
La tierra latinoamericana se dibuja en los versos del poeta
chileno como un incendiado abrazo que es capaz de iluminar el futuro. En un
espiral de humo, como ecos del fuego, tocaban el cielo las incendiadas palabras
del hombre que acababa de morir. La casa que había bautizado como La Chascona,
que en quechua significa despeinada, como el poeta llamaba a su Matilde, fue
víctima de la violencia que tantas veces demostraron los militares chilenos
durante la dictadura, que a lo largo de diecisiete años destrozó a su pueblo.
Los libros ardían, como si con ellos hubieran podido quemar la esperanza.
Pablo Neruda (Parral, 12 de julio de 1904 - Santiago de
Chile, 23 de septiembre de 1973) dejó su residencia en la tierra apenas doce
días después del Golpe de Estado contra Salvador Allende, pero su palabra
amorosamente militante sigue pronunciando la vida.
Por televisión, Neruda había visto las llamas destruyendo La
Moneda, los tanques disparando por las calles de Santiago, y por emisoras
radiales argentinas escuchó las narraciones que describían cómo los cadáveres
se deslizaban rumbo a la desmemoria, por el río Mapocho. Se inauguraba en Chile
el terrorismo de Estado, el impuesto silencio de la muerte a destiempo y del
olvido obligatorio. Pero no consiguieron acallar su voz, porque Neruda vibra,
desde siempre y para siempre, en la valentía con que los pueblos de Nuestra
América construyen el imprescindible futuro que viene, el que nace de las
entrañas de la tierra adolorida y sembrada de amores.
En 1945 recibió el Premio Nacional de Literatura de Chile, y
ese mismo año fue electo Senador de la República por las provincias de Tarapacá
y Antofagasta, meses después el poeta se integró al Partido Comunista chileno.
Neruda exiliado (1949), Neruda vivo, combativo, militante de
los sueños y las solidaridades. Llegó a París y se quedó unos años en Italia.
Regresó a Chile en 1952, publicó Los versos del capitán y en 1954, Las uvas y
el viento, así como Odas elementales. Luego del triunfo de Allende fue
designado embajador de Chile en Francia. El 21 de octubre de 1971 le fue
concedido el Premio Nobel de Literatura.
En la tierra
En febrero de 1973 y por razones de salud, renunció a su
cargo de embajador en Francia. El poeta que ya se encontraba enfermo y aunque
reposaba en su casa de Isla Negra, seguía escribiendo y trabajando.
Pese a que el Cementerio General donde se realizó el acto
fúnebre, se encontraba rodeado de soldados con ametralladoras, entre la
multitud se escucharon desafiantes gritos en homenaje al poeta. La
Internacional era entonada por los asistentes, quienes dieron así una masiva
muestra de repudio al golpe militar.
América en su voz
Neruda sigue clamando en los versos que nos dejó por las
voces juntas, por los pasos haciendo el mismo camino, por las miradas que
tiemblen ante la miseria impuesta, para liberar y liberarnos del hambre de
centurias y podamos hacer del poema un estandarte de sueños.
Con Neruda nombre de mujer lleva la tierra sembrada de
soles. Esta América nacida en las alturas de México, que besa los mares y
acaricia La Patagonia, sabe de los cantos paridos del dolor y del hambre y
también de la esperanza y de las manos hacedoras de futuros. Esa es la América
que narra Pablo Neruda en el Canto General, publicado por primera vez en
México, en 1950.
En este libro que cuenta la historia nuestra, se relatan las
glorias y los impuestos silencios de una tierra bañada con los colores,
sabores, olores y sonidos que toda la realidad puede contener en su seno.
América, mujer de pasos largos y largos tiempos, de una desnudez vestida con el
verde de la selva y las montañas, la blancura de los salitres y las nieves, el
azul de los mares y de todas las aguas que la surcan, bendecida por las diosas
y dioses con las flores y las voces, maldecida con los desgarrados gritos de la
muerte venida desde lejos y desde adentro.
“Sube conmigo, amor
americano. / Besa conmigo las piedras secretas. / La plata torrencial del
Urubamba / hace volar el polen a su copa amarilla. (…) Ven minúscula vida,
entre las alas / de la tierra, mientras –cristal y frío, aire golpeado- /
apartando esmeraldas combatidas, / oh agua salvaje, bajas de la nieve”.
Así se dibuja ésta, Nuestra América, en los versos de
Neruda. Poeta comprometido con su tiempo y con sus gentes, hacedor de la
palabra divinamente humana, profunda e irreverente, como los saltos de agua,
como el cantar de todos los pueblos.
Nombre de mujer lleva esta tierra. América en mayúsculas.
Germinará de su vientre el tiempo de los posibles y brotará a raudales toda la
risa contenida, la alegría de encontrarse y encontrarnos, diversos y
reconocidos. Eso seremos, un océano de encuentros y de puentes tendidos. Y allí
estará el poeta jugando con las olas del viento, y será la sangre derramada
durante siglos la que hará posible hacer nacer ésta otra América, que se
vestirá de fuegos.
Sube a nacer conmigo, hermano, del Canto General
A través de la tierra juntad todos
los silenciosos labios derramados
y desde el fondo habladme toda esta larga noche
como si yo estuviera con vosotros anclado,
contadme todo, cadena a cadena,
eslabón a eslabón, y paso a paso,
afilad los cuchillos que guardasteis,
ponedlos en mi pecho y en mi mano,
como un río de rayos amarillos,
como un río de tigres enterrados,
y dejadme llorar, horas, días, años,
edades ciegas, siglos estelares.
Dadme el silencio, el agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes.
Acudid a mis venas y a mi boca.
Hablad por mis palabras y mi sangre.