Paula Bach
Las páginas de la prensa en general y la británica en
particular están desde hace un tiempo plagadas de información sobre las
habilidades de los robots, los vehículos “driverless” y la “inteligencia
artificial”. Autos sin conductor diseñados por Google,barcos autónomos ideados por el Pentágono, humanoides que podrían operarcon escasa colaboración de
médicos de carne y hueso, robots pensados por Airbus para trabajar junto a humanos en la línea de montaje
o la plataforma de inteligencia artificial Amelia que, según dicen, maneja treinta idiomas y
puede aprender a interactuar con humanos.
Pero la información -que se ocupa de destacar
particularmente imágenes humanoides- no viene sola ni es gratis. Su correlato
lo constituyen insistentes preguntas aviesas del tipo: “Robots: ¿amigos o
enemigos del hombre?”, “¿más o menos eficaces que los humanos?” “¿los robots
son buenos o malos para la humanidad? o, más directamente, afirmaciones tales
como: “millones de trabajadores perderán sus empleos”.
Sin embargo, preguntas como: ¿Será capaz la humanidad de
poner a su servicio un producto tal de la inteligencia colectiva? ¿Será capaz
de reducir el tiempo de trabajo gris y cotidiano en el mediano o aún en el
largo plazo? ¿de cuántas horas sería una jornada de trabajo media teniendo en
cuenta la ayuda de este eventual “ejército de robots”? ¿de 6? ¿de 4 horas? ¿de
3, de 2? ¿será capaz la humanidad de crear las máquinas que le permitan a las
amplias mayorías conquistar el tiempo libre necesario para desarrollar la
imaginación, la creatividad, el arte, la ciencia? Parece extraño, pero nadie –o casi nadie- se formula este humilde interrogante…
¿Un ejército al acecho?
La imagen de un ejército de robots en movimiento dispuesto a
desplazar a los humanos de sus trabajos, exige recapacitar sobre el verdadero
estado de la cuestión. En primer lugar hay que señalar que la idea de la
revolución de la robótica es parte del concepto más amplio de una eventual
“nueva revolución industrial” impulsada por el salto tecnológico en la
información y las comunicaciones, que además de robots, vehículos sin
conductor, “inteligencia artificial” –o big data-, involucra a las impresoras
3D entre otros grandes rubros como la genética o los avances médicos y
farmacéuticos.
Como señala Robert Gordon en “The rise and fall of american
growth”, la industria de la robótica fue introducida por General Motors en 1961
pero recién hacia mediados de los años ‘90 comenzaron a utilizarse robots para
soldar partes de automóviles o reemplazar trabajadores en los insalubres
talleres de pintura automotriz. Sin embargo –y también según Gordon- hasta hace
unos pocos años los robots resultaban demasiado grandes y demasiado caros. La
progresiva disminución en el costo de los componentes de las computadoras y el
crecimiento exponencial en su performance, así como las mejoras en herramientas
de diseño electromecánico y en almacenamiento de energía eléctrica, son algunos
de los avances que dieron lugar a la producción de robots pequeños, con costos
reducidos y crecientemente capaces.
Aunque existen robots que se desempeñan en los ámbitos de
servicios distribuyendo suministros en hospitales, realizando entregas en las
habitaciones de hoteles, alcanzando comidas a los clientes en restaurantes o en
los grandes depósitos, hasta ahora las mayores inversiones en robótica se produjeron
en el ámbito industrial. Pocas empresas industriales, como refleja una nota de Financial Times, han considerado la posibilidad de robots
humanoides para sus fábricas, suelen contar más bien con sistemas de dos
brazos, porque los robots se desarrollan para realizar tareas específicas, para
apoyar al trabajo humano y para ello simplemente, no se necesitan “dos
piernas”. En otra nota del periódico británico puede leerse que hasta
ahora, la mayoría de los robots tomó la forma de máquinas industriales caras,
de alta precisión, que generalmente operan en jaulas de protección en las
líneas de montaje de automóviles, llevando a cabo tareas preprogramadas, sin la
necesidad o la posibilidad de adaptarse a condiciones cambiantes. No obstante a
partir de 2012 comenzaron a fabricarse robots de bajo costo destinados a
pequeñas empresas, que imitan parcialmente la forma humana y que –como el
llamado Baxter o Sawyer- están diseñados para trabajar junto a humanos,
pudiendo reprogramarse diariamente para cambiar de tarea.
En consonancia con gran cantidad de fabricantes,
industriales y científicos, Gordon subraya que el nivel robótico obtenido hasta
el momento, sólo complementa el trabajo humano y aún está lejos de contar con
la capacidad para reemplazarlo. Señala por caso que en los depósitos de Amazon,
mencionados a menudo como ejemplo de frontera de la tecnología robótica, se
verifica que los autómatas en realidad no manipulan mercadería. Se limitan a
trasladar estantes cargados hasta los lugares donde los empleados empacan los
objetos. Las habilidades táctiles para distinguir formas, tamaños y texturas
están aún por fuera de las capacidades robóticas. Apreciaciones similares se
reflejan en una nota ya mencionada de Financial Times remarcando que
la precisión es también un reto para la robótica y que si bien los robots no
tienen problema para la colocación de componentes electrónicos en una placa de
circuito plana, tienen dificultades por ejemplo para montar una batería de
auto, que posee muchas piezas pequeñas que deben ser instaladas en ángulos
extraños. El artículo resalta además que tareas de trabajo muy intensivo como
la costura de prendas o la fabricación de calzado, vieron hasta el momento, una
automatización mínima.
