Una crónica para aquellos que se encuentran en el estado de mayor abyección
Hasta hace algunos años, hablar de Eugenio Mendoza (13-11-1906 / 17-10-1979) era hablar de dinero, era hablar de negocios, era hablar de poder, de un hombre que no quiso terminar su bachillerato y sin embargo se encumbró sobre muchos otros de sus mismas ambiciones, a base de esfuerzo, mucho trabajo, buenas relaciones…. y picardías!
¿Qué hacer pues en aquella Venezuela que gemía bajo el gomecismo? ¿Qué negocios hacer que no estuvieran monopolizados por quienes desde dos décadas atrás gobernaban a Venezuela entregando con impudicia nuestro petróleo al imperio? Pues bien, aprovechó que un señor de nombre Moisés Miranda tenía una empresa mercantil dedicada a la venta de materiales de construcción llamada “Moisés Miranda & Cia.”, y entró como socio minoritario y al cabo de unos años vemos a Eugenio Mendoza al frente de este pujante negocio, pues se valió de ciertas habilidades y le compró las acciones de una empresa que ni siquiera tenía su nombre, que era como se estilaba en aquellos tiempos, cosa que más tarde remedió cambiando la denominación a “Eugenio Mendoza h. & Cia.”
Don Eugenio, como popularmente se le conocía fue amasando (¿así se dice?) una gran fortuna, pues al negocio inicial le cambió el nombre por “Materiales Mendoza” y se aprovechó de sus nexos con los generales Gómez, Medina y Pérez Jiménez. Pero no es menos cierto que administró ejemplarmente sus negocios y los vio prosperar y prosperar. Después vinieron otras empresas como Maquinarias Mendoza, Protinal y finalmente el Banco La Guaira, a la par que compraba y explotaba haciendas agrícolas en toda Venezuela. Y seguía prosperando y prosperando, ganando mucho, pero mucho dinero.
Don Eugenio miró a su alrededor y se dio cuenta que no podía seguir prosperando en un mar de miseria. Mejoró entonces las condiciones laborales de sus trabajadores y emprendió obras que todavía son recordadas como la Fundación para la Vivienda Popular que construía casas de bajo costo y por otra parte la Fundación Eugenio Mendoza que se encargó de otras cosas como por ejemplo el Hospital Ortopédico Infantil, escuelas, guarderías, etc.
Don Eugenio se ganó la simpatía de la población y era bien visto, y al caer Pérez Jiménez fue designado Ministro de Fomento y más tarde pasó a ser miembro de la Junta de Gobierno. Hay un episodio conocido en la vida de Eugenio Mendoza, cuando el general Jesús María Castro León, para entonces Ministro de la Defensa se alza en armas contra el gobierno de Wolfgang Larrazábal en 1.958, le ofrece la Presidencia de la República y don Eugenio rechazó la oferta, lo que le gana la fama de desinteresado demócrata. La realidad era que ese golpe no tenía probabilidades de triunfo y el sagaz don Eugenio se dio cuenta de ello.
En fin, don Eugenio siguió prosperando y generando riqueza, y a la par rabia y envidia entre sus competidores, uno de ellos Diego Cisneros, padre de Gustavo, quien heredó la misma antipatía por don Eugenio. Muere don Eugenio y lo hereda su hijo Eugenio Antonio quien no tenía --y lo demostró-- las habilidades, el tesón, el espíritu emprendedor y la calidad de administrador de empresas que tenía su padre. Bueno, era mucho pedir. Eugenito, como también se le conocía, desoyendo los consejos de don Eugenio se encompinchó con Gustavo Cisneros y las cosas comenzaron a ir de mal en peor y lo abandonaron cuando iba “cuesta abajo en la rodada”. Todo lo que le había costado a don Eugenio edificar en 50 años de trabajo, Eugenito lo dilapidó en menos de 10. A partir de entonces los infaltables mamadores de gallo comenzaron a llamar al pobre Eugenito sólo con el apodo de “Eu”, porque decían que el “genio” se le había escapado, se había ido muy lejos.
Algo parecido ha sucedido con la oposición. Después que alcanzaron el más grande “ratting” que jamás alguien se haya podido imaginar en el año 2002, gracias a la ayuda, asistencia, cooperación y asesoría del gobierno de Bush y al encompinchamiento con Gustavo Cisneros y demás empresarios mediáticos, llegaron al clímax de las ansiedades políticas. Cinco años después, esa oposición abandonada por Cisneros y gracias a la concreción (no concesión) de muy malos negocios políticos, está quebrada, en la ruina y para colmo asociada a un eterno rival de Gustavo Cisneros como es Marcel Granier, quien como Eugenito no tiene el guáramo para emprender las acciones que está planificando con ocasión del fin, ¡al fin!, de la vida de RCTV.
Estos comentarios los hago tratando de ser objetivo, pero creo que muchos lo dudarán. Pero a mi favor esgrimo --con el ánimo de convencer a los incrédulos-- el argumento viviente de la marcha que llevó a cabo toda la oposición este domingo 21. Nunca pensé y lo confieso ahora, que el resultado fuera de tal magrura (dije magrura, no amargura ni agriura), que francamente sentí lo que se llama pena ajena. Encendí el televisor y lo que vi me impactó.
