“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

9/11/14

Breve comentario sobre el Informe Planeta Vivo 2014

Miguel Manzanera Salavert
El Índice Planeta Vivo 2014 (IPV) es de infarto.  Este indicador que mide la vitalidad del planeta Tierra cada dos años, muestra un descenso del 52% desde 1970; eso quiere decir que las poblaciones de vertebrados han disminuido más de la mitad en 44 años.  El significado histórico de ese dato es enorme: la humanidad está creando la sexta gran extinción de especies vivas en el planeta, contando desde que existe la vida hace 4 mil millones de años.  La destrucción de la biosfera está alcanzando proporciones gigantescas e irreparables ante el dominio de la especie humana.  Evidentemente, ese proceso pone en riesgo la propia sobrevivencia del homo sapiens en la Tierra, y eso ha de convertirse con toda probabilidad en una de las mayores preocupaciones de la humanidad del siglo XXI.

La fecha de 1970 como referencia, para hacer el cálculo de la salud ambiental, no es arbitraria.  Es la fecha alrededor de la cual comenzó a emerger una conciencia mundial del problema ecológico y se comenzaron a hacer las primeras investigaciones.  Es el año en que Georgescu-Roetgen dio a luz pública su obra sobre La ley de la entropía y el proceso económico; casi al mismo tiempo, en 1971 se publicó el Informe del Club de Roma, que alertaba del enorme peligro del desarrollo económico presente. En la década que comenzó entonces se desarrolló una ciencia y unos valores ecologistas bien fundados y desde entonces esa conciencia ambiental no ha dejado de confirmarse y crecer.  Sin embargo, los esfuerzos por mejorar nuestras actitudes frente al medio ambiente han sido infructuosos y vanos.  ¿Qué está fallando?