“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

20/6/12

Sobre la escritura... ¡y la lectura!

En la biblioteca siempre se encuentran libros especiales ✆ Taeeun Yoo
Eduardo Zeind Palafox

Especial para La Pagina
He regresado a los bajos mundos, a las grandes ligas de la redacción comercial. Hoy he escrito veinticuatro guiones de radio y he fumado cinco cigarrillos, y todo en menos de dos horas. Soy veloz. L. Armstrong ha soplado toda la mañana sus ritmos y mi pluma vuela, improvisando, hasta las sensibilidades del público. He regresado, maldita sea, a las grandes, a las benditas grandes ligas. Jamás me fui de ahí. Jamás dejé de pertenecer al grupo de los mejores.

Como los griegos, yo no acepto soñar en la paz, pero sí en la guerra. Y los que duermen estando en guerra sólo oyen trompetas, oyen los grandes llamados. Y es que "la vida es sueño", según Calderón. Quiero dar algunos consejos. Tales consejos le servirán al redactor en ciernes. Tales consejos me han servido en los últimos ocho años.

El primer consejo que doy consiste en leer como desaforados. Yo leo de todo. Leo el aburrido New York Times y leo El Capital. Leo los periódicos locales, que son redactados por piaras de cerdos, y leo los bonitos libros que venden en las tiendas de autoservicio.

Leo y gozo con la sabiduría de Chaucer y me desdoblo de risa con Moliere. Borges presumía sus páginas escritas, no sus páginas leídas. Tener mucha basura en la cabeza sirve para no despilfarrar nuestros tesoros. He estado con prostitutas que valoran a Tolstoi y he estado con princesas que leen revistas capaces de indignar a Mussolini. De hecho, fue una prostituta la que me introdujo en Virgilio.

Cuando estoy ebrio, acostumbro filosofar. Redactar textos para el cine, para la televisión o para la radio bajo los efímeros defectos del alcohol, es harto lúdico. He insertado, he inoculado en uno de mis baratos guiones un verso de Quevedo, uno que nadie notará. Al menos, al menos puedo educar al público en secreto. Soy de esos escritorzuelos sin nombre y sin fama, y por lógica, sin responsabilidades morales. Y como dijo el poeta Carriego:
"Me disgusta tener preocupaciones
que hayan de conmoverme"

No se escriben las Fleurs du Mal con buenas intenciones. No se escriben libros como los de Bataillé con buena fe. Es necesario, como decía Hemingway, convertirse en un "detector de mierda", en un procesador de mierda. Hijo, no despilfarres tu Shakespeare, no salpiques por doquier simbolismos franceses, no hables con cualquiera sobre Brahms.

Si quieres ganar un poco de pan escribiendo, aprende a callar, aprende a leer basura, aprende a asimilar la mierda y aprende a convertir toda ésa mierda en esculturas vendibles. Hazlo y lo lograrás, lograrás escribir para comer. ¿Has leído, hijo, El Capital? Ahí hay dolor, hay sangre, hay sudor. No sé de otra obra que nos enseñe más sobre las masas, sobre las pueriles masas. Dickens es un niño junto a Marx.

La redacción comercial se hace para las masas, para aturdir, para marear. Deja que un viejo lobo periodístico te enseñe sus trucos y argucias y escribe algunos años para vender cosas, no ideas. Entrénate con los peores, con los redactores burgueses, que son expertos en vender piedras, iglesias y rencores. Lee El Capital aunque sea una condenada vez, condenado escritorzuelo.

Si quieres ser como Faulkner, ganar un Nobel y fornicar con versadas rameras, tendrás que aprender a tolerar putas, idiotas y hambrientos. Si sólo deseas enfrentar a las putas, no estás listo, como decía Bukowski. Lee los cuatro tomos de El Capital y hazlo en español, en el francés de Roy y en buen alemán, es decir, en el de Marx. No importa si te tardas cuatro años leyendo El Capital en alemán. Al final sabrás más que cualquier lector chapucero, de esos que leen mucho y sin tesón.

Además, memoriza mucha poesía, de la mejor, sólo de la mejor. Olvídate de los románticos y aprende poesía clásica. Pero si vas a leer romanceros, que sean los de Byron o los de Lorca. También tienes que saber evitar la mierda, que casi siempre es romántica. Lee poesía y lee a Marx, y cuando te digan que es imposible leer toda la obra del gran Karl, cita esto y déjalos con la cola entre las patas:
"Los seis volúmenes de Schopenhauer,

que no acabaremos de leer"


¿Te gusta? Es poesía de Borges, que siempre quiso ser clásico, duro, blanco. Deletrea los anteriores versos, hazlo como proletario y procura encontrar en ellos tu salvación. Te enseñaré cómo hacerlo… Si Borges no pudo con Schopenhauer, ¿cómo podrás tú con Karl? Porque eres mejor, por eso. Al leer no seas inocente y pregúntate qué quiso decir el autor, pero sobre todo pregúntate qué fue lo que no pudo decir el autor y dilo por él.

