George Orwell ✆ Paul Antonson |
C. M. Woodhouse escribía en el verano londinense de 1954, en
The Times Literary Supplement acerca de la novela de George Orwell, Rebelión en
la granja (Animal Farm), publicada en el mismo mes y años de las explosiones de
las bombas en Hiroshima y Nagasaki, que el novelista había pasado la vida entera
preparándose para escribir esta obra literaria, aunque se consignara que el
tiempo de escritura fuera entre 1943 y 1944, mientras iba en ascenso el
desarrollo del Proyecto Manhattan, el paradigma estadounidense de la carrera
armamentista contra los nazis, hasta su culminación con la destrucción de esas
ciudades japonesas y así dar fin a la Segunda Guerra Mundial. (4)
¿Quieres ver la película? Más abajo te diremos cómo... |
Ahí en esa trama de aconteceres, la pluma de Orwell se
deslizaba para narrarnos una fábula - más que un cuento de hadas- si entendemos
por fábula, un relato ficticio y breve, con intención didáctica, que concluye
con una moraleja final, en la que los protagonistas suelen ser animales.
Yo no sería tan elástico, como Woodhouse, con la definición
de cuento de hadas, de ahí que prefiera el subtítulo que le dan a la obra de
Orwell, los directores de la cinta ejecutada entre 1951 y 1953, Joy Batchelor y
John Halas, los realizadores de dibujos animados a los que les fue encomendada
la tarea de hacer una versión cinematográfica de la novela orwelliana: Una
fábula memorable.
Los realizadores de la versión animada de la obra de Orwell,
contaban la autorización de su viuda, Sonia.
Se trataba de un texto del que su propio marido había
declarado que se había escrito con diseño político, por tratarse de una versión
en clave de fábula de la historia de la Unión Soviética.
Una historia que, bien vale la pena no olvidar, si estamos
de acuerdo con el George Santayana que nos decía: Quien no conoce la historia
está condenado a repetirla.
Pero no se trataría únicamente de evitar la repetición del
totalitarismo estalinista, sino de todo absolutismo, sea éste de derechas o
izquierdas, incluido el totalitarismo neoliberal de la sociedad de libre
mercado, una plutocracia, solapadamente dictatorial, que también hace que como
consumidores todos seamos supuestamente iguales, pero unos más iguales que
otros…
Tras la muerte de Orwell, en el contexto de la Guerra Fría,
pareciera ser que la CIA, quería hacer cine propagandístico, más allá de sus
luchas de espionaje y contraespionaje que bien conocemos por otro género de
cintas.
Llevar al cine, la novela de Orwell resultaba sumamente
atractivo y para cumplir con este objetivo, se obtuvo la autorización de Mrs.
Orwell, quien, ni corta ni perezosa, satisfizo la demanda, creo yo que sin
ingenuidad ninguna; ella debía saber que con ese acto hacia honor a su marido,
de quien se dice que había empezado a tomar posiciones políticas más
conservadoras, que incluso lo llevarían a denunciar ante los tribunales de la
caza de brujas anticomunista, a otros artistas, seres tan bien catalogados como
Charles Chaplin, John Steinbeck y George Bernard Shaw, como auténticos
filocomunistas, en vísperas del pleno desarrollo del macartismo, como bien nos
lo señala Albert Escusa. (5)
Para la realización del filme contarían con la asesoría
técnica del productor Louis de Rochemont, quien encargaría a los socios de la
compañía británica de dibujos animados, Halas & Batchelor, los esposos John
y Joy, el rodaje de la película, a finales de 1951, para cuya realización
contarían con un equipo de ochenta dibujantes, quienes crearían 750 escenas y
300.000 dibujos en color, junto con otro equipo de guionistas, asesorados por
un Consejo de Estrategia Psicológica, con el fin de llevar a la pantalla, la
fábula contada por Eric Blair, nombre real del conocido escritor George Orwell,
para estrenarla tres años más tarde.
Independientemente de esta historieta de intrigas
internacionales y, por anticuado que sea el formato de estos dibujos animados,
yo no me atrevería a negar su valor como obra de arte, con una belleza fílmica
que la hace una obra maestra del cine de animación, más allá de los cuentos de
hadas o las aventuras de los simpáticos personajes de Walt Disney, con Mickey
Mouse, el Pato Donald y Tribilín a la cabeza.
