“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

20/6/12

En principio era la deuda

Hace unos días, en el Festival Economía 2012 de Trento, George Soros advirtió de una última ventana de oportunidad de tres meses para remediar los problemas de la eurozona. La crisis europea se asemejaría a la crisis de la deuda del tercer mundo en los años ochenta, que afectó especialmente a América Latina. Al igual que entonces, los acreedores (el “centro”) descargan toda la responsabilidad sobre los deudores (la “periferia”). Pero hoy sería aún más grave, porque el centro diseñó las políticas que llevaron a la situación actual. La crisis del Euro es a la vez fiscal (Grecia) y financiera (el resto de los países). Soros teme una eurozona partida en dos, con una Alemania boyante y una periferia deprimida, una especie de imperio con su “hinterland”, muy distinto del “objeto fantástico” que fue la UE en sus inicios y que cautivara la imaginación de tantos.


El siglo XX fue el siglo de las masas: producción en masa, democracia de masas, construcción masiva en suburbios, créditos en masa. En la New Left Review, Wolfgang Streeck, director del Instituto Max-Planck de Ciencias Sociales de Colonia, expone lo que entiende como la tensión subyacente del “capitalismo democrático” de posguerra: el conflicto endémico entre mercados capitalistas y democracia política. Según Streeck, la condición normal del capitalismo democrático no es la de los “trente glorieuses” de la posguerra, sino la de los años de crisis. Al período de bonanza, signado por el entendimiento entre capital y trabajo, siguió el estancamiento a principios de los años setenta. Se recurrió sucesivamente a la inflación, al endeudamiento público, y a la desregulación financiera: “Cada uno”, dice Streeck, “funcionó por un tiempo, pero comenzó a provocar más problemas de los que solucionaba, indicando que una reconciliación duradera entre la estabilidad social y la económica en las democracias capitalistas es un proyecto utópico”. A pesar del tono programático, el planteamiento y buena parte de su desarrollo son provechosos. El artículo fue invocado por Jürgen Habermas, cuando salió en defensa del plebiscito convocado (y no realizado) por el expresidente griego Papandreu en torno al programa de ajustes, argumentando que la democracia estaba siendo subyugada por “los mercados”.

La Frankfurter Allgemeine Zeitung reseñó, al igual que Die Zeit, la aparición en alemán del libro Debt: The First 5000 Years, del antropólogo americano David Graeber, uno de los motores de Occupy Wall Street, y profesor en Goldsmith’s, University of London. También lo hizo la London Review of Books, en artículo reciente y de considerable extensión. En Financial Times, Gillian Tett, directora de la edición de EEUU, y también antropólogo, entregó una corta síntesis del libro, al que encuentra desafiante. Las deudas precedieron a la moneda y el trueque, ya en Mesopotamia, se llevaba la contabilidad de las mismas, pero no existía el efectivo. Y así como en el mundo antiguo los deudores podían acabar siendo esclavos de sus acreedores, hoy los deudoressubprime, o los países del tercer mundo, acaban siendo esclavos de los sistemas de crédito. Sin embargo, en Mesopotamia se hacía periódicamente tabula rasa(se borraban las tablillas), mientras que hoy en día se protege a los acreedores y no a los deudores.

Para Frank Schirrmacher, de la FAZ, el texto de Graeber es un Apocalipsis (en el sentido original griego de revelación), que nos libera de la supuesta racionalidad económica del sistema. Todavía hoy creemos que en el principio era el trueque, pero la deuda vino primero. Es el término moral más absoluto, y se expresa en la idea de la culpa original que ha de ser expiada de por vida. O en las palabras bíblicas: “perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Todas las revoluciones fueron precedidas por el sobreendeudamiento. El verdulero tunecino Mohamed Bouazizi se prende fuego, ahogado en deudas, y desata la primavera árabe. Estudiantes endeudados producen Occupy Wall Street. Graeber estaría abriendo la perspectiva para concebir nuevas formas de economías de mercado sin que sean expesión de la lucha de clases. Según Graeber, todas las creencias han sido puestas en duda durante los años postmodernos, salvo una: que hay que pagar las deudas. Como hemos visto, se trataría de una mentira, pues hay quienes no tienen que pagar: los que prestan dinero endeudándose (los bancos). Para Schirrmacher los alemanes todavía creen que pueden pagar sus deudas. Cuando esto cambie, cambiará todo.

El propio Graeber bosquejó su libro en un artículo para la revista online Muteen 2009. Su punto de partida es la desmitificación de la idea, debida a Adam Smith, de que el dinero se originó a partir del trueque con el fin de hacer el intercambio más simple. Los antropólogos –no así los economistas- saben desde hace tiempo que no hay evidencia de esto por ningún lado. Primero se crearon relaciones de deudas y su contabilidad, sobre todo en plata y cebada, en la Mesopotamia antigua, durante la época de los imperios agrarios. El dinero en moneda apareció probablemente para pagar mercenarios, a principios de la antigüedad clásica, desatando una era de enorme creatividad, pero también de violencia. Su base es la guerra y la esclavitud. Los comerciantes fenicios demoraron siglos en adoptarlo. Se crearon las grandes religiones, y los mercaderes fueron echados de los templos (el ámbito material de los mercados se separa del ámbito espiritual, pero la jerga religiosa adopta el lenguaje financiero). La humanidad puede entonces dividirse en etapas de dinero en moneda y dinero virtual. La Edad Media de crédito virtual fue desplazada por la Edad de los Imperios, renacen la esclavitud y la guerra, y la plata de Potosí –se nos informa- acaba en China, no en España. Desde que EEUU abandonó la paridad con el oro, estaríamos en una era de dinero virtual, al igual que en la antigua Mesopotamia. En estos períodos, instituciones que trascienden al Estado regulan las relaciones entre acreedores y deudores: templos entonces, FMI y Banco Mundial hoy. Sólo que antes existía el recurso del Jubileo, una amnistía general de deudas, mientras hoy esas instituciones buscarían proteger al acreedor exclusivamente.

La oposición mercados-democracia de Streeck se transforma con Graeber en la dupla mercados-estado que sólo puede existir mediante la violencia y cuyo origen es el vasallaje derivado de la guerra y la esclavitud.

En una entrevista en Naked Capitalism, Graeber aclara otros aspectos. El trueque recién aparece cuando los mercados en moneda corriente colapsan por algún motivo. La pregunta del origen del dinero es: ¿cuándo el sentido de estar obligado con alguien se transforma en algo cuantificable? La respuesta: cuando existe la posibilidad de violencia. La mejor forma de blindar una relación de extorsión es transformándola en una de deuda. Graeber no piensa, como Nietzsche, que el sentido de obligación en el deudor es el origen de la civilización. Si así fuera, “comprar y vender sería entonces la primera expresion del pensamiento humano y anterior a cualquier forma de relación social”. Más bien cree, con el antropólogo francés Marcel Mauss, en la existencia de relaciones “comunísticas” regidas por el lema de Marx: “de cada quien según sus capacidades, a cada quien según sus necesidades”. No todo es intercambio: nadie cobra por pasarle un destornillador a otro. “El comunismo”, prosigue, “es en cierta forma la base de todas las relaciones sociales, en el sentido de que si la necesidad es lo suficientemente grande (me estoy ahogando) o el costo suficientemente pequeño (dame fuego) se espera que todos actúen de esa manera”. El libro abre interesantes perspectivas para la discusión, incluso si se consideran discutibles algunos razonamientos.
EL CAFÉ DE PASCAL