“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

31/1/12

Walter Benjamin y la «decadencia del aura»

El otoño del París Central (después Walter Benjamin) 
por R. B. Kitaj
«La teoría del arte de Benjamin es una teoría de la experiencia (pero no de la experiencia de la reflexión). En las formas de la iluminación profana, la experiencia del aura ha hecho saltar la envoltura aurática y se ha vuelto exotérica. Esa experiencia no se debe a un análisis que saca a la luz y libera lo reprimido. Se obtiene por una vía muy distinta de aquélla por la que pudiera obtenerlo la reflexión, a saber: por la readopción de una semántica que fue arrancada trozo a trozo del seno del mito y que en las obras del gran arte quedó liberada y a la vez conservada mesiánicamente, esto es, para uso de la emancipación.» Jürgen Habermas.

Benjamin, en el famoso ensayo sobre La Obra de Arte en la era de la reproducción mecánica de 1935, describió los cambios esenciales que experimentó el arte en el primer cuarto del siglo XX con el concepto de «pérdida del aura», tratando de explicarlos por el cambio en el campo de las técnicas de reproducción. Benjamin percibe la transformación radical inducida por el cambio tecnológico y la imposibilidad, a partir de 1859, de sostener cualquier estética normativa, de observancia no idealista, que prescinda de la manipulación mecánica de la imagen plástica.

Tal imposibilidad la presenta a un doble nivel, disolviendo el mito clásico de la “unicidad” de la obra de arte, merced a la depuración industrial de las técnicas de reproducción, por una parte; e invalidando para siempre el carácter de afirmación individual del “momento” creativo, por otra. Benjamin parte de un determinado tipo de relación entre obra y receptor, que califica de «aurática». Lo que llama aura puede traducirse en el concepto de inaccesibilidad: «la manifestación irrepetible de una lejanía (por cercana que pueda estar)». Benjamin explica el engarce existente entre el deterioro del aura y la crisis generalizada de la experiencia originaria supuestamente transmitida como tradición:
«La autenticidad de una cosa es la cifra de todo lo que desde el origen puede trasmitirse en ella desde su duración material hasta su testificación histórica».
En nuestros días, sin embargo, «la técnica reproductiva desvincula lo reproducido del ámbito de la tradición. Al multiplicar las reproducciones pone su presencia masiva en el lugar de una presencia irrepetible, y confiere actualidad a lo reproducido al permitirle salir, desde su situación respectiva, al encuentro de cada destinatario».

Esa aproximación aparece así como una suerte de profanación técnica del espíritu puesto en manos de las masas:
«Es de decisiva importancia que el modo aurático de existencia de la obra de arte jamás se desligue de la función ritual. Con otras palabras: el valor único de la auténtica obra artística se funda en el ritual en el que tuvo su primer y original valor útil. Dicha fundamentación estará todo lo mediada que se quiera, pero incluso en las formas más profanas del servicio a la belleza resulta perceptible en cuanto ritual secularizado».
El aura procede, pues, del rito del culto, pero Benjamin piensa que la esencia de la recepción aurática también caracteriza al arte desacralizado tal y como se ha desarrollado desde el Renacimiento. Lo decisivo no es la ruptura entre el arte sacro de la Edad Media y el profano del Renacimiento como resultado de la pérdida del aura. Esta ruptura se desprende de la transformación de las técnicas de reproducción. Para Benjamin, la recepción aurática depende de categorías como singularidad y autenticidad. Pero, precisamente, estas categorías se hacen superfluas frente a un arte (como el cine) que se apoya ya en los avances de la reproducción. La idea fundamental de Benjamin es que mediante la transformación de las técnicas de reproducción cambian los modos de recepción, pero también se ha de transformar el carácter completo del arte. Así, frente a ese primitivo «valor cultural», en la obra de arte predomina hoy su «valor exhibitivo», donde las cualidades estrictamente artísticas y espirituales no pueden sino quedar relegadas a un segundo plano. Se trata, en fin, de «la liquidación del valor de la tradición en la herencia cultural».

El mérito de Benjamin consiste en que con el concepto de aura captó el tipo de relación entre obra y productor, que se da en el seno de la institución arte regulada por el principio de autonomía. Así, apreció que las obras de arte no influyen sencillamente por sí mismas, sino que su efecto está determinado por la institución en la que funcionan; y que los modos de recepción hay que fundamentarlos social e históricamente. Ello implica que la periodicidad de la historia del arte no puede desprenderse sin más de las periodicidades de la historia de las formaciones sociales y de sus fases de desarrollo, que más bien la misión de las ciencias de la cultura consiste en poner de relieve las grandes revoluciones en el desarrollo de sus objetos.

La «decadencia del aura» es una determinación correlativa de la «pérdida de experiencia» que Benjamin apunta como rasgo distintivo de la condición moderna: la conversión de la “experiencia objetiva” –Erfahrung– en “vivencia subjetiva” –Erlebnis–. A este respecto, el deterioro de la experiencia enfática del lenguaje como lugar de verdad y vehículo de la tradición, tiene su origen en la teoría de la “pérdida del aura”. Sus observaciones acerca de la prensa y del papel que desempeña en la formación de la barbarie moderna así lo muestran: la prensa es «indicio» del empobrecimiento de la experiencia. Puesto que, efectivamente, la sensación, la «vivencia» del shock, se erige así en criterio supremo de la «información», en tanto que declina la «narración» como forma tradicional de transmisión de la «experiencia».

El razonamiento de Benjamin se basa, pues, en una concepción distintiva de la experiencia como incrustada en la tradición y, por tanto, conectada con la memoria histórica. Si en El narrador, Benjamin traza semejante concepción de la experiencia en relación con los modos históricos de comunicación, distinguiendo entre la actividad del narrador de cuentos y las nuevas formas de comunicación como la novela moderna o la información periodística, en El autor como productor, la sustitución de la antigua narración por la información refleja la atrofia en aumento de la experiencia. En efecto, la intención de la información periodística es la de aislar lo que ocurre de la esfera en que podría afectar a la experiencia del lector, contribuyendo a ese proceso sus propios principios: brevedad, comprensibilidad y falta de conexión entre las noticias individuales. De esta manera, el individuo, cada vez más incapaz de asimilar los datos del mundo mediante la experiencia, se ve obligado a aceptar información abstraída de la experiencia concreta como sustitución o a buscar otras vías hacia la experiencia de carácter privado y estéril. Es por esto que la modernidad busca la experiencia interior «auténtica», por oposición a la que se manifiesta en la vida uniformada y desnaturalizada de las masas civilizadas. La modernidad busca la experiencia interior vivida individualmente, la vivencia subjetiva. La experiencia conseguida colectivamente se ve sustituida por la experiencia vivida individualmente: la experiencia aurática se ve sustituida por la búsqueda de huellas.

Las teorías de Benjamin resumen con treinta años de anticipación las propuestas de Jauss sobre la recepción de las obras de arte y significan la refutación de la recepción entendida como contemplación. Mientras que la actitud contemplativa del espectador se orienta a la aparición de una lejanía por cercana que esté (el aura), la actitud dialéctica de Benjamin busca hacerse con el «recuerdo» de la cosa, apropiándose conscientemente de lo olvidado, y sin que sea suficiente que lo actual vierta su luz sobre lo pasado. Por eso Benjamin vio en el cine el arte específico de la era de la reproducción técnica, en el que se produce definitivamente la destrucción del aura y la superación de la autonomía estética. En el cine, la desritualización total del arte libera al contemplador, hasta ahora aislado, en una recepción colectiva.