“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

11/1/17

Natalia Ginzburg, las páginas de un siglo

Natalia Ginzburg ✆  Paolo Galetto
Higinio Polo

Este verano hizo un siglo que nació Natalia Levi, a quien conocemos como Natalia Ginzburg (por el apellido de su primer marido, que quiso conservar), una de las voces más notables de la literatura italiana del siglo XX, pese a que ella pensó siempre que era una autora menor; pero no hay duda de que escritoras como ella (y como Elsa Morante o Leda Rafanelli) componen una mirada imprescindible sobre el novecientos italiano. Natalia Levi era una mujer sencilla, observadora, a veces ensimismada, interesada en la vida cotidiana, aunque fue arrastrada en el torbellino de la desgracia que llevó a su primer marido a la muerte en las prisiones fascistas; era una escritora que construyó a veces, como en su primera novela, personajes que había visto desde su ventana o que se habían cruzado con ella, gente común, personas que disfrutan, como ella, de las pequeñas cosas de la vida, y lo hizo con una mirada a veces triste, que, sin embargo, creía apasionadamente en el ser humano y en la libertad.