Un gran lector entiende silencios. El buen Maynard Keynes dijo lo que nadie había dicho y trató de romper con sus antepasados. Keynes escribió economía como nadie había escrito economía, y por su necedad, se hizo grande. Keynes, qué gran estilista.

Que tu literatura sea superior a tus ideas, porque así tus ideas tendrán que llegar a la altura de tus expresiones, únicas vías de la inteligencia. Lee, pero busca leer a tus mayores. Sólo Goethe podía darse el lujo de leer a un niño, a uno como Byron. Lee lo que nadie entiende. Métete a cagar con un libro de Heidegger o con una crítica literaria de Ezra, y defeca pensando en qué carajos quiso decir Cavalcanti, que tanto extasiaba a Ezra. Y si tienes diarrea, defeca homenajeando a Kant.

Haz que Heidegger y que Kant te expliquen las cosas. Cuestiónalos una y otra vez. La razón pura habla en voz baja, pero habla mucho, dijo Hitchens. Haz que griten o haz que se desesperen, haz que se harten de tus preguntas. Las páginas, hartas de nuestras preguntas, se retuercen, se arrugan, sudan. Lee duro, lee bien, lee mucho y todo el día, como Quevedo, que leía hasta cocinando.

Después de escrutar a Nietzsche cinco horas querrás llorar, querrás saber por qué el mundo está hecho una total mierda. Después de leer a Freud diez horas sentirás que te vuelves loco y aprenderás a confiar en ti. Después de leer a Marx querrás imitar las conductas del gran Ché. Sólo los que leen aprenden a vivir, dijo un clásico castellano, uno de los que releía Darío.

No tires al bote de la basura el trabajo de los mejores. No tienes derecho a ignorarlos, tú, sicofante burgués. Aprende de Poe e imita su técnica magistral. Poe enloquecía con una gota de alcohol y Huxley aprendió a mejorar su lírica con las drogas. Bebe, fuma cualquier porquería o métete sendas pastillas, pero hazlo para ser mejor en tu arte. Los mejores escritores han sido fanáticos de Marx, que es una gran anestesia para sobrevivir en la modernidad.

Mira a Shaw, que citaba a Marx. Mira a Hitchens, que dialogaba satíricamente con M. Berman. Tenemos que regresar a Marx, porque Marx fue un encarnizado estilista. El estilo es traducible, lo es si el traductor es el alma gemela del traducido, como pensaba T. Capote. El Capital es un buen ejemplo de rigor intelectual, y lo es aunque Keynes haya dicho que es un tomo anticuado.

Leer a Marx es leer en voz alta, recio, con valor, con hombría. Es verdad, es verdad que nos explotan. Es verdad que nos roban y es verdad que los escritores son grandes ladrones, ladrones del capital extranjero. John Rawls, en Harvard, no hacía que sus alumnos perdieran el tiempo leyendo paparruchas, y los ponía a leer a los clásicos. Keynes obtuvo una beca para estudiar a los clásicos.

Ahora mismo y en algún bar inglés cercano a Oxford, tres o cuatro futuros revolucionarios hablan acerca de los clásicos marxistas, mientras tú, tú, pierdes el tiempo leyéndome. Aprende, como Spinoza, a transformar los sentimientos en figuras, en líneas, en ecuaciones. Encarna lo abstracto y haz de la vaguedad un vago, y del infierno una fábrica, y con el hambre haz una jungla.

Carga los versos de lord Byron y recítalos frente a tu novia, hazlo mientras ella te practica una felación. Haz de la felación un programa de radio y haz que ella diga cosas duras y sucias, tan duras y sucias como las que dijo Pound en Radio Roma. Piensa como Galileo e imagina que hay un lenguaje hecho de círculos, triángulos y cuadrados. Rompe tal lenguaje, rompe postulados, rompe límites y cuadra el círculo, y circula en el cuadrilátero urbano.

Usa metáforas baratas, pero sólo si estás consciente de que son baratas. Enamora putas con metáforas baratas y encarece tus baratijas escribiendo con amor. No permitas, como dijo Marx, que tu trabajo no se note. Yeats dijo que el tejido de un verso tiene que quedar oculto. Mándalo al diablo. Marx decía que el trabajo del sastre desaparece en el traje, y además dijo que la plusvalía era como dicho trabajo, algo escamoteado.

Deja algunas costuras sin cerrar en tus textos, ya que la perfección delata al novato, como decía el gran Goethe. Lee tus textos en voz alta, y cuando suenen afeminados, deséchalos. Los libros son armas, no flores. Los libros son ladrillos, no mosaicos. Con los libros matamos ideologías y construimos casas rudas.

Lee y compite con el escritor que lees. Lee y piensa en cómo mejorar tus libros leídos. Si quieres escribir de verdad, sigue mis consejos y lárgate a leer a Cervantes, no a mí, escritor en ciernes.