Por otra parte Gordon sostiene que tal como afirman
especialistas del MIT’s Computer Science and Artificial Intelligence
Laboratory, la capacidad de razonamiento de los robots es limitada y está
contenida íntegramente en el software. De modo tal que si un robot se encuentra
frente a una situación para la que no está programado, entra en estado de error
y deja de operar. Algo similar sucede con los vehículos sin conductor –aún en
fase de experimentación- que funcionan en base a mapas y no consiguen adaptarse
al terreno tal como se presenta. Cualquier cambio inesperado en el “territorio”
pone al software de manejo en blanco y exige la toma de control por parte de un
conductor.
Inteligencia artificial
En el caso del big data –o lo que se conoce como “inteligencia
artificial”- los famosos especialistas Brynjolfsson
y Mc AffeGordon se preguntan si la tecnología de automatización está
llegando cerca de un punto de inflexión en el que finalmente las máquinas
dominan los rasgos que mantuvieron a los humanos irremplazables. Pero Gordon
afirma que estos tecno-optimistas mienten directamente respecto de la
sofisticación y humanización de las habilidades de las computadoras. Gordon
puntualiza que por ahora y en su gran mayoría el big data está siendo utilizado
por las grandes corporaciones con propósitos de marketing. Y que si las
computadoras trabajan también en campos como diagnóstico médico, prevención del
crimen, aprobación de créditos, agentes de seguro, entre otros, donde en
algunos casos los analistas humanos son reemplazados, en realidad la velocidad
de las computadoras mayormente logra acelerar el proceso y volverlo más preciso
trabajando en colaboración con humanos. Gordon señala además que en todo caso
los puestos que pueden ser reemplazados no resultan nada demasiado nuevo sino
que siguen los pasos de las víctimas de la web de hace dos décadas como los
agentes de viajes, vendedores de enciclopedias o trabajadores de videoclubs.
Aunque Financial Times guste reflejar ideas tan “loables”
como que los robots “No beben, no se cansan y no van a la huelga”, al menos por
ahora las máquinas y los “humanoides” están muy lejos de poder sustituir a
aquellos que beben, se cansan, van al paro y encima –aunque ya no se puede
distinguir si para bien o para mal de los dueños del capital-… ¡piensan! Como
también señala Gordon, en el formato actual de los robots que trabajan en
colaboración con humanos no hay nada muy distinto a la introducción de
maquinaria en la industria textil en la temprana revolución industrial en
Inglaterra. El reemplazo de trabajo humano por computadoras se viene
desarrollando desde hace más de cinco décadas y el reemplazo de trabajo humano
por máquinas en general lleva más de dos siglos.
Por supuesto –resalta Gordon- muchas funciones de los robots
van a desarrollarse en el futuro. Pero habrá que esperar a un largo y gradual
proceso antes de que estos humanoides –por fuera de la manufactura y el
marketing- devengan un factor significativo de reemplazo de trabajo humano en
los servicios, el transporte o la construcción es decir en los sectores que más
crecen en los países centrales y donde la baja productividad representa el
problema más agudo.
Debido a que en el trabajo de servicios el producto –en gran
parte de los casos y como resaltáramos en un ensayo de
hace varios años- no existe como algo separado del productor, no resulta
descabellada la hipótesis según la cual pueda resultar más difícil crear los
robots que efectivamente sustituyan trabajo en una magnitud cualitativa. A
diferencia de la manufactura, donde pueden sustituirse trabajos parciales o
tareas específicas, en los servicios y en una multitud de circunstancias, se
debería suplantar directamente al trabajador y precisamente eso es lo que está
muy lejos de ser alcanzado amén del gran desarrollo tecnológico. Limitación que
se pone de manifiesto –no por casualidad- cuando el trabajo de servicios ocupa
un lugar creciente en la economía capitalista.
El colmo del fetichismo (o gato encerrado)
Más allá de los aspectos referidos al estado actual de la
tecnología, resta señalar que es necesario distinguir entre innovación y
aplicación o, lo que es lo mismo, entre desarrollo tecnológico y productividad.
Lo cierto es que sea cual fuere el nivel de avance tecnológico obtenido hasta
el momento, un “ejército de robots” no podría “venir marchando” simplemente
porque los dueños del capital –en el presente
estado de cosas- no están dispuestos a invertir masivamente en tecnología.
