“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

24/9/15

Marxismo–leninismo–maoísmo–godardismo: 'La Chinoise'

Una reflexión sobre ‘La Chinoise’, film de Jean-Luc Godard de 1967. Debates, polémicas y una renovación radical en la forma del lenguaje cinematográfico 
 
Luciano Ariel Bazán   |  Jean Luc Godard estrenaba “su china” hace 48 años. Problemática, ciertamente, la controvertida figura del complicado cineasta francés de difíciles películas. Casi como una necesidad, las legiones de los testigos de su obra se dividen entre los absolutos detractores para quienes sus films son en su mayoría groseramente incomprensibles, pedantes, insustanciales y con recursos más bien mediocres para disfrazar esa trivialidad, intelectualoides que logran sólo apagar la atención, absurdos que no causan gracia, un ticket de segunda clase para asquearte del cine francés y uno de primera para una buena siesta. Y por otro lado los adoradores absolutos, los que no usan su nombre en vano y lo llaman God-Art, las que dicen que, como con Hákim El Velado, algunos no están en condiciones de apreciarlo; en dos palabras, los Alain Bergala para quienes al séptimo arte de Godard no todos tienen el derecho de criticarlo.

Caprichosas las posturas, de las cuales Godard acaso se mofaría, ejercitémonos menos seriamente acerca de este “film en construcción” que salió a las calles parisinas en 1967. Fecundo año para el cineasta, en el cual rodó y estrenó otras dos películas: Dos o tres cosas que sé de ella y Weekend. Precisamente La Chinoise es señalada por muchos como un punto de inflexión en el Ars Fílmica del autor, positiva o negativamente. Los primeros dirán que La Chinoise fue el pico o uno de los picos del que consideran el período más genial de Godard, los sesentas y principios de los setentas (Sin aliento, El desprecio, Banda aparte, Pierrot el loco, Masculino-femenino, Weekend). En realidad el comienzo de su degeneración hacia el estilo ininteligible que aún sigue expectorando cosas como El fin del lenguaje, opinarán los otros. A salvo de ambos bandos, digamos que La Chinoise en efecto significó un momento de pasaje que inauguraría la “etapa política” del referente ineludible de la Nueva Ola francesa. Si a fines de los cincuentas, con Truffaut, Rivette y el resto de los directores del movimiento en su cine la frase “Política de Autor” ponía el acento en la palabra “autor”, ya La Chinoise (y lo harán también la dantesca Weekend o la fabril Todo va bien) decididamente pone también en primeros planos la (no arriesgaremos decir “su”) “política”. También la película es considerada anticipatoria de las revueltas obreras-estudiantiles de mayo del ´68, y lo podemos apreciar gráficamente en lo que los jóvenes escriben en las paredes del departamento (símil hermosura a la que embellecería París meses después) y en el pronunciamiento del PCF que en un momento se lee que declara que “la insurgencia violenta y barricadas no son políticamente viables en países capitalistas avanzados como Francia”.
"Un fusil es una idea práctica y una idea es un fusil teórico. Un film es un fusil teórico y un fusil es un film práctico" J.L.G 
Provenientes de la crítica cinematográfica de la revista Cahiers du Cinéma, de las proyecciones de la Cinematheque francesa y a su vez dotados con un bagaje literario, desde un comienzo los nuevos directores de la Nouvelle Vague se propusieron imponerles un estilo propio (de autor) a sus realizaciones. Así como el pintor dibujaba con su pincel y el escritor obraba con su pluma, el cineasta debía hacerlo con su cámara. Críticos y cansados de las formas anquilosadas de la industria cinematográfica francesa, esta nueva generación quiso independizarse de esos cánones e imponer los propios (cámara en mano, filmar en el exterior, filmar la calle, con actores profesionales y no profesionales, guiones laxos). Godard no fue la excepción. Ya en sus films iniciales podemos notar modos del movimiento y propios de violentar las formas clásicas establecidas de rodaje y de edición, fórmulas de descomposición (y composición) del lenguaje cinematográfico que practicaría durante toda su filmografía. Pero para la época de La Chinoise de una escama más se le exigiría desprenderse. “Al principio nos dedicamos a atacar