“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

23/6/16

Honoré de Balzac: vidas e historias

José de María Romero
El novelista Henry James solía afirmar que “es una verdad universalmente aceptada que las relaciones humanas jamás se detienen, en parte alguna”, y que el intricado problema del escritor es dibujar el círculo “dentro del cual se muestra feliz de estar escribiendo”. James no se refería a La comedia humana, pero la novela de Honore de Balzac (Tours, 1799 - París, 1850) es, sin duda, el mayor intento en la historia del género por representar y encarnar la infinidad de ramificaciones de las relaciones humanas. No hay mejor ejemplo de ese desafío que la forma en que la reputación de Balzac sigue creciendo a lo largo de los años.

No en vano, el autor francés afirma en el prólogo de su obra magna que su objetivo es describir de modo casi exhaustivo a la sociedad de su tiempo para, según su famosa frase, hacerle “la competencia al Registro Civil”. Pocas veces un novelista se había interesado tanto en relacionar los diferentes modos de la experiencia. Veamos la novela La amante imaginaria. “El mes de septiembre de 1835, una de las más ricas herederas del faubourg Saint-Germain, la señorita del Rouvre, hija única del marqués del Rouvre, contrajo matrimonio con el conde Adam Mitgislas Laginski, joven polaco proscrito”. En ella, el narrador es por turnos un santo, un criminal, un juez honesto, un juez corrupto, un ministro, una prostituta, una duquesa, pero siempre un genio.