“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

20/5/17

Las contradicciones del programa nacionalista de Donald Trump

Una realidad preñada de dualismos. El optimismo del FMI. Trump, la única esperanza y el mayor flagelo. La crisis de los muchos rostros. Nacionalismo y globalización, la madre de todas las paradojas.

Paula Bach

La incertidumbre manda pero al menos una certeza se impone: Donald Trump es un buen actor y no pasa la prueba de análisis unilaterales. Si durante gran parte de los primeros cien días de gobierno, el temor a un nacionalismo vehemente borroneó las letras de los teclados de la prensa financiera anglosajona, los giros de Mr. Trump –incluyendo los reportajes que junto al Secretario del Tesoro concedieron a un Financial Times en el lugar de “el otro”- serenaron los ánimos, abrieron una suerte de compás de espera y dieron lugar a una crítica menos histriónica. El desplazamiento del ultranacionalista Bannon –antecedido por la salida escandalosa de Flynn del Consejo de Seguridad Nacional y el manto de dudas sobre el Secretario de Justicia, Sessions- esbozó una purga de los miembros más recalcitrantes del equipo y encumbró a un sector de “insiders” del establishment con cierta cercanía, en algunos casos, al Partido Demócrata.