sobre todo los tabús formales y es solamente ahora que comienzo a interesarme por los problemas de contenido. Estaba equivocado…Y, finalmente, las películas que hacía no eran tan diferentes, por sus contenidos, de las de Delannoy… Sólo eran diferentes formalmente”. El nuevo énfasis en el QUÉ que vendría a ser complementado por el ya juvenil CÓMO. Restaba elegir el objeto: ¿filosofía, metafísica, religión? Para La Chinoise sería el pequeño desarrollo teórico-práctico de un quinteto revolucionario desde un departamento parisense. Uno lee en voz alta en el balcón: “El problema principal de la estrategia socialista es crear las condiciones objetivas y subjetivas que posibiliten la acción revolucionaria de las masas, sin la cual es imposible que la burguesía pueda ser combatida y vencida”, y es el comienzo del film. ¿Intención del autor deslizándose? ¿Es el film uno de los procedimientos subjetivos necesarios para despertar la conciencia de las masas?
"Hay que corregir la ideas falsas con imágenes claras" (de un muro de La chinoise) J.L.G
Lo que no induce a Godard al error de sacrificar la forma al nuevo tótem del mensaje; La Chinoise despliega el rico abanico de posibilidades de confección cinematográfica comunes al Godard del período: imposición de letreros, a veces de significado progresivo o vago, entre escena y escena/ cortes bruscos/ falsos fundidos a imagen/ personajes que hablan a cámara/ la auto-referencialidad y la destrucción del pacto de asumir lo que vemos como “real” al dejar las claquetas en el corte final, o al filmar al equipo filmando y entrevistando a los personajes, que a la vez asumen que están en una película, la propia voz en off de Godard interrogándolos/ música diegética empleada ex profeso como extradiegética acorde al momento y música extradiegética arrancando y parando sin un criterio tradicional/ la constante superposición de voces en on u off, de imagen y texto hablado o leído con la que la gimnasia del film obliga a nuestra atención a ir saltando de procedimientos visuales a los que empleamos durante la lectura o pura audición haciendo de la imagen algo secundario o al menos optativo. Vale mencionar que el realizador rodó secuencias independientes a las que dio orden definitivo posteriormente. Y que utilizó unas actrices y actores comunes al nuevo cine francés del momento, como Anne Wiazemsky, Jean-Pierre Léaud y Juliet Berto, sobre los que basó sus personajes (Berto había crecido en la provincia francesa; Léaud era un ambicioso joven actor; Wiazemsky una estudiante que militaba políticamente en la Universidad de Nanterre).
"Una minoría con una línea revolucionaria correcta ya no es una minoría" (de un muro de La chinoise) J.L.G
Acaso el motivo de vivir del grupito de jóvenes radicalizados sobre los que Godard cierne la cámara-microscopio. El departamento en donde comenzarán a estudiar y discutir la estrategia revolucionaria, que también redecorarán con envidiable originalidad, se lo ocupan a una familia (dueña de fábricas) mientras veranea. El convencionalismo burgués progresivamente va mutando y no tarda mucho para que sus paredes exuden iconografías chinas y propaganda de su régimen comunista en forma de cuadritos, collages de fotos contra el fascistoide Johnson de galera y otros enemigos públicos, pinturas heroicas de las masas del proletariado rural chino, dibujos y grafitis. “Mao Mao” de Claude Channes suena a todo volumen. Se van a dar clases de filosofía. Los libritos rojos crecen hasta copar por entero la pared y se los cita en voz alta; “es el pequeño libro rojo que hace que todo se mueva”. El film está enmarcado por la guerra de Vietnam vigente y por las fricciones entre el PC Chino y el Kremlin, divergencias que repercutirán dentro de la entusiasta célula. El drama se suscitará cuando Veronique, desoyendo las citas de Marx y Lenin que se sabe de memoria sobre cómo el análisis concreto de una situación concreta es el alma viviente del marxismo, y que hay que estudiar a consciencia la situación “partiendo de la realidad objetiva y no del deseo subjetivo”, desee trasplantar in vacuo los métodos del terror para provocar “su” Revolución Cultural y no quiera ver el infantilismo masacrante subyacente.
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