“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

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17/8/17

Los huérfanos de sombra. En torno a las figuras de Alberto Giacometti

Juan Carlos Meana

El trabajo del escultor Alberto Giacometti (1901-1966) es conocido por sus figuras filiformes en un deambular solitario por el espacio, también por la sensualidad y ligereza de sus esculturas del periodo surrealista o por la obsesión en trabajar los rostros queriendo encontrar ese ser universal que contenga toda suerte de fisionomías, desarrollado más intensamente en su último periodo. La exposición que podemos visitar en Londres sobre su trabajo nos invita a contemplar una importante cantidad de obras, más de doscientas, entre las cuales debemos inmiscuirnos escuchando y participando del susurro que nos transmiten.

Alberto Giacometti nace en Bregaglia, en el cantón italiano de Suiza. Era el hijo mayor de Giovanni Giacometti, un pintor postimpresionista, y Annetta Giacometti-Stampa. Creció en el medio rural pero familiarizado con la creación artística a través de las pinturas del padre, libros y periódicos de arte. Este será el ambiente en el que comienza sus primeros contactos con la práctica del dibujo. Se traslada a París en 1922 donde tiene su primer acercamiento a los artistas cubistas y el surrealismo. Aunque estará interesado en la experiencia de ambos movimientos, su actividad artística se centrará en observar directamente el modelo, con el que trabajará, de manera intensa, a partir de su regreso a París desde Ginebra, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, en 1945.

11/3/17

‘Rescate al amanecer’, a una década de su estreno — Fuga existencialista, por una nueva racionalidad

Luis Carlos Muñoz Sarmiento

Vietnam, 1965. Rescue Dawn o Rescate al amanecer, del alemán Werner Herzog (n. Werner Stipetic, Münich, 1942), podría pertenecer al género guerra como al drama existencial o al thriller psicológico. En efecto, la historia real del piloto germano Dieter Dengler quien luchando a nombre de EE.UU en Vietnam se accidentó en su avión Douglas A-1 Skyraider y cayó en manos de guerrilleros de Laos, fue llevado luego a un campo de prisioneros de guerra y por último en compañía de unos pocos huyó es un filme anti-bélico como otro de corte existencialista o psicológico. Tras superar grandes escollos, logró ser rescatado por un helicóptero y regresar con vida al hospital Danang (no propiamente para ser felicitado), por último “secuestrado” y llevado a su portaaviones. El filme se inicia a bordo del U.S.S. Ranger, Golfo de Tonkin, un episodio manipulado por EE.UU para justificar su invasión a Vietnam. En efecto, la Resolución del Golfo de Tonkin (oficialmente Southeast Asia Resolution, Public Law 88-408) fue emitida por el Congreso el 7 agosto 1964: autorizaba al Presidente Johnson para actuar de manera integral e irresponsable contra la República Democrática de Vietnam Norte, a la cual acusaba de agresiones en contra de naves gringas en el lugar que da nombre a la resolución. Esta es de importancia histórica porque autorizó al presidente, sin una declaración formal de guerra por el Congreso, para usar fuerza militar en el sudeste de Asia. Documentos recientemente desclasificados proporcionaron todavía más pruebas de que el Gobierno Johnson fingió el incidente para intensificar la Guerra. Un informe de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, en inglés) concluye: “Esa noche no ocurrió ningún ataque” al portaaviones USS Maddox.

5/3/17

El fundador, película de nuestro tiempo: el capitalismo como entretenimiento

Tim Lott

Esta semana fui a ver El fundador [The Founder], una película nueva sobre el hombre que se encuentra en el origen del imperio McDonald’s de comida rápida. A Michael Keaton se le pronostica un Oscar por su retrato de Ray Kroc, que convirtió a los volteahamburguesas McDonald’s, con su único local de San Bernardino (California), en una historia de éxito global. El film tiene un 80% de aprobación en la página digital de reseñas agregadas, Rotten Tomatoes [célebre página norteamericana de crítica cinematográfica popular y periodística], un reparto de oro macizo y destacados valores como producción – y yo la he odiado más que cualquier otra película de la que tenga memoria.