¿Qué mejor formato podría dársele a este supuesto cuento de
hadas de George Orwell que el del cine de animación?
No, creo que ninguno fuera mejor, que sin duda resulta
maravilloso para el relato de fábulas, como esta de Orwell, tan memorable, en
la que no hay nada del mundo mágico de los cuentos de hadas, sino más bien una
historia de un crudo realismo, en un texto donde los animales, son los
personajes principales, en su enfrentamiento con una especie humana, tan sádica
como el hombre de Plauto y Hobbes, que es lobo para el hombre y tanto más con
el resto de los seres vivos que lo acompañan en el mundo creado desde el
génesis bíblico.
Entonces, en la cinta inglesa no vemos ni príncipes, ni
princesas, ni magos, ni brujas, y mucho menos hadas puesto que lo que se nos
muestra no es la tierra de Oz, ni el maravilloso mundo de los hermanos Grimm,
aunque quizás sí comparta una visión del mundo tan maniquea, como la de los
cuentos populares, en la que el universo se escinde en buenos y malos, más en
un momento como el de la postguerra, tras un conflicto bélico de los más
atroces de la historia, que hacía que quien pensara distinto fuera satanizado,
en un planeta a la vez real imaginario, poblado por ángeles y demonios, de
acuerdo con el cristal político con el que se lo mirara.
La versión de Batchelor y Halas me capturo desde un
principio de una manera semejante a cuando tenía la sensación de entrar en un
mundo de ensueños, ya fuera cuando iba a los matinales dominicales, a ver la
magia de los Lumière o cuando en el tocadiscos de mi casa, algún miembro de mi
familia me ponía algún disco de cuentos.
La voz en off del narrador, con el típico ceceo de los
locutores españoles, con un tono pausada y cadenciosa, abre la historia, junto
a la figura cerezos en flor de una hermosa primavera; a pesar de que no
surgiera el “había una vez…” incial de los cuentos tradicionales infantiles,
con su hermosa modulación, sus palabras me evocan un pasado remoto y el
conjunto me lleva a ponerme al borde del encantamiento, atraído por las
ilustraciones animadas de John Reed, el dibujante, quien hacía sus diseños con
la misma elegancia, que había puesto en las versiones de Bambi y Fantasía de
Walt Disney, esta vez, acompasado por la música del compositor húngaro Matyas
Seiber, con lo cual nos todo un equipo creador nos conduce a un universo
fabuloso.
Tal vez, los guionistas de esta maravillosa versión fílmica
resulten más poéticos que el escritor mismo, quien, al menos a mí, me pareciera
más seductor por sus contenidos que por sus formas, puesto que no es lo mismo
iniciar la fábula memorable con un paisaje primaveral, y unas palabras como
éstas:
Al mundo, que todos conocemos, que puede ser o no el mejor
mundo posible había llegado la primavera; pero, toda la magia de esta estación,
no era suficiente para aliviar la tristeza reinante en la granja humana…
A iniciar la historia de la manera con la que arranca el
escritor:
El señor Jones, de la granja Manor, había cerrado con llave
el gallinero durante la noche, pero estaba demasiado bebido, como para recordar
no darse de narices contra las portezuelas…
Sin duda, una narración más escueta y naturalista, que el
tono más lírico de la introducción del filme, de la que salimos para
adentrarnos en la taberna de El León Rojo, a donde, para escapar de los días
aciagos de una economía en retroceso, el señor Jones, se da a la bebida, de tal
manera, que allí, en el bar, se encuentra con la pobreza como compañera una
penuria, de la que él es el único responsable, como representante de una raza
humana decadente.
El estilo de los guionistas continúa siendo mucho más lírico
y poético que el del propio Orwell, hombre de quien se dice que era más un ser
de acción que de pensamiento, un aventurero audaz, que había pasado sus años
mozos entre la soldadesca en Birmania o, entre las tropas comunistas, en España
o como vagabundo por los extramuros de las ciudades, viviendo entre el lumpen
de los bajos fondos, como avergonzado representante de una clase media, que
idealizaba el mundo de parias, sin conciencia de clase, un poco a la manera del
Winston Smith, protagonista de 1984, dada su idealización de las pobres gentes.
