“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

13/2/16

Beyoncé, Super Bowl 50 y Panteras Negras

Amy Goodman & Denis Moynihan    /    El Super Bowl 50 fue tal vez la final de la Liga Nacional de Futbol Americano más politizada de la historia. No por el juego en sí, sino por la extraordinaria e intensa actuación que realizó en el entretiempo la superestrella de la música Beyoncé. Este gran espectáculo deportivo, más que ningún otro, es considerado como la cúspide de la fama y del deporte comercial en Estados Unidos, con una audiencia estimada de 110 millones de espectadores en todo el mundo. Beyoncé presentó ante esa gigantesca audiencia una actuación magistral de canto y baile con contenido político que superó ampliamente al juego en sí. La canción que interpretó, “Formation”, ya ha sido consagrada como un himno del black power por una nueva generación, confirmando así a cualquiera que tuviera dudas que el movimiento Black Lives Matter resiste, y con renovado vigor.

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Beyoncé no era la estrella central del espectáculo. La atracción principal era la banda británica Coldplay, cuyas melodías pop de años pasados resultaron algo empalagosas en comparación con lo que vino después. En medio de fuegos pirotécnicos, vestida con una chaqueta negra ajustada al cuerpo, dos cinturones de balas cruzados en el pecho y medias de red, Beyoncé irrumpió en el centro de la cancha acompañada de unas 25 bailarinas, mujeres afroestadounidenses que, vestidas de manera similar y con boinas negras, evocaron el recuerdo de las Panteras Negras en la década de 1960. El simbolismo del show se dio a entender cuando las bailarinas formaron una enorme “X” en la cancha, a modo de conmemoración de Malcom X, el ícono del black power asesinado en 1965.

Star Wars: obsesivo reinicio de una fantasía sociológica

Nicolás González Varela    |    He aquí una muestra de la nueva psicopolítica burguesa de la emoción y del mito. Como decía Borges, en estos tiempos en que los literatos parecen haber descuidado sus deberes épicos, lo épico nos ha sido conservado por films como Star Wars. Nobleza obliga: spoilers primero que nada: el Halcón Milenario vuelve, la Estrella de la Muerte es reemplazada por una gigante réplica a escala planetaria, los hologramas siguen vigentes, The Force se sigue pareciendo demasiado al mítico Anillo de Tolkien y J. J. Abrams es más “spielbergeriano” que “lukácsiano”

La visión de la nueva entrega de la franquicia Star Wars tuvo algo de nostálgico y mucho de dèjá-vu: había tenido la oportunidad de ver la primera entrega en su momento (1977) en el cine como espectador adolescente (¿e ingenuo?) y ahora en un rizo impensable del destino me sentaba con unas coquetas gafas 3-D (by Sony) a ver la última entrega del producto. Por supuesto que Star Wars y su productos seriales han sido analizados ad nauseam desde distintos puntos de vista en tanto mito posmoderno, en tanto cultura popular burguesa: como fuente de intuiciones filosóficas y éticas, como mito imperialista, como proyección de la experiencia popular de los propios EEUU, como representación de los derechos humanos, como visión teológica y religiosa, como cosmovisión de la generación de la clase media durante la Guerra de Vietnam o como producto “blockbuster” de lo que se conoce como New Hollywood (del cual Disney es una de sus usinas principales). La nueva entrega se pliega a esta nueva lógica del mercado Marvel style: se potencia la emulación, la nostalgia por sobre todas las cosas, además de la reutilización de ideas, caracteres y arquetipos narrativos que hayan probado ser lucrativos.

Una negociación política realista: la justicia transaccional

Ricardo Sánchez Ángel   |   El 23 de septiembre de 2015 se firmó en La Habana el Acuerdo de Creación de una Jurisdicción Especial para la Paz entre el presidente de la República, Juan Manuel Santos, y el comandante de las FARC, Timoleón Jiménez. Constituye un avance sustancial en el proceso y puede ser la senda correcta para acordar el final de la guerra. No obstante, el camino sigue siendo culebrero, como lo muestran las reacciones e interpretaciones diversas que han surgido desde el mismo gobierno, el congreso, los medios de comunicación y la opinión pública respecto a dicho acuerdo. Sin embargo, el apoyo nacional e internacional ha sido unánime, con la excepción del Centro Democrático, con su jefe el senador Álvaro Uribe, que se opone a rajatabla.