English
Representaba algo que nunca había visto antes en pantalla (fuera de United Passions, [de Frédéric Auburtin, 2014], la ridícula hagiografía del entonces presidente de la FIFA, Sepp Blatter): la completa penetración de los valores empresariales en la cultura convencional. Para quienes no la hayan visto, El fundador nos cuenta cómo Kroc, vendedor de cachivaches fallidos y estafador, se encuentra con el restaurante original de McDonald’s, gestionado por dos hermanos adorables y rústicos, Rick y Maurice McDonald. Kroc comenzó a otorgar franquicias de la marca y acabó traicionando a los hermanos, que seguían insistiendo en virtudes a la antigua como la calidad.

Los bolcheviques toman el poder — Alexander Rabinowitch

Lenin ✆ Vladimir Serov
Ugo Palheta

La editorial La Fabrique acaba de publicar “Les Bolcheviques prennent le pouvoir”*, aparecido inicialmente en inglés en 1976. Este libro de Alexander Rabinowitch tiene el enorme mérito de restituir lo que fue realmente la Revolución rusa en Petrogrado, entonces capital de Rusia y sobre todo epicentro de la revolución: un movimiento de insubordinación generalizada en que las clases dirigentes se mostraban incapaces de imponer su dominación como antes y en que las clases subalternas ya no consentían esa dominación (la definición por antonomasia de una “crisis revolucionaria” según Lenin), y al mismo tiempo un momento de aceleración y de bifurcación políticas, cuyas consecuencias serán ingentes a escala mundial.

En particular, el libro examina con todo detalle la política y la acción de los bolcheviques –tanto de la dirección del partido como de los militantes y las organizaciones intermedias– entre julio y octubre de 1917. Permite salvar el escollo cruzado de una disolución del papel del partido bolchevique (que para algunos no habría hecho más que ir a la zaga de los acontecimientos sin desempeñar ninguna función real más que canalizar la combatividad popular) y de una fetichización del mismo (sea negativa, con los bolcheviques como golpistas y usurpadores, sea positiva, como encarnación política del proletariado ruso).

20/2/17

La La Land: A Leninist Reading

Slavoj Žižek

Among the PC reproaches to Damien Chazelle’s La La Land, the one that stands out for its sheer stupidity was that there are no gay couples in the film which takes place in LA, a city with a strong gay population… How come those PC Leftists who complain about the sub-representation of sexual and ethnic minorities in Hollywood movies never complain about the gross misrepresentation of the lower class majority of workers? It’s OK if workers are invisible, just that we get here and there a gay or lesbian character…

I remember a similar incident at the first conference on the idea of Communism in London in 2009. Some people in the public voiced the complaint that there was only one woman among the participants, plus no black person and no one from Asia, to which Badiou remarked that it was strange how no one was bothered by the fact that there were no workers among the participants, especially given that the topic was Communism.

And, back to La La Land, we should bear in mind that the movie opens up precisely with the depiction of hundreds of precarious and/or unemployed workers on their way to Hollywood to search for a job that would boost their career. The first song (“Another Day of Sun”) shows them singing and dancing to make the time pass while they are stuck in a highway traffic jam. Mia and Sebastian, who are among them, each in his/her car, are the two who will succeed—the (obvious) exceptions. And, from this standpoint, their falling in love (which will enable their success) enters the story precisely to blur in the background the invisibility of hundreds who will fail, making it appear that it was their love (and not sheer luck) which made them special and destined to success. 

19/2/17

El joven Karl Marx: Una historia inteligente de amistad comunista

Peter Bradshaw

Raoul Peck es el cineasta haitiano con una candidatura al Oscar este año por su documental I Am Not Your Negro sobre [el escritor afronorteamericano] James Baldwin. Acude ahora a Berlín con este drama histórico correoso y de intensa concentración, inflexiblemente intelectual, escrito en colaboración con Pascal Bonitzer, sobre el nacimiento del comunismo a mediados del siglo XIX. Y nos ofrece una sensación real de lo que significaba la política radical: hablar. Hablar, hablar y más hablar. Debería ser tedioso, pero no lo es. El espectáculo de gente ferozmente enojada que habla de ideas se vuelve de algún modo absorbente y hasta apasionante.  