Si bien, el novelista había pertenecido al Partido Laborista
Independiente en su Inglaterra natal, en Cataluña y Huesca, durante la Guerra
Civil española, se había adscrito, al Partido Obrero de Unificación Marxista,
donde le tocaría vivir las confrontaciones entre anarquistas y comunistas,
estalinistas y trotskistas, tal vez, lo que haría que se hiciera más del lado
de los primeros y lo llevaría a un total desencanto con respecto a la Rusia
Soviética, además de que podemos colegir la atracción, que ejercía sobre el
narrador británico, la figura de León Trotski, quien tiene un lugar
privilegiado en su última narrativa, tanto en las imágenes de Bola de Nieve y
de Emmanuel Goldstein, personajes hacia los que el escritor pareciera sentir un
particular afecto.
El señor Jones, quien debe representar al Zar de Rusia, es
un hombre amargado, harto de sus animales, a quienes responsabiliza de salirle
demasiado caras, lo que crea miedo y perplejidad en unos y furia en los otros,
en especial, en los representantes de la especia porcina.
Su tormento lo convierte en un hombre violento y, para
defenderse de él, sus animales se reunen en una asamblea secreta, convocada por
el viejo Major, un cerdo marchito, con un rostro evocador de Winston Churchill,
pero con la sabiduría de un Marx y la capacidad estratégica de un Lenin, a la
que asistirán los otros cerdos, Boxer, el más grande y fuerte de los caballos,
Benjamín, el burro, fiel amigo del enorme percherón, más el conjunto general de
los animales de la granja, todos impacientes para asistir a una convención tan
importante.
Major está ya bastante enfermo, deseoso de comunicar, a sus
camaradas, algunas cosas, antes de que sea demasiado tarde; ha vivido una larga
vida y ha tenido mucho tiempo para reflexionar a solas en su pocilga, que le
han permitido concluir que todo lo que los animalillos producen les ha sido
arrebatado, robado y vendido, para, en cambio, ser sometidos al hambre y al
frío; por ello, los incita al derrocamiento del tirano, en aras de más
libertad, a través de una revolución; sin embargo, les advierte que cuando se
hayan liberado del amo humano, no adopten sus vicios, para que mantengan un
ideal de fraternidad, igualdad y solidaridad, ideas que el colectivo animal,
adopta con júbilo y cantos onomatopéyicos, según el sonido que cada uno emite,
de acuerdo con sus diferencias esenciales. Es un simpático coro, que culmina
con el lamento cuando el extenuado conferenciante, el sabio animal, muere como
si fuese el Padre Primitivo de una horda de animales, acallados, finalmente,
por los disparos de la escopeta de Jones.
Pero, al amanecer, ante el hambre, provocado por una
situación insostenible, mientras el amo soporta su resaca, los animales,
liderados por Bola de Nieve, asaltan el establo donde está almacenada la
comida, a donde llega el tirano, de látigo en mano, hasta que los animales
airados se disponen en escuadrón para atacarlo y hacerlo huir despavorido, en
busca de aliados para defenderse de esas bestias.
Ante la respuesta humana, los animales no se arredran y loss
gansos contratacan, como sus congéneres en la batalla de Alia, hasta librar,
todo el conjunto animal, una verdadera batalla campal, que culmina con la
derrota de la especie humana.
¡La libertad ha llegado!
La celebran con himnos onomatopéyicos.
Al tomarse la casa del tirano, con sus trofeos de casa, bajo
la iniciativa de Bola de Nieve, representación de León Trotski, podemos
constatar el incipiente egoísmo de Napoleón, representante de Josef Stalin,
todos destruyen todo aquello que recuerde al opresor.
