Mauro Berengan
En los últimos meses hemos asistido en Argentina y en todo el
continente a una especie de venezolanización de la realidad. Los
grandes medios nos “informan” cotidianamente de cada accionar
triunfante de la oposición y cada tropiezo aciago del chavismo, en ese
orden y sin excepción. Los gobiernos se reúnen programadamente
de urgencia a hablar de Venezuela, mientras a sus pies se incendian los
palacios –como en el Paraguay. Las redes sociales rebalsan en
comentarios y posiciones de piedra con cada venezolanólogo. Y en la
izquierda argentina el debate divide aguas de militancias cotidianas,
mientras la intelectualidad discurre en ríos de tinta sin descanso.
Esto demuestra no tanto la intención de ocultamiento de realidades
locales por parte de los grandes medios, que claro sucede, si no la
centralidad de la batalla económica, cultural y geopolítica que
se juega en Venezuela. Valga entonces mirar atrás en un intento
más por discutir las visiones hegemónicas de los grandes
medios, pero también aquellas de la “intelectualidad
crítica de izquierda” que, con leves matices nombrados
apresuradamenteal iniciar cada nota, coinciden tantas veces con las
primeras.
Desde mediados de 2012 Venezuela comenzó a ser víctima de una guerra económica integral y creciente, cuyo fin es derrocar al gobierno bolivariano, lograr el control de ese estratégico país y destruir el modelo alternativo al capitalismo que implementa la Revolución Bolivariana. Se trata de una guerra no convencional, que ha logrado en los últimos cuatro años dislocar la economía y generar poderosos impactos humanos. Estos afectan a casi todas las familias en niveles muy severos, sin precedentes en Venezuela y pocas veces acaecidos en el mundo.
Guerra sin balas, es también inhumana y perversa. Desaparece medicamentos e insumos médicos; saca de los anaqueles alimentos básicosy productos de higiene esenciales, desviándolos al mercado ilegal; genera inmensas y continuas colas; provoca hiperinflación y degrada a extremos irritantes la capacidad adquisitiva del bolívar y por ende de los salarios y otros ingresos del pueblo humilde.
Antecedente: Golpe petrolero de 2002Durante el paro empresarial y el sabotaje petrolero de fines de 2002 y principios de 2003, el gobierno de Estados Unidos intentó derrocar a Chávez por la fuerza, luego de fracasar del mismo modo ocho meses antes. Orquestó el nuevo plan golpista basándose enuna parálisis de la economía, respaldada por las transnacionales,los grandes empresarios venezolanos, y buena parte de la gerencia de la empresa petrolera estatal. Y otra vez participaron a tiempo completocasi todos los medios de comunicación privados,los partidos y entes civiles contrarrevolucionarios, y los militaresgolpistas –ahora fuera de la institución–derrotados en abril de 2002.