“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

30/6/16

João Guimarães Rosa, otro gigante de la literatura brasileña

João Guimarães Rosa ✆ Baptistão
Ricardo Bada  

La literatura brasileña del siglo XIX la domina un gigante, Joaquim Maria Machado de Assis, un gigante que, al mismo tiempo, es una isla. En el siglo XX, esa isla deviene archipiélago, se le unen seis gigantes más: Euclides da Cunha, Graciliano Ramos, Nelson Rodrígues, Carlos Drummond de Andrade, Jorge Amado y João Guimarães Rosa. Y aparece también un islote  exuberante, producto de una erupción volcánico-creadora, avizorado por el intrépido explorador de territorios vírgenes Mário de Andrade, que lo llamó Macunaíma

Un inciso: No faltarán entre ustedes los conocedores de la literatura brasileña que se estén preguntando si no me olvido de Clarice Lispector. No la olvido, pero a mí me parece –muy a contrapelo del consenso casi unánime, para el cual Clarice es una escritora cuyos cuentos pueden equipararse a los de Guimarães Rosa– que en el panorama de los siete gigantes de que hablo, ella no tiene sitio. Con toda seguridad es bastante posible que me equivoque, pero creo que está sobrevalorada literariamente en función de criterios extraliterarios. No obstante, quede constancia de la existencia de ese consenso y de mi modesta opinión en contra. Y con ello cierro el inciso.

Todos y cada uno de los siete gigantes de que hablé merecen una atención que con frecuencia le ninguneamos al Brasil, sin que jamás haya logrado querer (porque poder sí puedo) entender el por qué. Si aquí me concentro en Guimarães Rosa se debe a la ocasión de rememorarlo que nos ofrece el centenario de su nacimiento. Pero no olvidemos a los otros: sus tallas ciclópeas configuran en el mapa de la literatura latinoamericana una especie de Isla de Pascua, y en rigor les deberíamos dedicar un par de minutos de esta charla.