El estudio de
las relaciones de poder es para Michael Foucault un aparato de análisis del
proceso por el cual el ser humano deviene en sujeto en la cultura occidental.
En el transcurso de su estudio llega a la conclusión de que el sujeto se
encuentra emplazado en circuitos de relaciones de producción y de significación
del complejo entramado en el que se ordenan las relaciones de poder. Esta es la
razón por la que el autor propone en la introducción a su artículo “The subject
and the power” utilizar las prácticas de resistencia con que el sujeto enfrenta
a los diferentes modos de poder como catalizadores que funcionen de evidencia de
estas relaciones y así poder establecer su posición, encontrar su punto de aplicación
y los métodos utilizados. Más que analizar el poder desde el punto de vista de
su lógica interna, propone el análisis de las relaciones de poder a través del estudio
del antagonismo que producen sus estrategias.[1]
Es decir que, en lugar de estudiar las prácticas de la mente sana o del
circuito donde rige la “norma,” propone analizar lo que acontece en un ámbito específico
y restringido a la locura y su espacio de circulación; el sistema hospitalario
y, especialmente, el psiquiátrico. El análisis de la locura y otras prácticas
entendidas como “anormales” y su lógica espacial, sería uno de los artificios
que nos ayudaría a develar el orden articulador de la sociedad moderna que
define lo “anormal,” a partir de una construcción cultural de división y fragmentación.
Su proyecto no es el estudio del poder en sí, sino el medio en virtud por el
cual aspira a “crear la historia de los diferentes modos en que el ser humano
se transforma en sujeto en nuestra cultura,”[2]
inscribiendo el cuerpo como un objeto de control y cohesión. Este orden
articulador del espacio en la sociedad moderna está conformado dentro de la
figura del estado-nación.
“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell
10/8/16
Nación, narración y heterotopías
Gloria Galindo
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Sociología
El fascismo de la lengua: las reglas y el poder
A veces pensaríamos que uno de los ámbitos donde más
“libres” somos en el lenguaje: podemos expresarnos como deseemos para comunicar
un mensaje, sin embargo, la lengua es uno de los entramados sociales donde se
ponen en juego muchas cosas.
Una lectura de la Lección inaugural de Roland
Barthes nos ayuda a visualizar esos elementos “ocultos” en el uso cotidiano de
la lengua de los que somos presas. En este texto Barthes comienza por aclarar
que las dualidades significante-significado que refiere al modelo lingüístico
de Saussure, así como diacronía y sincronía que remite a la historia son
importantes para poder entender qué es el estructuralismo (escuela dominante en
ese entonces para el análisis de la lengua), que dicho sea de paso no
considera como escuela o teoría, sin embargo, dicho análisis no es útil para
poner en relieve ¿por qué se puede decir que la lengua es fascista?.
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