► Una
reflexión sobre ‘La Chinoise’, film de Jean-Luc Godard de 1967. Debates,
polémicas y una renovación radical en la forma del lenguaje cinematográfico
Luciano Ariel Bazán | Jean Luc Godard estrenaba “su china” hace 48
años. Problemática, ciertamente, la controvertida figura del complicado
cineasta francés de difíciles películas. Casi como una necesidad, las legiones
de los testigos de su obra se dividen entre los absolutos detractores para
quienes sus films son en su mayoría groseramente incomprensibles, pedantes,
insustanciales y con recursos más bien mediocres para disfrazar esa
trivialidad, intelectualoides que logran sólo apagar la atención, absurdos que
no causan gracia, un ticket de segunda clase para asquearte del cine francés y
uno de primera para una buena siesta. Y por otro lado los adoradores absolutos,
los que no usan su nombre en vano y lo llaman God-Art, las que dicen que, como
con Hákim El Velado, algunos no están en condiciones de apreciarlo; en dos
palabras, los Alain Bergala para quienes al séptimo arte de Godard no todos
tienen el derecho de criticarlo.
“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell
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24/9/15
Marxismo–leninismo–maoísmo–godardismo: 'La Chinoise'
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