Ninguno pensó, con excepción de Napoleón, que esa casa fuera
lugar para ellos, mientras bajo la dirección de Bola de Nieve, se preparaban
para la construcción no ya de la Granja Manor sino de la Granja Animal y, como
tras el parricidio, la horda instaura sus tabúes, de acuerdo con todo aquello
que nos ha enseñado el llamado Freud sociológico. (6)
Sus preceptos son éstos:
1. Ningún animal dormirá en una cama.
2. Ningún animal beberá alcohol.
3. Cuatro patas son buenas; dos piernas son malas.
4. Ningún animal matará a otro animal.
5. Todos los animales somos iguales.
Mantener la granja con autonomía es difícil; la estancia no
deja de plantear problemas; los cerdos siempre buscan soluciones para ellos,
instruidos por Bola de Nieve, los resuelven, hasta que el trabajo de la granja
se hace como por arte de magia. Los animales se colaboran entre sí. Boxer se
constituye en la admiración de todos, como un trabajador con una capacidad
máxima.
El éxito de los esfuerzos complace a todos, incluidos
Napoleón y su inseparable amigo el gordito gruñón.
Asistimos casi a una sinfonía pastoral, para nada tonta,
hasta el punto que, con el paso del tiempo, se cumplen todos los objetivos
planteados; la buena cosecha se recoge con rapidez, no sin la envidia del viejo
Jones.
Ahora sí que puede pensarse en el futuro.
Bola de Nieve da cuenta de los resultados de su plan
quinquenal, pero no medido, como en la Unión Soviética, en años sino en meses,
lo que lo lleva a proponer una revolución internacional, una revolución animal
a la que podrían unirse los miembros de otras granjas oprimidas, al grito de:
¡Animales del mundo, uníos!
Ahora la consigna es:
Pacíficas palomas mensajeras, en un revuelo evangélico,
salen a anunciar la Buena Nueva, que no resulta tan bien recibida por algunos
conformistas corderos, con su suerte; ellos se asustan ante la idea de un
posible cambio, pero los que lo pasan mal, como los bueyes, escuchan con gran
interés y ponen en práctica la rebeldía.
Para Bola de Nieve, la educación se convierte en una necesidad
prioritaria para el logro de una mayor equidad entre los animales; así serán
menos burros o, al menos, serán como asnos ilustrados, a la manera de Benjamín
, quien se duerme en las clases de alfabetización o cuando se les enseña
matemáticas, con lindos ábacos, hechos con manzanas, que los alumnos devoran
mientras él enseña que 1 + 2 son iguales a 3 y no como en el sistema de
dolbepensamiento de 1984, en la Oceanía orwelliana, donde si al Estado le daba
la gana 2 + 2 eran 5 y sanseacabó, sin derecho a discusión.
Y así, cada vez es posible llegar a operaciones y teorías
más complejas como al hacer la demostración del teorema de Pitágoras.
Bola de Nieve además opera como un verdadero ingeniero,
mientras Napoleón se ocupa del Poder.
Ante los problemas, Bola de Nieve piensa en el futuro; por
eso, aconseja austeridad, trabajar más y comer menos, claro está que como plan
incial, mientras se logra traer a la granja la electricidad, para hacer menos
fríos los establos durante el invierno, lo cual llegará a ser todo un lujo para
todos y así tener, en cosa de un año, el mejor hogar del mundo.
Pero estos sueños de grandes esperanzas de futuro, a
Napoleón le resultan tonterías, que desmiente y al observar que Bola de Nieve
tiene seguidores, le echa los perros, como guardia pretoriana, para hacerlo
huir y una vez, libre de él, Napoleón toma el mando de la Granja Animal, con la
ayuda de su aliado incondicional, el gordito Gruñón; juntos acaban con las
asambleas, a las que consideran inútiles y, en adelante, bajo el presupuesto de
defender los intereses de su pueblo, tomarán todas las decisiones, para empezar
a construir el molino de viento, soñado por Bola de Nieve, que se hizo en
largas jornadas, en las que los animales trabajaban del alba hasta el
crepúsculo.
Los obreros comen poco, pero el porcino Polit-buró valoran
tanto su función y su trabajo intelectual, que consideran deben alimentarse con
abundancia, además de resguardarse en la casa de Jones, donde duermen en camas,
más allá de los tabúes instituidos por el nuevo contrato social.
Entonces se revisa la Ley:
Ningún animal dormirá en una cama con sábanas, lo que
implica que si puede dormirse en ellas.