Eso es lo que muestran los datos de inversión y productividad –fundamentalmente
en los países centrales- que expusimos y analizamos en ¿Revolución
de la robótica o estancamiento de la productividad? y en ¿Revolución
de la robótica…? (segunda entrega). Nuevamente en “The rise and fall of
american growth”, Gordon demuestra que aunque los años veinte del siglo pasado
resultaron el período por excelencia de acumulación y desarrollo de gran parte
de los inventos del siglo XIX, su aplicación efectiva y el extraordinario
aumento de la productividad derivada, se produjeron recién en la década del ’40
al calor de la Segunda Guerra primero y de la reconversión civil, luego.
Abordaremos este tema en profundidad en una próxima entrega.
En suma, no existen demasiados elementos para creer en la
amenaza de un ejército de robots marchando sobre el trabajo asalariado…En
realidad y como formulamos en¿Revolución
de la robótica…?, mientras los “tecno optimistas” prometen una nueva
revolución industrial y amenazan con la destrucción de centenares de millones
de empleos, los “tecno-pesimistas” –entre los que se encuentra Gordon- auguran
décadas de bajo crecimiento mientras alertan sobre la escasez de mano de obra
asociada al bajo incremento poblacional. El problema es que quizás lo que
Gordon llama el “pesimismo” de los optimistas, sea en verdad el reflejo de un
escepticismo profundo respecto de las posibilidades del capital, transformado
en arma de amedrentamiento dirigida contra los trabajadores. Y aún sin tener
que pensar de manera maquiavélica es probable que estas dos posturas sean más
complementarias que esquizofrénicas en el marco no sólo del bajo crecimiento poblacional
sino -y fundamentalmente- de la escasez relativa de mano de obra barata y
ausencia de fuentes para la acumulación del capital, como venimos exponiendo
desde esta columna.
Como recuerda Jameson, Marx insistió tempranamente sobre el
hecho de que “la fuerza impulsora tras la introducción de nueva maquinaria, aún
cuando su posibilidad técnica haya estado disponible por mucho tiempo, no es el
ingenio de los inventores, sino más bien el descontento de los trabajadores. La
nueva maquinaria es la respuesta de los capitalistas a la huelga, a la
exigencia de salarios más altos, a la organización –o “combinación”- cada vez
más efectiva de los obreros” (Representar El Capital). Parece toda una profecía
que desinfla al “ejército de robots en movimiento” y lo convierte en un arma de
propaganda preventiva. Su objetivo es inculcar miedo y convertir en designio de
la naturaleza la intención de los ideólogos del capital. Se trata de señalar a
los trabajadores que “la naturaleza” podría estar creándoles un nuevo rival…
“¿enemigos?” “¿mejores que los humanos?”.
El mensaje es “no parar”, “no pedir aumentos salariales” y
“trabajar con la cabeza gacha” porque se prepara un ejército –no sólo de inmigrantes…-
sino de robots dispuestos a usurpar los trabajos. El capitalismo siempre ha
personificado las cosas y cosificado a las personas. Pero los robots son el
colmo de ese mecanismo. La propaganda convierte a las mercancías “robots” en
enemigos con forma humana de un hombre desahuciado cuya voluntad estaría
anulada no pudiendo más que contemplar como la naturaleza (capitalista) sigue
desatando sobre él rayos y centellas.
Por último nos queda formular los elementos de falsedad que
contiene el propio concepto de “desempleo tecnológico”. Si bien el capitalismo
naturalmente utiliza la tecnología contra los trabajadores transformando –como
dice Marx- el tiempo libre conquistado en plustrabajo en un polo y desempleo en
el otro, este mecanismo no impide la constante creación de nuevos empleos a la
par que destruye los antiguos. Esto último es lo que resaltan autores como Michael Husson quien
señala que “la vieja tesis del ‘fin del trabajo’ no se corresponde con la
realidad: durante la ‘época dorada del capitalismo’ (1945-1975), en el que los
incrementos de la productividad fueron muy superiores, el paro fue muy
inferior.” También Sebastián Thrun, el inventor de los coches autoconducidos de
Google “avisa”, como cita Michael Roberts, que "Con el advenimiento de las
nuevas tecnologías, siempre hemos creado nuevos puestos de trabajo".
Finalmente Gordon, refiriéndose a Estados Unidos, se ocupa de resaltar la
contradicción. Apunta que el problema creado por la era de las computadoras no
es el desempleo en masa sino la gradual desaparición del trabajo de calidad,
estable, de nivel medio que se ha perdido no precisamente por los robots y los
algoritmos sino por la globalización y la deslocalización que concentró el
empleo en trabajos rutinarios simples que ofrecen relativamente bajos salarios.
También volveremos sobre este asunto en próximas entregas.
Permítasenos agregar solamente que contra todos estos
artilugios el arma privilegiada de los trabajadores es nada más ni nada menos
que la unidad sus filas y la exigencia de reparto de las horas de trabajo entre
todos los brazos disponibles, sin reducciones salariales, para poner a su
servicio esa gran conquista, “propiedad” de la humanidad en su conjunto, que
representan los avances de la técnica y la ciencia.
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