“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

21/5/09

Una plaza, una historia, una vivencia

Plaza El Venezolano, al fondo la casa natal
del Libertador y el Museo Bolivariano
 
Omar Montilla

"Cuando lo extraordinario se vuelve cotidiano, hay la revolución": Che Guevara

La plaza de San Jacinto mejor conocida como  Plaza El Venezolano es uno de los lugares emblemáticos de nuestra Caracas. El nombre original se debe a que allí estuvo el convento de San Jacinto que en 1595 fue fundado por los frailes dominicos, 28 años después de la fundación de Santiago de León de Caracas. Una de sus esquinas tomó ese mismo nombre. Desde ese año existía la plaza como parte del convento, hecho que está documentado como tal en 1656. En 1660  los dominicos son obligados por las autoridades españolas a abandonar Venezuela, pasando la plaza a ser administrada por el gobierno provincial. Años después, en 1775 cambia de uso y se convierte en plaza de toros.

En 1803, de acuerdo con una idea sugerida por Alexander von Humboldt,  se colocó en la plaza un reloj de sol, que todavía está allí. En 1809 el ayuntamiento local decide convertir el área en un mercado. En 1828 el ayuntamiento transforma parte del terreno en su sede y otra en una cárcel pública. En 1812 queda destruida casi por completo la antigua edificación del Convento de San Jacinto quedando en pie solamente la torreta, que afortunadamente se puede apreciar en la actualidad. Este terremoto no sólo acabó con el convento, sino con casi toda la ciudad. Frente a esa plaza se encuentra la casa donde nació Simón Bolívar. Esa vecindad hizo que El Libertador ya fuera reconocido por haber arengado a la población que estanba desmoralizada, porque el clero, para variar, había esparcido la especie de que el movimiento telúrico era un castigo divino como una consecuencia de la desobediencia de los ciudadanos al haber abrazado la causa de la Patria.  Fue cuando Bolívar exclamó: “Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca..." Hacía apenas un año que se había firmado el Acta de la Independencia y dos años de la declaración de nuestro país como nación soberana y libre.

En 1828 el ayuntamiento transforma y utiliza parte del terreno en su sede y otra parte en una cárcel pública en donde estuvo preso Antonio Leocadio Guzmán en 1846. Guzmán era redactor del periódico "El Venezolano" y padre de Antonio Guzmán Blanco, quien fue varias veces presidente de la República. En 1837 sirve de escenario para la municipalidad. En 1.882 y en el mismo lugar, Antonio Guzmán Blanco develó una estatua en honor a su padre y decidió también cambiarle el nombre a la plaza y la rebautizó con el nombre del periódico que redactaba su padre: “El Venezolano”. Esta estatua sería derribada en 1889 y arrastrada junto con las de su hijo, por las calles de Caracas. El 24 de julio de 1893 por orden del presidente Joaquín Crespo es colocada nuevamente en la plaza la estatua de Antonio Leocadio Guzmán.
El 17 de octubre de 1977 es declarada Monumento Histórico Nacional.

El reloj de sol todavía vigila la Plaza El Venezolano 
Lo extraordinario de esta crónica es que en el día de hoy estuve en esta plaza llena de historia. Mientras esperaba una persona con quien tenía una cita, pude disfrutar del grato ambiente que ahora sí se puede aprovechar. Me senté en un banco de hierro, charlé con unos compañeros que conmigo compartieron ese banco, observé los alrededores y me vine muy complacido. Desde el sitio donde estaba sentado veía pasar los transeúntes, una que otra pareja se entregaba a las delicias del amor, y al fondo, la casa natal del Libertador y la sede del Museo Bolivariano eran testigos del paso de la historia. Hasta el 2005, esta plaza sirvió de “sede” a uno de los mercados de la economía informal mas caóticos de la ciudad. Prácticamente era intransitable y quienes se atrevían a hacerlo, estaban expuestos a hurtos y violencias por parte de los delincuentes que se aprovechaban del desorden.

Lo extraordinario, no fue tanto que estuve de visita en la Plaza El Venezolano, sino que pude constatar que mi asombro era ya parte de la cotidianeidad pues han transcurrido 4 años desde su recuperación y todo sigue limpio. La revolución no es algo que se pueda hacer con máquinas, sino con amor, con solidaridad, con esperanza. Afortunadamente estamos comenzando a vivir estas experiencias, pero faltan muchas más.