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La obra entera de David Harvey es una de las mayores
contribuciones a la revitalización del marxismo de las últimas décadas. Una
revitalización que, precisamente, por ser en buena parte de orden analítico ha
devuelto al marxismo a su función como herramienta política práctica. Dos
dimensiones que en el proyecto original de Marx eran inseparables. En realidad,
el movimiento de desplazamiento original que opera Harvey con respecto al
marxismo de anteriores décadas es tan sencillo cómo radical: se trata de asumir
que la dinámica del capital y la de sus resistencias tienen lugar en el
espacio. Los conceptos abstractos con los que los marxistas han analizado el
mundo no se sitúan en algún punto intangible de eso que se llama la teoría sino
que se despliegan en la geografía realmente existente y tienden a recomponerla
a su imagen y semejanza, en la medida en que el conflicto social, la lucha de
clases, lo permite. Desde luego, Harvey no ha sido el primer marxista en hablar
del espacio y la geografía del capital, más bien ha recuperado y actualizado
una tradición que viene desde el propio Marx y que llega hasta los años veinte
o treinta del siglo XX, en la que la geografía del capital y de las luchas eran
centrales.