Gustavo Márquez Marín |
Antes de proceder a una intervención directa, los gringos ensayan el
derrocamiento de gobiernos que no atienden sus intereses y no siguen su
política exterior imperialista, con iniciativas encubiertas destinadas a la
agudización de las contradicciones políticas internas y a profundizar las
debilidades económicas e institucionales del país objetivo, utilizando como
plataforma sus Misiones Diplomáticas. Aprovechan al máximo las
deficiencias de la gestión de gobierno para montar escenarios
desestabilizadores. De ello dan cuenta las sorprendentes revelaciones de
Assange, Snowden y los archivos desclasificados de Washington.
En la lucha por la independencia, es crucial
ganar batallas diplomáticas como la escenificada en la Cumbre de
las Américas de Panamá, pero la victoria definitiva solo será posible,
garantizando la gobernabilidad y la estabilidad económica interna, para
impedir que se vayan a pique las expectativas del pueblo respecto del proceso.
De lo contrario, la mesa estaría servida para que avance el proyecto
restaurador neocolonial, de la mano del gran capital transnacional. Por
ello, hay que atacar las causas estructurales de la crisis, ante el evidente
agotamiento de una política económica que está corroyendo aceleradamente los
logros sociales de la revolución. El gobierno debe encarar la grave
situación de inseguridad y violencia social que compromete la paz y
la soberanía de la Nación. Es crucial enfrentar la corrupción que está minando
la estructura del Estado desestabilizando las finanzas públicas y
erosionando la credibilidad del gobierno.