El Poder se alerta y también les manda los perros, como a
Bola de Nieve, con el fin de abortar la sublevación de las gallináceas; se da,
entonces, una verdadera purga; para acallar toda insurgencia, hay que
considerarlas traidoras; habrá ovejas que se amedrenten y se autodeclaren
culpables, dispuestas si fuere necesario a ir al matadero.
Entonces, se modificará, de de nuevo, el tabú de la muerte
del semejante:
Ningún animal matará a otro animal sin causa justificada.
Los antiguos himnos proletarios serán prohibidos; no habrá
manifestaciones de duelo.
El comercio entre la granja animal y el mundo exterior se
intensifica mientras el señor Winter se enriquece, lo que provoca la envidia de
los compinches de la taberna, lo que desencadenará un nuevo ataque a la granja.
Las palomas, como fieles espías alertarán del posible
desastre. Napoleón dará su parte de guerra; ahora se trata de luchar o morir
por la Granja de los Animales
Mientras la tropa humana avanza, Jones, en solitario, se
dirige al molino, esa magna obra, evocadora de hermosa pintura de Rembrandt.
Y mientras los otros están en el fragor de la batalla, el
viejo dueño de la Granja Manor, con tacos de dinamita, lo hace volar en átomos,
en un estallido semejante al de Hiroshima y Nagasaki.
Cunde entonces el pánico; la devastación y la desolación son
espantosos; la tristeza, infinita; pero ello, no impide, que se den a la penosa
labor de la reconstrucción, mientras los cerdos se dedican al placer absoluto,
como reyes de la pereza y de la gula.
La labor reparadora de la granja dura años; con un esfuerzo
heroico de Boxer y Benjamin.
Las patas del viejo caballo empiezan a lesionarse, lo que
merma su fuerza y su destreza, hasta llevarlo a un funesto accidente de
trabajo, que la burocracia no tolera y, en la medida, que no habrá otra
alternativa que jubilarlo, el Gobierno, que no está para gastos, lo vende a la
fábrica de cola del señor Winter y convertirlo en gelatina, mientras la
falsedad burocrática trata de aplacar la inconformidad del pueblo.
Con el correr de los años, el molino se levanta como un
monumento al esfuerzo de los animales; pero, por ello, no viviránn mejor; los
cerdos, como los grandes capitalistas, se dan el ancho, con grandes
celebraciones, lo que hace que Benjamín levante su voz contra el nuevo
precepto:
Todos los animales son iguales, pero unos animales son más
iguales que otros.
El rebuzno del asno
trae, de nuevo la unión de los trabajadores, en pro de una causa común,
mientras los ufanos cerdos comienzan a convertirse en humanos, en
contraposición con la advertencia de Major, en un mundo donde la vida es cada
vez peor para la clase obrera; es necesario, entonces, hacer algo por el futuro;
liderada por el jumento, la masa avanza contra la casa, donde tiene su sede el
Polit-buró, como monstruos de una auténtica pesadilla para los poderosos.
Es posible que ese fuera el sueño de la CIA, que una nueva
revuelta ocasionara la caída del Poder Soviético, una solución distinta, que
traicionaría el pesimismo de Orwell, quien tras la revisión del tabú de la
muerte del semejante, lo que nos muestra es que los cerdos continuarían
teniendo la supervisión de la granja, con un Napoleón que fuma la pipa de
Jones, mientras porta sus ropas y su favorita el vestido de seda tornasolada,
que la señora Jones usaba los domingos.
La casta poderosa celebra fiestas con sus vecinos para que
la explotación funcione en todas las granjas; cree que han cesado los tiempos
de la contradicciones y los malentendidos, como si se hubiese llegado al Fin de
la Historia de Fukuyama; ha muerto todo proceso dialéctico; desde su podio, la
casta superior impone orden y disciplina a la masa trabajadora, para que se
cumpla el precepto de que unos animales son más iguales que otros, los
distinguidos por una posición elitista.
Ahora no hay problemas entre los cerdos y los seres humanos;
pueden brindar y hacer chin-chin con sus copas, incluso darse fuertes apretones
de manos; su lucha es la misma, el acceso al Poder omnímodo; si los animales de
la masa se contienen bien, todos tendrán sus propias clases bajas; eso traerá
prosperidad a la Granja de los Animales, que en adelante se llamará la Granja
Manor, como antes, cuando vivía el antiguo amo, el señor Jones; ese es su
nombre correcto y original, lo que hace que los animales rebeldes se retiran en
silencio de la gloriosa escena.
