“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

17/7/09

¿Y si la virgen María se le hubiere aparecido a Karl Marx?

Nuestra Señora de Lourdes y Bernardette
Omar Montilla


En México se le apareció la virgen de Guadalupe a un indio llamado Juan Diego; en Portugal, en un lugar llamado Fátima, tres pequeños pastores juran y perjuran que se les apareció la virgen María; en Guanare, Venezuela, a unos indios, también se les apareció la virgen de Coromoto. En Lourdes, Francia, una niña de catorce años llamada Bernadette, recogía leña cuando una dama vestida de blanco se le apareció, no una sino ¡18 veces! En una de esas apariciones le dijo: "Yo te prometo que serás muy feliz, no en este mundo, sino en el otro". Parece que la constante es que la virgen siempre se le aparece a niños, a campesinos o a indios. Por decreto del Vaticano, en 1784 se proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción, por lo tanto se asienta por firme y cierta y como principio innegable de la religión revelada a los hombres y testificada por la Iglesia. O sea, no hay discusión.

Pero nos atrevemos a hacer una pregunta: ¿por qué razón la virgen María jamás se le apareció a Sócrates, Platón o Aristóteles? Respuesta: esos chamos vivieron 500 años antes de Cristo. Nueva pregunta: ¿por qué entonces jamás se le apareció a Galileo, a Giordano Bruno, a Beethoven, a Hegel, a Lenin o a Karl Marx? ¿Pueden ustedes imaginarse el revuelo que hubiera causado la virgen si se le aparece a este último? En lugar de haber escrito El Capital o el Manifiesto Comunista, Marx habría escrito un catecismo o la historia de los ángeles, o sobre los milagros de Nuestra Señora de Tréveris, su ciudad natal. Nos habríamos evitado todas esas revoluciones como la rusa, la china o la vietnamita y con ella la vergüenza de la derrota de los gringos, que tuvieron que abandonar a Saigón (hoy Ciudad Ho Chi Minh), colgados de helicópteros. Genial hubiera sido que antes de 1952 la virgen se le hubiera aparecido a Fidel Castro, y así, en lugar de haber conducido y exportado la revolución cubana, podría haber patrocinado innumerables peregrinaciones al santuario de la virgen de la Caridad de El Cobre y hoy estaría recluido en un monasterio dedicado a la vida contemplativa y a la oración. No hubiéramos conocido esa denuncia llamada La Historia me Absolverá, sino algo parecido a “Que la virgen perdone mis pecados”. Los gringos se habrían evitado también la vergüenza por la derrota de Playa Girón.

La conclusión obvia es que ¡la virgen la puso de oro!, o sea hablando decentemente se equivocó. En el caso de Fidel hoy no estaría escribiendo las peligrosísimas “Reflexiones”, sino elevando plegarias al Altísimo y en el caso de Marx, no se hubiera devanado los sesos hablando de plusvalía, sino que habría escrito El Manifiesto anti-abortista o  un sencillo tratado de pedofilia.

Nota

La base de este texto no es de mi creación, pues me la hizo llegar un amigo de un apellido rarísimo: “Rodríguez”. Sólo me he limitado a adornarla y hacerla un poco más abundosa.