“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

1/10/13

La Vanidad | El deseo de reconocimiento se transforma en algo obsesivo y sin límites

Luis Roca Jusmet  |  La película, en su conjunto, no me gustó. Me parece efectista y poco consistente, se va por las ramas y no se centra en la cuestión central, que es la que quiero comentar aquí. Se trata de lo que se presenta como el pecado capital de los humanos: La Vanidad. Esto no quiere decir que el film no tenga elementos muy buenos, como las interpretaciones de Keanu Reeves, Charlize Theron. Algunas escenas, además, tienen mucha fuerza.

El tema del pacto con el diablo, como metáfora de renunciar a todo principio a cambio de la satisfacción de una pasión, es interesante. La pasión es la vanidad, que se plantea como la más devastadora de las pasiones humanas. Vanidad que identifica con narcisismo.  Richard Sennett lleva mucho tiempo planteando que vivimos en una sociedad cada vez más narcisista. Pero él se refiere a que estamos muy pendientes de nuestra imagen y de nuestras emociones. Es algo relacionado pero no es lo mismo.

Feminismo Punitivo | Cuando el género se redujo al castigo

  • “Muchos hombres ven en ellos la razón de la caída de su imperio y se lo hacen pagar a las mujeres. Muchas de ellas sienten la tentación de dar una respuesta mediante la instauración de un nuevo orden moral que supone el restablecimiento de las fronteras. Es la trampa en la que no hay que caer, bajo pena de perder allí nuestra libertad, de frenar la marcha hacia la igualdad y de retornar al separatismo.” | Élisabeth Badinter
Jorge Vicente Paladines  |  Para algun@s lector@s, el presente artículo forma parte del conjunto de irreverencias, indolencias e incomprensiones a las actuales militancias feministas –sobre todo de Ecuador y América Latina–, muy próximo de ser tachado como machista, androcéntrico, misógino o patriarcal. Confieso que no es mi intención hacer una generalización ni abrir una guerra –más– al denotado activismo que ha coronado en la agenda feminista el discurso del castigo, sino, poner en cuestión el por qué su lenguaje social se redujo a un lenguaje penal, haciendo que el debate público hoy en día sea simplemente monotemático, es decir, ubicando exclusivamente en la agenda