Ariel Mayo | Theodor
Adorno (1903-1969) afirmó en alguna parte que el estudio de la sociología debe
iniciarse por los clásicos (1). Esta aseveración puede considerarse correcta en
líneas generales, sobre todo porque los clásicos nos permiten adoptar esa
actitud de distanciamiento tan necesaria al momento de emprender el análisis de
la sociedad. El tomar distancia de los fenómenos sociales no es un tributo al
positivismo, sino un recaudo imprescindible para evitar los peligros de
naturalizar las relaciones sociales. Corresponde aclarar que este
distanciamiento no debe ser interpretado en el sentido de adoptar una actitud
neutral sino que, por el contrario, puede ir de la mano con una fuerte toma de
posición frente a lo que está sucediendo ante los ojos del investigador social.
La Utopía (2)
de Tomás Moro (1478-1535) (3) encuadra perfectamente en la categoría de
clásico. Es cierto que la sociología, en el sentido moderno del término, no
existía en el siglo XVI. Pero una de las cualidades que determinan el carácter
clásico de una obra consiste,