“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

10/8/16

Nación, narración y heterotopías

Gloria Galindo

 El estudio de las relaciones de poder es para Michael Foucault un aparato de análisis del proceso por el cual el ser humano deviene en sujeto en la cultura occidental. En el transcurso de su estudio llega a la conclusión de que el sujeto se encuentra emplazado en circuitos de relaciones de producción y de significación del complejo entramado en el que se ordenan las relaciones de poder. Esta es la razón por la que el autor propone en la introducción a su artículo “The subject and the power” utilizar las prácticas de resistencia con que el sujeto enfrenta a los diferentes modos de poder como catalizadores que funcionen de evidencia de estas relaciones y así poder establecer su posición, encontrar su punto de aplicación y los métodos utilizados. Más que analizar el poder desde el punto de vista de su lógica interna, propone el análisis de las relaciones de poder a través del estudio del antagonismo que producen sus estrategias.[1] Es decir que, en lugar de estudiar las prácticas de la mente sana o del circuito donde rige la “norma,” propone analizar lo que acontece en un ámbito específico y restringido a la locura y su espacio de circulación; el sistema hospitalario y, especialmente, el psiquiátrico. El análisis de la locura y otras prácticas entendidas como “anormales” y su lógica espacial, sería uno de los artificios que nos ayudaría a develar el orden articulador de la sociedad moderna que define lo “anormal,” a partir de una construcción cultural de división y fragmentación. Su proyecto no es el estudio del poder en sí, sino el medio en virtud por el cual aspira a “crear la historia de los diferentes modos en que el ser humano se transforma en sujeto en nuestra cultura,”[2] inscribiendo el cuerpo como un objeto de control y cohesión. Este orden articulador del espacio en la sociedad moderna está conformado dentro de la figura del estado-nación.

El fascismo de la lengua: las reglas y el poder

Patricia G. Zamudio
A veces pensaríamos que uno de los ámbitos donde más “libres” somos en el lenguaje: podemos expresarnos como deseemos para comunicar un mensaje, sin embargo, la lengua es uno de los entramados sociales donde se ponen en juego muchas cosas.

Una lectura de la Lección inaugural de Roland Barthes nos ayuda a visualizar esos elementos “ocultos” en el uso cotidiano de la lengua de los que somos presas. En este texto Barthes comienza por aclarar que las dualidades significante-significado que refiere al modelo lingüístico de Saussure, así como diacronía y sincronía que remite a la historia son importantes para poder entender qué es el estructuralismo (escuela dominante en ese entonces para el análisis de la lengua), que dicho  sea de paso no considera como escuela o teoría, sin embargo, dicho análisis no es útil para poner en relieve ¿por qué  se puede decir que la lengua es fascista?.