Pese al título, no se trata exactamente del joven Karl Marx, más tiene que ver con el “bromance” [término para describir una película de estrecha amistad entre dos hombres] con el joven Friedrich Engels. Dada la poderosa presencia de Jenny, la mujer de Marx, casi amenazan por un microsegundo en convertirse en los Jules et Jim de la Izquierda Revolucionaria. Peck se guarda su mayor broma, o coup de cinéma, para el mismísimo final. Después de toda una película austera presentando hombres con sombrero de copa y bigotes de patillas, los títulos de crédito de cierre estallan en un estrepitoso y hasta eufórico montaje de acontecimientos políticos del siglo XX – el Che, el muro de Berlín, Ronnie y Maggie, Nelson Mandela, el movimiento “Occupy” – con acompañamiento de Bob Dylan. Nada de Stalin o de Lenin o de gulags o de Erich Honecker en el montaje, con todo.

17/2/17

Lucha de clases en la pantalla chica

Olvidada por 45 años, Ocho horas no hacen un día quizá sea la primera, sino la única, telenovela de inspiración marxista de la TV occidental, en la que Fassbinder aprovechó las posibilidades del medio para hablar de la clase trabajadora.

Luciano Monteagudo 

A comienzos de 1972, Rainer Werner Fassbinder tenía apenas 26 años y en sólo tres había filmado quince largometrajes, que finalmente empezaban a ser reconocidos por la crítica y los principales festivales internacionales, a pesar del rechazo inicial que había provocado –aquí mismo en la Berlinale– su opera prima El amor es más frío que la muerte (1969). Pero Fassbinder era plenamente consciente de que su cine -formalmente tan austero como sus presupuestos– era apreciado sólo por una élite: la misma burguesía a la que él no dejaba de cuestionar. Por eso, cuando la cadena de televisión Westdeutscher Rundfunk (WDR) le ofreció escribir y dirigir una miniserie para su catálogo de producciones familiares, tan populares en la TV alemana de la época, Fassbinder no dudó en aceptar la propuesta. El resultado fue Acht Stunden sind kein Tag (Ocho horas no hacen un día), una experiencia crucial y a todas luces insólita que en estos días, en una flamante versión restaurada, se ha convertido en el gran acontecimiento cinéfilo del Festival de Berlín.

26/1/17

Jacques Rancière: potencias e impasse de un “giro estético”

Jacques Rancière ✆ Gastón Spur
Facundo Rocca

Las dos obras más recientes del filósofo francés parecen confirmar lo que se ha dado en llamar el “giro estético” de su pensamiento. Asthesis y El hilo perdido están consagradas, respectivamente, a analizar una serie de escenas que atraviesan transversalmente campos diversos de las prácticas artísticas (del Torso de Belvedere de Winckelmann hasta el Cine-ojo del soviético Vertov, pasando por los reportajes norteamericanos de Agee y las renovaciones de la danza de Loïe Fuller e Isadora Ducan) y un conjunto de prácticas de escritura (Flaubert, Conrad, Woolf, Keats, Baudelaire y Büchner, pilares centrales que estructuran un libro plagado de una profusión erudita de referencias al arte “moderno”). Estos últimos ensayos confirman la creciente centralidad que la reflexión sobre el arte ha ganado en su producción.

23/11/16

Karl Marx y ‘Los Hombres Libres de Jones’

Paula Schaller

Free State of Jones, traducida como Los Hombres Libres de Jones, la nueva película de Gary Ross (Los juegos del Hambre), fue estrenada en junio de este año en Estados Unidos y en noviembre desembarcará en nuestro país bajo el título El Valiente. Situada en Mississippi durante y después de la Guerra de Secesión norteamericana (1861-1865), narra la historia del personaje real Newton Knight (interpretado por un brillante Matthew McConaughey), granjero sureño que lideró un grupo de pequeños granjeros blancos desertores del Ejército de la Confederación que, no sin contradicciones, comenzaron una vida en comunidad junto a esclavos negros fugados de las terribles condiciones a las que eran sometidos en las plantaciones algodoneras y tabacaleras.

Desde las primeras escenas de la película –que transita entre el subgénero del drama bélico, el biográfico y el cine social– se transmite el desencanto reinante entre las tropas con una guerra librada en nombre de los impopulares intereses de los propietarios esclavistas, una auténtica “rebelión a favor de la esclavitud” como definió Marx al levantamiento de los Estados sureños en sus escritos sobre la guerra civil norteamericana. Es que a medida que se avanza en el film, se tiene la sensación de que el director hubiese tomado inspiración de la brillante pluma de aquel, que retrató como nadie la enorme conmoción social y el horizonte revolucionario posibilitado por la Guerra de Secesión, que al abrir camino a la abolición de la esclavitud encendía la mecha de una poderosa alianza social entre los negros y la clase obrera blanca.