Luigi Ferrajoli, destacado jurista italiano, en entrevista con Cristina Castro, editora de la Revista Semana, ante la pregunta “Esta semana se anunció el acuerdo de justicia con las FARC. ¿Cómo se resuelve ese dilema de lograr cesar la guerra pero no tener impunidad? ¿Cuánta justicia cree usted que soporta una paz como la que queremos firmar?”, sostuvo: 
“Yo no creo que exista ese dilema. La paz es un valor supremo. Sin paz no hay justicia, no hay democracia, no se puede garantizar ningún derecho fundamental. Desde Thomas Hobbes, la paz ha sido teorizada como la finalidad misma del contrato social. La salida del Estado de guerra al Estado civil se hace con la instrumentalización del derecho al servicio de la paz. En este sentido no hay ninguna contradicción entre paz y justicia. La paz es un presupuesto de la justicia”[2]

Colombia: La i-lógica de la política económica

Kristy Lorena Vivas Olaya    |    La desaceleración que viene experimentando la economía colombianay las presiones inflacionarias, que desvelan al Banco de la República, son ambas resultado de los ajustes estructurales implementados por el país durante las tres últimas décadas. La apertura económica, la liberalización del mercado de capitales, y en los últimos diez años, la promoción de las actividades minero-energéticas, han profundizado el papel de Colombia en la división internacional del trabajo - de proveedora de materias primas- y su carácter de economía dependiente, a tal punto que su crecimiento se ha sustentado en las rentas petroleras,lo que significa mayor vulnerabilidad frente a los choques externos.
 
En efecto, el sostenido crecimiento de la economía colombiana de la última década, cercano a4,6% en promedio anual, solo opacado en 2009 por los efectos de la recesión de 2008, fue productodel crecimiento de las exportaciones de petróleo, promovidas por el sostenido incremento de su precio internacional. A su vez, el auge de las exportaciones y de la inversión extranjera en ese sector contribuyeron con la disminución de la tasa de cambio, lo que redujo los precios de las crecientes importaciones y por esta vía el nivel de los precios internos.

“La Tierra y la Sombra”, la película colombiana de César Augusto Acevedo — Una aproximación

Marino Canizales    |    Se suele olvidar con frecuencia que el artista muestra, no demuestra. Al hacerlo,  interpela la realidad que lo rodea dando cuenta de algunos de los signos de su tiempo, o  de ciertos rasgos que definen el carácter de una época y el lugar en ella de la multiforme condición humana con sus tensiones y conflictos. Debe investigar, sí, pero no tiene por qué ser especialista en temas específicos; si lo es, tanto mejor. Su mirada y su fuerza crítica actúan y se expresan de otra manera cuando se aproxima a procesos económicos, históricos o sociales que  están insertos en la gramática del pasado, o que le son contemporáneos, como es el caso de los efectos perversos de la explotación agroindustrial del monocultivo y las distintas violencias que la sustentan.  A partir de una poética, de unos recursos formales y de sus propios medios de expresión, como también de una valoración específica de sus imaginarios y de los imaginarios colectivos, libremente se aproxima a un punto de vista que le permite construir una realidad ficcional, articulada las más de las veces a una realidad histórica.

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La parcela y la economía campesina de subsistencia en la cual tiene su asiento, tienen  una significación específica para el sociólogo, el economista o el historiador, que las abordan como objeto de estudio. Tanto o más, si una entidad internacional como la Organización de las Naciones Unidas promueve el respeto y garantía de los Derechos Humanos de los campesinos, considerados como “un grupo social específico”[1] y vulnerable.