“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

11/4/09

Nadie me va a robar mi mes de abril


Yo también a veces amanezco sin ganas de ser chavista



Omar Montilla

Una persona, que se identifica como “fiel lector” de mi Blog, entre otras cosas me dice: “… no soy nada chavista, pero sí me considero un buen lector y practicante de las posturas socialistas. Para mi este gobierno sigue cometiendo muchos y graves errores que pudieran llevar a un rechazo definitivo en la historia de Venezuela de cualquier nuevo intento de un gobierno de izquierda. Cada vez que hay un acierto en las políticas gubernamentales, como […] con el derecho y protección de los consumidores,  lo celebro con alegría. Pero desde mi perspectiva local he visto mucha corrupción y abusos entre los llamados chavistas o revolucionarios mesmos que están gobernando.”

Yo también reflexiono sobre ese problema y dentro de mí algo se encabrita, porque no es posible que después de 10 años de revolución, todavía anden sueltos delincuentes que se han lucrado impunemente con el tesoro público, entre otros tantos a Antonio Rodríguez San Juan, Eduardo Manuitt y Johnny Yánez Rangel, y que el más cruel silencio proteja sus latrocinios. Pero si la revolución sólo estuviera soportada en esos pilares, todo se habría acabado sin misericordia. Ese mismo lector dice: “Le manifiesto que me considero un prácticamente de izquierda, pero critico, lo que hace que intente ser honesto en mi postura política y no logro encajar en esos grupos chavistas. Por más que lo he intentado. Siempre me tropiezo con la practica deshonesta, frente a un discurso absurdo que se queda en palabritas…”.

Pero la revolución no sólo tiene que convivir con ladrones y demás alimañas de la misma ralea. Es algo más grande y sublime. La revolución es poesía y es honestidad; es sacrificio y lealtad, no sólo traición y egoísmo. La revolución es Luis Britto García, no Luis Miquilena o Raúl Baduel. La revolución son sueños, no cálculos mezquinos y esos son los que deben ponderarse a la hora de valorar una obra ciclópea como la que está acometiendo el presidente Chávez. Y he llegado a esa conclusión, no se puede ser revolucionario sin ser chavista, porque Chávez encarna todo lo bueno de este proceso, y también todos los errores, que no se los vamos a endilgar todos a él, porque otros más, que desgraciadamente conviven con nosotros, como los ácaros de nuestra almohada, se encargan de agrandarlos, no de solucionarlos, como ocurre con nuestro desgastado y corrompido Poder Judicial. Pero ya le llegará su hora. En este momento del camino es bueno resaltar la conducta digna de la juez Maryori Calderón, quien tuvo los ovarios bien puestos a la hora de decidir sobre algunos de los asesinos del 11 de abril.

Por eso, por lo menos en Venezuela,  la revolución, el chavismo y el socialismo son inseparables, aunque no estemos de acuerdo, ni nos guste, ni sea conveniente. Es la realidad de la historia que se ha impuesto y así es. Es el viaje permanente hacia la utopía, que como dice Eduardo Galeano, “…está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Nada sorprende que hombres como Galeano sí puedan comprender lo que pasa en Venezuela, mientras que muchos de nosotros nos quedamos en la superficie, en las mezquindades locales, en la conducta reprochable de un vecino que se dice chavista y que en verdad es uno de los depredadores de nuestros sueños.

Estos días de abril son especiales para mí, serán siempre inolvidables. La conmoción, el susto, el llanto, la muerte, la tristeza, la desolación. Todo junto. Millones de venezolanos –que nunca perdieron ni han perdido nada, ni siquiera los privilegios–, envenenados por el odio, por la sinrazón, por las ansias de destrucción de su propio país. Nada importaba. Con tal de salir de Chávez, todo se justificaba, así se estuviera condenando a otros millones de compatriotas a la peor de las suertes. Pero algo ocurrió y todavía no nos atrevemos a decir y/o a saber el porqué. En aquellos momentos verdaderamente aciagos, cuando recorríamos ese camino galeánico, confieso que dudé, nunca creí que este país se recuperaría de la hondonada en que había caído. Pero la realidad fue más fuerte que la frustración y recuperé la fe perdida, y fue en ese mismo mes de abril. Por eso fue relativamente sencillo afrontar el sabotaje petrolero que vino después. Ya teníamos la experiencia y sabíamos en quien confiar.

La revolución es socialismo, y el socialismo es Chávez. Y otra vez viene en mi socorro Galeano: “El poeta Kavafis escribió que Ítaca no existe, lo que existe es el viaje hacia Ítaca. Lo mismo se podría decir del socialismo. Y también se podría decir que a pesar de los naufragios, el viaje vale la pena”. Abril fue para mí decisivo para aferrarme a las esperanzas de este pueblo, que a pesar de las adversidades todavía cree en lo que Chávez está haciendo, que nos dice que es socialismo y que es revolucionario. Y yo le creo. Si me quitan al mes de abril, me quitarán todo lo bonito que umbilica con la vida, y no lo voy a permitir.