4/7/16

Realismo capitalista: nuevo diagnóstico, viejo tratamiento

Ariane Díaz

Año 2008: ante la caída de Lehman Brothers y sus posibles consecuencias en cadena en las economías más importantes del mundo, los Estados más poderosos (y más comprometidos) coordinaron, no sin tensiones, una serie de rescates megamillonarios a sus respectivos bancos. Esto provocó, para Mark Fisher, otra caída: el “colapso del marco conceptual que proveyó de cobertura ideológica a la acumulación capitalista desde la década de 1970” [117]1, según deja asentado en su primer libro, Realismo capitalista, publicado en 2009 y recientemente traducido al castellano por Caja Negra, que incluye también el texto que destinó a la compilación de 2012 What are we fighting for: a radical collective manifestó [Por qué estamos peleando: manifiesto radical colectivo] donde intelectuales y activistas, con suerte desigual, trataron de caracterizar y dar una alternativa a la crisis capitalista en curso.

Sin embargo, para este crítico cultural y académico inglés que trabajó estas ideas y las nutrió del intercambio en su blog K-punk (hoy un poco abandonado), los neoliberales que presumían de su antiestatalismo y celebraban la destrucción del espacio público (y que demostraron ser más bien defensores de ciertos usos de los fondos públicos y del Estado –los securitarios– en su favor), son apenas unos de los emergentes (los más entusiastas) de una particular configuración del capitalismo que habitamos, y que se remontaría hasta la caída de los “socialismos reales” a fines de los ochenta.

30/6/16

João Guimarães Rosa, otro gigante de la literatura brasileña

João Guimarães Rosa ✆ Baptistão
Ricardo Bada  

La literatura brasileña del siglo XIX la domina un gigante, Joaquim Maria Machado de Assis, un gigante que, al mismo tiempo, es una isla. En el siglo XX, esa isla deviene archipiélago, se le unen seis gigantes más: Euclides da Cunha, Graciliano Ramos, Nelson Rodrígues, Carlos Drummond de Andrade, Jorge Amado y João Guimarães Rosa. Y aparece también un islote  exuberante, producto de una erupción volcánico-creadora, avizorado por el intrépido explorador de territorios vírgenes Mário de Andrade, que lo llamó Macunaíma

Un inciso: No faltarán entre ustedes los conocedores de la literatura brasileña que se estén preguntando si no me olvido de Clarice Lispector. No la olvido, pero a mí me parece –muy a contrapelo del consenso casi unánime, para el cual Clarice es una escritora cuyos cuentos pueden equipararse a los de Guimarães Rosa– que en el panorama de los siete gigantes de que hablo, ella no tiene sitio. Con toda seguridad es bastante posible que me equivoque, pero creo que está sobrevalorada literariamente en función de criterios extraliterarios. No obstante, quede constancia de la existencia de ese consenso y de mi modesta opinión en contra. Y con ello cierro el inciso.

Todos y cada uno de los siete gigantes de que hablé merecen una atención que con frecuencia le ninguneamos al Brasil, sin que jamás haya logrado querer (porque poder sí puedo) entender el por qué. Si aquí me concentro en Guimarães Rosa se debe a la ocasión de rememorarlo que nos ofrece el centenario de su nacimiento. Pero no olvidemos a los otros: sus tallas ciclópeas configuran en el mapa de la literatura latinoamericana una especie de Isla de Pascua, y en rigor les deberíamos dedicar un par de minutos de esta charla.

21/3/16

Walter Benjamin, infancia y recuerdos

Theodor Adorno & Walter Benjamin
John Williams
Enric Llopis   |   La memoria aparece de manera recurrente en la obra de Walter Benjamin (Berlín 1892-Porbou 1940). En el verano de 1932, después de una aguda crisis y de llegar casi al suicidio, el filósofo decidió escribir un libro para exponer sus recuerdos de la infancia. Un año después ya tenía un manuscrito que reunía 30 fragmentos, algunos de ellos aparecieron en la prensa diaria, pero se frustró el proyecto de que se publicaran en forma de libro, tal como era su deseo. En 1938 reescribió íntegramente el texto, que no vio la luz de manera póstuma hasta 1950 gracias al apoyo de Theodor W. Adorno. Son los orígenes de Infancia en Berlín hacia 1900. La redacción de la obra se inicia en el contexto del ascenso al poder del partido Nazi en Alemania, periodo en el que Benjamin, un intelectual judío, atravesaba por una difícil situación personal por la falta de recursos económicos y por lo que se ha considerado una especie de “desintegración” de su obra. El libro es, así pues, un intento de preservar su infancia como imagen que “relampaguea” y a la que se intenta salvar de la destrucción.

