Mario Bunge | Durante
la campaña electoral del 2012, el candidato presidencial demócrata, Barack
Obama, afirmó que la ciencia y la técnica son “la clave de la economía del
siglo XXI”. Su contrincante, el republicano y fanático religioso Mitt Romney,
habló de desarrollo económico, profiriendo al mismo tiempo promesas y
amenazas de importantes recortes en los presupuestos de ciencia, ingeniería y
medicina. Este debate recuerda de hace medio milenio, al comenzar la
Revolución científica. Entonces hubo un puñado de gigantes, como Galileo,
Huyghens, Harvey y Boyle, que practicaron, renovaron y defendieron la
investigación científica frente a las iglesias cristianas, que defendían
supersticiones milenarias y, sobre todo, pretendían que la verdad se halla ya
hecha en el dogma, mientras que los innovadores sostenían que la verdad se va
haciendo a medida que se estudia la realidad.
Desde el punto de vista filosófico, el juicio que la
Inquisición entabló contra Galileo fue