No quiero seguir comentando, por una parte para no seguir machacando a Eugenito, del que no tengo mayores referencias personales ni resentimientos que cobrar, y por la otra para que no se me acuse de cobardía, al zarandear a alguien que está desvencijado, malherido, sangrante y con los signos vitales al mínimo.
¿Qué hacer pues en aquella Venezuela que gemía bajo el gomecismo? ¿Qué negocios hacer que no estuvieran monopolizados por quienes desde dos décadas atrás gobernaban a Venezuela entregando con impudicia nuestro petróleo al imperio? Pues bien, aprovechó que un señor de nombre Moisés Miranda tenía una empresa mercantil dedicada a la venta de materiales de construcción llamada “Moisés Miranda & Cia.”, y entró como socio minoritario y al cabo de unos años vemos a Eugenio Mendoza al frente de este pujante negocio, pues se valió de ciertas habilidades y le compró las acciones de una empresa que ni siquiera tenía su nombre, que era como se estilaba en aquellos tiempos, cosa que más tarde remedió cambiando la denominación a “Eugenio Mendoza h. & Cia.”
Don Eugenio, como popularmente se le conocía fue amasando (¿así se dice?) una gran fortuna, pues al negocio inicial le cambió el nombre por “Materiales Mendoza” y se aprovechó de sus nexos con los generales Gómez, Medina y Pérez Jiménez. Pero no es menos cierto que administró ejemplarmente sus negocios y los vio prosperar y prosperar. Después vinieron otras empresas como Maquinarias Mendoza, Protinal y finalmente el Banco La Guaira, a la par que compraba y explotaba haciendas agrícolas en toda Venezuela. Y seguía prosperando y prosperando, ganando mucho, pero mucho dinero.
Don Eugenio miró a su alrededor y se dio cuenta que no podía seguir prosperando en un mar de miseria. Mejoró entonces las condiciones laborales de sus trabajadores y emprendió obras que todavía son recordadas como la Fundación para la Vivienda Popular que construía casas de bajo costo y por otra parte la Fundación Eugenio Mendoza que se encargó de otras cosas como por ejemplo el Hospital Ortopédico Infantil, escuelas, guarderías, etc.
Don Eugenio se ganó la simpatía de la población y era bien visto, y al caer Pérez Jiménez fue designado Ministro de Fomento y más tarde pasó a ser miembro de la Junta de Gobierno. Hay un episodio conocido en la vida de Eugenio Mendoza, cuando el general Jesús María Castro León, para entonces Ministro de la Defensa se alza en armas contra el gobierno de Wolfgang Larrazábal en 1.958, le ofrece la Presidencia de la República y don Eugenio rechazó la oferta, lo que le gana la fama de desinteresado demócrata. La realidad era que ese golpe no tenía probabilidades de triunfo y el sagaz don Eugenio se dio cuenta de ello.
En fin, don Eugenio siguió prosperando y generando riqueza, y a la par rabia y envidia entre sus competidores, uno de ellos Diego Cisneros, padre de Gustavo, quien heredó la misma antipatía por don Eugenio. Muere don Eugenio y lo hereda su hijo Eugenio Antonio quien no tenía --y lo demostró-- las habilidades, el tesón, el espíritu emprendedor y la calidad de administrador de empresas que tenía su padre. Bueno, era mucho pedir. Eugenito, como también se le conocía, desoyendo los consejos de don Eugenio se encompinchó con Gustavo Cisneros y las cosas comenzaron a ir de mal en peor y lo abandonaron cuando iba “cuesta abajo en la rodada”. Todo lo que le había costado a don Eugenio edificar en 50 años de trabajo, Eugenito lo dilapidó en menos de 10. A partir de entonces los infaltables mamadores de gallo comenzaron a llamar al pobre Eugenito sólo con el apodo de “Eu”, porque decían que el “genio” se le había escapado, se había ido muy lejos.
Algo parecido ha sucedido con la oposición. Después que alcanzaron el más grande “ratting” que jamás alguien se haya podido imaginar en el año 2002, gracias a la ayuda, asistencia, cooperación y asesoría del gobierno de Bush y al encompinchamiento con Gustavo Cisneros y demás empresarios mediáticos, llegaron al clímax de las ansiedades políticas. Cinco años después, esa oposición abandonada por Cisneros y gracias a la concreción (no concesión) de muy malos negocios políticos, está quebrada, en la ruina y para colmo asociada a un eterno rival de Gustavo Cisneros como es Marcel Granier, quien como Eugenito no tiene el guáramo para emprender las acciones que está planificando con ocasión del fin, ¡al fin!, de la vida de RCTV.
Estos comentarios los hago tratando de ser objetivo, pero creo que muchos lo dudarán. Pero a mi favor esgrimo --con el ánimo de convencer a los incrédulos-- el argumento viviente de la marcha que llevó a cabo toda la oposición este domingo 21. Nunca pensé y lo confieso ahora, que el resultado fuera de tal magrura (dije magrura, no amargura ni agriura), que francamente sentí lo que se llama pena ajena. Encendí el televisor y lo que vi me impactó.
No quiero seguir comentando, por una parte para no seguir machacando a Eugenito, del que no tengo mayores referencias personales ni resentimientos que cobrar, y por la otra para que no se me acuse de cobardía, al zarandear a alguien que está desvencijado, malherido, sangrante y con los signos vitales al mínimo.