Infancia en Berlín hacia 1900 no supone una regresión nostálgica al mundo perdido de la infancia, tampoco una reconstrucción del pasado ni se trata simplemente de un libro de memorias. Más bien podría definirse como un relato breve que encarna algunas experiencias de sus primeros años. 

15/2/16

‘Mia madre’, de Nanni Moretti — Un adiós a otra época

Gregorio Morán   |   Me reconozco ferviente seguidor del cine de Nanni Moretti. Me gustan todas sus películas. Unas más, otras menos, pero siempre las siento como algo personal, tal que si se tratase de un amigo que traslada a la pantalla situaciones con las que me siento identificado. Incluso su humor romano –nació en Bolzano por eventualidad veraniega–, donde domina el sarcasmo y la ironía, elegante pero con un toque de brutalidad. Aseguran que su madre falleció mientras montaba esa película magistral que conocemos como Habemus Papam (2011). Fastuosa descripción del mundo vaticano, realizada con la sensibilidad de un ateo ante uno de los fenómenos más sorprendentes de la humanidad: la elección del Papa y la introducción de la duda individual en un mundo hecho de certezas colectivas, casi inamovibles.

Ahora acaba de aparecer Mia madre. Me interesa poco si se trata de una evocación personal de su madre o de su tía abuela. Lo que me importa es la historia que narra, los vericuetos de un guión difícil, donde los personajes podrían pertenecer a cualquier familia media italiana, asentada y culta, desde el Risorgimento; algo insólito entre nosotros. Nanni Moretti consigue exhibir con habilidad, como quien no quiere la cosa.

13/2/16

Star Wars: obsesivo reinicio de una fantasía sociológica

Nicolás González Varela    |    He aquí una muestra de la nueva psicopolítica burguesa de la emoción y del mito. Como decía Borges, en estos tiempos en que los literatos parecen haber descuidado sus deberes épicos, lo épico nos ha sido conservado por films como Star Wars. Nobleza obliga: spoilers primero que nada: el Halcón Milenario vuelve, la Estrella de la Muerte es reemplazada por una gigante réplica a escala planetaria, los hologramas siguen vigentes, The Force se sigue pareciendo demasiado al mítico Anillo de Tolkien y J. J. Abrams es más “spielbergeriano” que “lukácsiano”

La visión de la nueva entrega de la franquicia Star Wars tuvo algo de nostálgico y mucho de dèjá-vu: había tenido la oportunidad de ver la primera entrega en su momento (1977) en el cine como espectador adolescente (¿e ingenuo?) y ahora en un rizo impensable del destino me sentaba con unas coquetas gafas 3-D (by Sony) a ver la última entrega del producto. Por supuesto que Star Wars y su productos seriales han sido analizados ad nauseam desde distintos puntos de vista en tanto mito posmoderno, en tanto cultura popular burguesa: como fuente de intuiciones filosóficas y éticas, como mito imperialista, como proyección de la experiencia popular de los propios EEUU, como representación de los derechos humanos, como visión teológica y religiosa, como cosmovisión de la generación de la clase media durante la Guerra de Vietnam o como producto “blockbuster” de lo que se conoce como New Hollywood (del cual Disney es una de sus usinas principales). La nueva entrega se pliega a esta nueva lógica del mercado Marvel style: se potencia la emulación, la nostalgia por sobre todas las cosas, además de la reutilización de ideas, caracteres y arquetipos narrativos que hayan probado ser lucrativos.

“La Tierra y la Sombra”, la película colombiana de César Augusto Acevedo — Una aproximación

Marino Canizales    |    Se suele olvidar con frecuencia que el artista muestra, no demuestra. Al hacerlo,  interpela la realidad que lo rodea dando cuenta de algunos de los signos de su tiempo, o  de ciertos rasgos que definen el carácter de una época y el lugar en ella de la multiforme condición humana con sus tensiones y conflictos. Debe investigar, sí, pero no tiene por qué ser especialista en temas específicos; si lo es, tanto mejor. Su mirada y su fuerza crítica actúan y se expresan de otra manera cuando se aproxima a procesos económicos, históricos o sociales que  están insertos en la gramática del pasado, o que le son contemporáneos, como es el caso de los efectos perversos de la explotación agroindustrial del monocultivo y las distintas violencias que la sustentan.  A partir de una poética, de unos recursos formales y de sus propios medios de expresión, como también de una valoración específica de sus imaginarios y de los imaginarios colectivos, libremente se aproxima a un punto de vista que le permite construir una realidad ficcional, articulada las más de las veces a una realidad histórica.