Han pasado los años, se ha dado la Perestroika, ha caído el
muro de Berlín, ha sido superada la Guerra Fría, pero los poderosos, ahora
disfrazados de banqueros, se tragan el dinero que produce un país y aunque se
los rescate, todo parece irse por un hueco negro, sin que caigan para nada, las
tasas de riesgo, y la población se ponga en mayor peligro de caer en la pobreza
absoluta.
Tampoco el mundo neoliberal ha cambiado la cosa, lo que
pareciera darle aún más la razón al pesimismo orewelliano.
¿Habría entonces que volver a pensar en la revolución
permanente de León Trotsky con el fin de que la economía mundial se convierta
en una potente realidad con vida propia, con el fin de no caer en la
desesperanza y volver a encontrar el socialismo como consolación?
Ello implicaría una transformación a nivel mundial. ¿Ahora
que asistimos al fracaso del modelo neoliberal, neoconservador o como se llame,
no volverá a ser más vigente que nunca el concepto trotskista de Revolución
Permante?
La simpatía de Orwell por Trotski pareciera ser innegable,
pues pareciera ser que el desencanto de Eric Blair, con respecto al comunismo
pareciera tener que ver más con una Revolución Traicionada por el poderío de la
burocracia soviética, la cual resultaba como un Poder inquebrantable, como una
indiscutible autoridad, con la grave secuela del Totalitarismo de Estado.
Para ver la película completa cliquea aquí:
1) También había sido el guionista de un filme sobre Martín
Lutero, en 1953, y otra sobre el crimen del siglo, basada en un artículo de J.
Edgar Hoover en 1952. En 1961, lo sería del de la versión cinematográfica de la
obra de Tennessee Williams, La primavera romana de la señora Stone. El filme
sobre Lutero tenía una clara intención propagandística, con un ataque indirecto
a la Iglesia Católica, con imprecisiones psicológicas e históricas, todo lo
cual reduciría su calidad estética de la película, como diálogos complicados y
difíciles de seguir.
2) También colaboraría con Lothar Wolff en El crimen del
siglo, en 1952.
3) Era un compositor húngaro, quien vivió en Inglaterra
desde 1935, un hombre con un estilo ecléctico, con influencias de Berla Bartók,
Arnol Schönberg y el jazz
4) Orwell,
G. Animal Farm. A fairy story. New American Library, Ontario, s.f., pp. V-XIV.
5) Escusa, A. ¿Quién fue realmente George Orwell? Los mitos
orwellianos: de la Guerra Civil española al holocausto soviético.
http://www.eroj.org/comun/orwell2.pdf
6) Freud, S. Tótem y tabú. Algunas concordancias en la vida
anímica de los salvajes y de los neuróticos en Obras Completas (t. XIII).
Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980, pp. 1-165.
NACIONALIDAD:
Anglo-estadounidense
GÉNERO: Cine político, Drama social, Dibujos animados
DIRECCIÓN: Joy Batchelor y John Halas
PRODUCCIÓN: Louis de Rochemont
PROTAGONISTAS: Dibujos animados
GUIÓN: Lothar Wolff (1), Borden Mace (2), Philip Stopp, John Halas, Joy Batchelor. Sobre la novela de George Orwell, Animal Farm
DIRECCIÓN DE ANIMACIÓN: John Reed
MÚSICA: Matyas Seiber (3)
DURACIÓN: 74 minutos
GÉNERO: Cine político, Drama social, Dibujos animados
DIRECCIÓN: Joy Batchelor y John Halas
PRODUCCIÓN: Louis de Rochemont
PROTAGONISTAS: Dibujos animados
GUIÓN: Lothar Wolff (1), Borden Mace (2), Philip Stopp, John Halas, Joy Batchelor. Sobre la novela de George Orwell, Animal Farm
DIRECCIÓN DE ANIMACIÓN: John Reed
MÚSICA: Matyas Seiber (3)
DURACIÓN: 74 minutos