“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

27/7/12

Tenencia de armas en EE UU / Ya es hora de un cambio

Amy Goodman

Especial para La Página
James Holmes, el presunto autor de la masacre de Aurora, Colorado, aparentemente se hizo de su arsenal con bastante facilidad. Algunas de las armas que poseía eran ilegales hace tan solo ocho años. Un proyecto de ley que está siendo estudiado por el Congreso podría volver a convertir en ilegales no las armas en sí, pero al menos a los cargadores de gran capacidad que permiten disparar balas rápidamente sin tener que detenerse a recargar el arma. Al parecer, Holmes adquirió la mayor parte de su armamento en los últimos meses. Es posible que, si hubiera leyes de control de armas razonables, que incluyeran la prohibición de cargadores de gran capacidad, muchas de las víctimas de Aurora que ahora están muertas o padecen heridas de gravedad estarían sanas y salvas.

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Los hechos del ataque son de público conocimiento. Holmes aparentemente irrumpió en la sala repleta de gente durante el estreno de la película de Batman “El caballero de la noche asciende” y lanzó una o dos latas de una especie de gas o sustancia irritante, que explotaron. A continuación comenzó a disparar metódicamente contra el público: mató a 12 personas e hirió a otras 58.

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“La película había comenzado hacía aproximadamente quince minutos cuando escuchamos que alguien abrió la puerta de una patada. Aparentemente la abrieron por la fuerza, pero la patearon y alguien ingresó a la sala y lanzó una bomba de humo al público. Pensamos que era una broma. Yo pensé que era una bomba de olor, algo un poco infantil, pero cuando la lata explotó todos comenzaron a gritar y fue en ese momento que el atacante abrió fuego contra la multitud y reinó el caos”, me dijo Omar Esparza, que estaba en la tercera fila del cine junto a cinco amigos en una celebración de cumpleaños. 

Crédito, acumulación y crisis

Europa crash  Fernando Vicente 
Rolando Astarita

La undécima Conferencia del BIS (Banco de Pagos Internacionales), realizada en junio, estuvo dedicada a la globalización financiera. La contribución de Stephen Cecchetti (jefe del Departamento de Economía y Dinero del BIS) presenta cuestiones que son de interés para los debates de la izquierda sobre el significado de las finanzas. Es que mucha gente progresista, o crítica del capitalismo, sostiene que la causa principal de la crisis iniciada en 2007 fue la mundialización de las finanzas, producto a su vez de la desregulación de los mercados y del ascenso del neoliberalismo. Según esta perspectiva, los capitales financieros impusieron su dominación sobre el capital productivo a comienzos de los 1980, por lo cual succionaron el excedente y alimentaron la especulación y el parasitismo. En esta lectura, el crecimiento del crédito y de las finanzas es entendido entonces como sinónimo de estancamiento de las fuerzas productivas. La globalización financiera habría sido perjudicial, y la contradicción fundamental pasaría por la oposición entre las finanzas y los pueblos (incluyendo este segundo polo a las fracciones del capitalismo productivo). El objetivo sería, por lo tanto, poner “en caja” a las finanzas.

Como adelantamos, la intervención de Stephen Cecchetti da pie para realizar algunas reflexiones sobre el tema. Lo que sigue se ordena de la siguiente manera. En primer lugar, presento la postura de Cecchetti. En segundo término, explico por qué -desde el enfoque “a lo Marx”-, el crédito es consustancial al desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas y el mercado mundial. Pero también por qué las finanzas y el crédito potencian las contradicciones, la sobreproducción y la crisis. La idea es que esta es la dialéctica que subyace a lo que registra, tal vez de manera confusa, Cecchetti. Una dialéctica que muchas veces pasan por alto los críticos del capitalismo. Preciso también que en esta nota me centro en el rol del crédito y las finanzas.

Las rupturas revolucionarias no son preestablecidas

Revolución de 1848, Berlín
Miguel Urbano Rodrigues

Las rupturas revolucionarias, con raras excepciones, se producen sin fecha en el calendario. En otras palabras, no son fácilmente previsibles y ocurren en lugares donde no eran esperadas. Cito entre otras, la mexicana, la boliviana, la vietnamita, la cubana, la argelina, la chilena, la portuguesa de Abril del 74. En la propia Rusia, la Revolución de Octubre de 1917, en secuencia de la Revolución de Febrero, contradijo tesis de Marx al asumirse como socialista en un país capitalista atrasado.

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Difieren mucho las motivaciones complejas que están en el origen de esas y otras revoluciones, así como el rumbo y desenlace de cada una. Un denominador común –resulten ellas de levantamientos populares o del funcionamiento de mecanismos institucionales- es él rechazo de los oprimidos a seguir sometidos pasivamente a las políticas de la clase dominante que no dispone más de la fuerza suficiente para imponerlas. El análisis de Lenin sobre el tema mantiene su validez.

Cuando cae el rayo / “… que baja súbito del cielo, electrifica lo que encuentra a su paso y se esfuma tal como había llegado”

Juan Forn

Jorge Luis Borges dijo una vez que todo libro que no encierra su contralibro es un libro incompleto. John Berger escribió de joven un libro en el que contaba cómo era la vida de un médico rural en la Inglaterra de posguerra, que de día atendía a pacientes y de noche se quemaba las pestañas leyendo, no sólo para mantenerse al día con los avances de la medicina, sino para poder contestar las preguntas existenciales que le hacían sus humildes pacientes (por qué morimos, qué es la enfermedad). Berger admiraba de tal manera la vida de ese médico que tituló su libro Un hombre afortunado.

Jean-Marie Gustave Le Clézio
Pero en la página final, en un breve epílogo, informaba que aquel médico rural se había suicidado quince años después. “Un suicidio no constituye necesariamente una crítica de la vida a la que pone fin, aun cuando nos haga mirar desde ahí la historia de esa vida”, decía Berger. Había algo en esa fabulosa frase que abría una cuña de aire en su libro, un puente hacia la nada. A veces un libro nos deja así; a veces pasa la vida entera sin que encontremos su contralibro.

Déjenme contar hoy la historia de otro libro sobre otro médico rural, otro médico de frontera. En el mundo colonial africano podían pasar cosas como ésta: nacías francés en las Islas Mauricio, que habían sido francesas después de ser árabes, holandesas y portuguesas, pero que eran británicas cuando los colonos europeos fueron invitados a abandonar la isla, después de la Primera Guerra. Tu familia se queda sin nada, debe volver como pueda a Europa, pero no es Francia sino Inglaterra la única que les tira un hueso, y ese hueso es una beca del gobierno para estudiar. Nuestro aspirante a médico sabe que sólo cuenta con eso, no puede permitirse fracasar, y no se lo permite. Pero el llamado de la selva reverbera en su sangre. Cuando lo mandan a hacer la residencia en el departamento de enfermedades tropicales del Hospital de Southampton, se anota en cuanto puede de voluntario para ir a Guyana. Pasa dos años allá. Vuelve de licencia a Francia, conoce a su prima hermana, se enamora de ella, parte a su nuevo destino: Nigeria, la sabana africana. Espera pacientemente la primera licencia para volver y poder casarse con ella y llevársela a África con él (el tema de las licencias es decisivo en esta historia: son quince días cada dos años, en el mejor de los casos, y ya hablaremos del peor).