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La parcela y la economía campesina de subsistencia en la cual tiene su asiento, tienen  una significación específica para el sociólogo, el economista o el historiador, que las abordan como objeto de estudio. Tanto o más, si una entidad internacional como la Organización de las Naciones Unidas promueve el respeto y garantía de los Derechos Humanos de los campesinos, considerados como “un grupo social específico”[1] y vulnerable. 

22/11/15

Shelter — Una película hecha por ‘gente extraña’

José Pablo Feinmann   /   […] se estrenó el esperado y demorado film del actor inglés Paul Bettany, Shelter. Bettany lo tenía listo desde fines de 2014. Con alguna suerte y alguna mala suerte, lo estrenó ese año en el Festival de Toronto, Canadá. Como suele ocurrir con las películas en que actúa Jennifer Connelly, ella se llevó todos los aplausos, aunque algunos, no pocos, quedaron para Anthony Mackie, su coprotagonista, y para Bettany. Shelter no es un film para mirar y comer cotufas, ya que se les encogerá el estómago y no tiene gracia comer en tanto uno mira una película de hambrientos. Se trata de un film hecho por gente extraña, rara. Aun cuando Bettany haya ingresado al universo Marvel (un arma de estupidización del poder mediático) interpretando a Vision y parece que exitosamente, aun cuando Connelly sea la modelo top de Louis Vuitton o de Balenciaga o Revlon, no son convencio- nales. Connelly es Embajadora ante la Unesco por Amnesty Inernational, hace cortos denunciando la violencia contra las mujeres. “Hagan ruido –dice–. Detengan la violencia contra las mujeres.” También contra el trabajo esclavo de los africanos para extraer diamantes en África. “No compre diamantes –dice–. No sea cómplice de los asesinos. Ellos explotan y matan a nuestros hermanos de Africa. No se convierta en otro asesino.

14/11/15

Una nueva lección de Louis Althusser — Notas sobre ‘Iniciación a la Filosofía para los no-filósofos’

Louis Althusser ✆ Anahí Rivera
Gastón Gutiérrez   |   Althusser, quien suele ser considerado el último filósofo marxista (ya que luego de él, y también un poco gracias a él, filósofos como Jacques Rancière, Alain Badiou, Antonio Negri, Ernesto Laclau o Slavoj Zîzêk tomaron un camino para salir del marxismo), vivió su largo camino teórico y filosófico interrogándose sobre la “filosofía marxista”. ¿En qué consistía la filosofía de Marx; cuál era la filosofía que el marxismo implícitamente contenía; o cuál era la filosofía más compatible con el marxismo? La publicación de Iniciación a la Filosofía para los no-filósofos, un texto inédito, nos presenta un nuevo material que ayuda a comprender el camino por el cual Althusser buscó responderse estas preguntas. Entre otras cosas, y esto es lo que me interesa a mí, permite entender la forma en que Althusser busca resolver su propio fracaso en el intento inicial de separar a Marx de todo “uso” del legado de Hegel, cediendo al clima estructuralista y reduciendo al marxismo a una epistemología de la ciencia bachelardiana. Como critica Bensaïd:

10/10/15

Roberto Rossellini bautiza el realismo

Álvaro del Amo   |   [En] Madrid se vuelven a programar breves ciclos retrospectivos con copias nuevas y restauradas, dedicados a directores que merecen el calificativo de clásicos. El reciente protagonizado por el realizador italiano Roberto Rossellini (1906-1977), uno de los nombres clave de la historia del cine, ofrece al cinéfilo el regalo de una nueva visita al viejo y admirado pariente, con la satisfacción suplementaria de prescindir, al menos en esta ocasión, del siempre un poco turbio adjetivo. Porque si el cinéfilo admite reconocerse en un epíteto, por otra parte pasado de moda, con la mínima valentía de quien declara su alejamiento respecto a la deriva actual de lo que se llamó el séptimo arte, tampoco puede ocultar un cierto alivio cuando siente que no será tan reaccionario cuando la revisión del pasado resulta tan actual. Los espectadores que acudieron a los Verdi a ver, o volver a ver, Roma, cittá aperta; Paisà; Stromboli; Europa 51 o Francesco, giullare di Dio es muy probable que no compartieran la impresión de encontrarse visitando un museo o rindiendo tributo a una estética pretérita. Lo que las imágenes –remozadas por las avanzadas técnicas quirúrgicas aplicadas al celuloide– comunicaban nada tenía que ver con la arqueología. Aquello vivía con la inmediatez del presente, con la contundencia de una actualidad que la propia actualidad niega a menudo, descuidada a la hora de preocuparse por su representación. La recuperación de las películas del director romano, tan lozanas y percutientes como si acabaran de nacer, liberaban al cinéfilo de su condición de reaccionario, pues si el ayer resucita en el hoy no se celebra la efemérides de un muerto, sino el gozo de que el anciano siga pareciendo un jovenzuelo a su edad provecta.

24/9/15

Marxismo–leninismo–maoísmo–godardismo: 'La Chinoise'

Una reflexión sobre ‘La Chinoise’, film de Jean-Luc Godard de 1967. Debates, polémicas y una renovación radical en la forma del lenguaje cinematográfico 
 
Luciano Ariel Bazán   |  Jean Luc Godard estrenaba “su china” hace 48 años. Problemática, ciertamente, la controvertida figura del complicado cineasta francés de difíciles películas. Casi como una necesidad, las legiones de los testigos de su obra se dividen entre los absolutos detractores para quienes sus films son en su mayoría groseramente incomprensibles, pedantes, insustanciales y con recursos más bien mediocres para disfrazar esa trivialidad, intelectualoides que logran sólo apagar la atención, absurdos que no causan gracia, un ticket de segunda clase para asquearte del cine francés y uno de primera para una buena siesta. Y por otro lado los adoradores absolutos, los que no usan su nombre en vano y lo llaman God-Art, las que dicen que, como con Hákim El Velado, algunos no están en condiciones de apreciarlo; en dos palabras, los Alain Bergala para quienes al séptimo arte de Godard no todos tienen el derecho de criticarlo.

18/9/15

Admirando a un clásico: Willard Van Orman Quine

Willard Van Orman Quine
✆ Romayke
Salvador López Arnal   |   Para todo x, “x es sevillano” implica “x cecea”. De esta forma era como se solía leer, apuntaba Sacristán, pero lo que quería decir realmente el enunciado era que “Todo el que es sevillano cecea”. La x estaba uniendo los dos lados, proseguía. En la traducción al castellano corriente, él mismo la había vertido por “el que”, “todo el que”, “todo” es esto, “el que” es la x, y ésa era una función pronominal. No tenía mayor importancia, matizaba, ni era aceptado por todos los lógicos. Pero él creía que sí, que era la mejor manera de explicar qué era la variable individual. No importaba creérselo o no, pero importaba ver, en cambio, que lo que hacía la variable individual era enlazar, dar cemento a toda la proposición. Se sabía que la proposición se refería a las mismas cosas porque toda ella estaba cogida por estas variables cuantificadas. La tesis, la interpretación de la variable individual como pronombre personal era de W. V. O. Quine, señalaba Sacristán en las clases de Metodología de las Ciencias Sociales del curso 1981-1982, “un lógico americano, ya muy viejo, al que yo admiro mucho, y cuyas ideas me esfuerzo por contar”. No fue, desde luego, sólo en esa ocasión cuando Sacristán habló en términos elogiosos del lógico norteamericano. En diciembre de 1976, dentro de un ciclo de conferencias sobre filosofía, historia y política de la ciencia organizado por el Colegio de Ingenieros de Barcelona, Sacristán dictó una conferencia que llevó por título: “De la filosofía de la ciencia a la política de la ciencia”. Refiriéndose en primer lugar a la entonces denominada “crisis de la filosofía analítica de la ciencia” señaló que por de pronto parecía obvio que sobraba ahí la palabra “analítica”. De hecho, […] esa crisis de la filosofía analítica de la ciencia ha sido de paso crisis de toda la filosofía de la ciencia y, tal vez, incluso, por hablar brevemente, de algo más, de toda la tradición epistemológica, tecno-científico-filosófica, que nace del intento de Kant. Muy probablemente.