“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

24/9/13

Misticismo, fantasías geométricas más experimentación y cálculo | El modelo de Johannes Képler

Johannes Kepler ✆ Manoj Sharma
José Antonio Gómez Di Vincenzo  |  En la entrada anterior [Ni tan empiristas, ni tan delirantes | La nueva astronomía de Copérnico y Képler] nos habíamos centrado más que nada en la figura de Copérnico para señalar la interacción entre la observación y la experimentación con las partes metafísicas que guían, de algún modo, la elaboración de su modelo astronómico, prometiendo retomar luego, la reflexión acerca de los presupuestos presentes en la obra de Képler. 

Fue el astrónomo alemán quien tal vez más temerariamente defendió las tesis y corolarios copernicanos a finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Pocos antes que él hubieran levantado los estandartes de la nueva ciencia astronómica tan audazmente. Salvo el matemático Rheticus y el radical y polifacético Giordano Bruno, nadie hubiera sido tan valiente como para dar la cara y defender un modelo tan revolucionario y contrario tanto al dogma como a la ciencia ptolemaica.

Képler, sin lugar a dudas, se dejó influenciar por las tesis copernicanas; no sólo por sus aspectos técnicos sino también,
por las partes metafísicas del modelo. El mismo Copérnico aseguraba en De Revolutionibus que el Sol debía hallarse en el centro de todo para así, en el “templo más bello”, dar luz por doquier. Aseveración que impregnó y signó notablemente el pensamiento kepleriano.
Indudablemente, la armonía y sencillez junto a una estética que resaltaba la belleza de las formas que caracterizaban al modelo copernicano atrajeron la atención del joven astrónomo en la época de Tubinga. Así se refería Képler a la teoría de Copérnico:
“Sé, ciertamente, que tengo con ella este deber: como la he confirmado en lo más profundo de mi alma, y como contemplo su belleza con deleite increíble y embriagador, también debo defenderla públicamente ante mis lectores con toda la fuerza de que sea capaz”. [1]

Entonces, el arsenal racional se ponía al servicio de una toma de posición basada en la creencia, el deleite y el amor por lo bello.

Como sea, una de las principales razones que llevaron a Képler a aceptar y defender el copernicanismo fue su creencia y exaltación de la figura del Sol. En efecto, el joven astrónomo seguía y ponía en práctica el “culto al Sol”. Había sostenido, en varias oportunidades, la excelencia del astro aseverando que su esencia es “la luz más pura” y que sólo él es “productor, conservador y calentador de todas las cosas” o que “sólo a él deberíamos juzgar digno del Altísimo dios, si Dios quisiera un domicilio material donde morar con los santos ángeles”.

De este modo, en Képler, la alegoría conectaba lo natural con lo teológico. Al sostener figurativamente que el Sol representaba al Padre, la esfera de las estrellas fijas al Hijo y el medio etéreo al Espíritu Santo, el astrónomo alemán lograba adherir la naturaleza a la Trinidad y hacerse escuchar en el ambiente teológico hegemónico. Por demás, el uso de alegorías naturalistas era muy común en esa época.

En definitiva, como sostiene Burtt en Los fundamentos metafísicos de la ciencia moderna, “la conexión entre Képler, el hombre que rinde culto al Sol, y el Képler que busca un conocimiento matemático exacto de naturaleza astronómica, es muy próxima”.[2]

Képler llevó las cosas mucho más lejos. Su amor por las armonías y las matemáticas y la influencia en su pensamiento del neopitagorismo operaron en su mente llevándolo a pensar que debían existir muchas más relaciones armónicas en el sistema y que todas ellas pueden sacarse a la luz mediante el estudio de los datos que los astrónomos disponen en las tablas. De aquí, la necesidad de trabajar con registros lo más precisos posibles.

Képler se acercó a la figura de Tycho Brahe un año antes de la muerte del genial observador astronómico de Escania, para trabajar con él y finalizar la confección de las tablas que utilizaría para realizar los cálculos que lo llevarían a formular sus famosas tres leyes.

Fue de este modo que el moderno astrónomo ligó la especulación y la superstición  con las armonías matemáticas y su intención de formular leyes precisas que explicaran el movimiento de los astros. Y fue así que especulación, metafísica y experimentación se unieron para dar cuenta de los fenómenos observables. Y si bien Képler insistía en la precisa explicación matemática de lo observado, sus datos siempre se enfocaban desde una teoría y desde una serie de presupuestos metafísicos acerca del funcionamiento del cosmos. Por estas y otras razones, tanto él como su antecesor Copérnico no fueron ni tan empiristas, ni tan delirantes.

Notas

[1] Esta y las demás citas textuales de Képler están tomadas de su Astronomi Opera Omnia.
[2] El autor presenta extensas citas dando cuenta del pensamiento del joven Képler en los años de estadía en Tubinga.