“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

23/8/17

Campo y ciudad en el pensamiento de Bolívar Echeverría y Rodolfo Kusch

Fotografía: Paulo Slachevsky
Rodrigo Muñoz

Durante el Renacimiento europeo se habría comenzado a desplegar un proceso de progresiva racionalización de la naturaleza, proceso que como consecuencia habría de reflejarse en una reconstrucción radical de las perspectivas del tiempo y del espacio en el mundo Occidental. La conquista y el ordenamiento racional del espacio se convirtieron en una parte integrante del proyecto de modernización, en donde dicha organización ya no se llevaba a cabo para reflejar la ‘gloria de Dios’, sino para celebrar y facilitar la liberación del hombre como individuo libre, dotado de conciencia y voluntad. Los viajes de descubrimiento cambiaron la forma de representar el mundo, mostrando que este era finito y potencialmente cognoscible. De esta forma, por ejemplo los mapas, ya despojados de todos los elementos de fantasía y de la creencia religiosa, se convirtieron en sistemas abstractos y estrictamente funcionales para el ordenamiento fáctico de los fenómenos del espacio[1]. Dicha visión totalizante del mapa daría lugar a la construcción de un fuerte sentido de las identidades nacionales, locales y personales por medio de las diferencias geográficas, siendo reflejo de este proceso el hecho de que durante la primera época de la economía-mundo europea se constituyera en torno a las ciudades-Estado, las cuales a su vez darán lugar a los Estados territoriales o Estados Nacionales[2].