y una vez ahí develaron su verdadera identidad y decidieron torturarlos y asesinarlos.” (3)
Todos estos hechos se están concatenando y de seguro seguirán otros aún mas descarados y violentos. Con ello logran mostrarle al Imperio que estarían bajo la amenaza del gobierno de Hugo Chávez y que quizá a último momento obtenga el Vº Bº de su verdadero amo; por la otra, hacerle ver a los militares colombianos que están también ante una situación que eventualmente ameritaría su intervención, activándose así todas las previsiones del “Plan Colombia” en lo que concierne a una agresión contra Venezuela.

Estos no son cuentos de camino. Hay que estar atentos, porque siempre la desesperación es muy mala consejera y nadie puede negar que el presidente Uribe está angustiado, tiene un gran sofoco, está seriamente afligido y ante este cuadro personal no es de extrañar que tenga una reacción desmesurada. Ganas no le faltan, porque precisamente su amigo George W. Bush está muy interesado también en desestabilizar a Venezuela.

No hay que olvidar que el señor vicepresidente de Colombia, Francisco Santos, quien hace unos días había dado muestras de cierto deslinde del presidente Uribe mediante declaraciones públicas, se encuentra hoy prácticamente en la picota, por las denuncias que en su contra ha formulado el “narco-paramilitar” Salvatore Mancuso.

(1) Fuente:
(2) Fuente: