Paul Gauguin ✆ Mujeres de Tahiti |
Especial para La Página |
Los siguientes son apuntes para la conferencia que impartiré
en la Universidad La Salle, que amablemente me ha pedido hable sobre
antropología. He combinado algunas teorías estructuralistas con algunas que han
sido pensadas por los marxistas, que se fijan más en los "modos de
producción" que en los simples datos "históricos", estadísticos
o demográficos. La planeación del antropólogo es un entrenamiento del ojo.
El ojo es incapaz de penetrar con facilidad en las instituciones que están
impresas en el peinado,
en la vestimenta y en el lenguaje de las tribus que observa.
La fotografía es incapaz de testimoniar con la misma facilidad con la que lo hace el ojo de un artista. El artista capta el "soplo", el sentido de una tribu, mientras que un antropólogo sólo capta datos empíricos y groseros que luego tiene que cribar con teorías.
en la vestimenta y en el lenguaje de las tribus que observa.
La fotografía es incapaz de testimoniar con la misma facilidad con la que lo hace el ojo de un artista. El artista capta el "soplo", el sentido de una tribu, mientras que un antropólogo sólo capta datos empíricos y groseros que luego tiene que cribar con teorías.
Para sobrepujar la barrera de la ingenuidad pragmática está
el lenguaje, que tiene diferentes manifestaciones, tales como la música, la
pintura, la escultura o la literatura. Aprendamos técnicas de observación
mirando con tenacidad a las ‘Mujeres de Tahití’, antropológico esbozo creado
por Paul Gauguin, hermano espiritual de Vincent van Gogh y de Paul Cézanne, que
fueron posimpresionistas destacados.
¿Qué buscaban los posimpresionistas? Oigamos la palabra otra
vez: ¡posimpresionistas! ¿Qué hay después de la impresión? ¿Qué queda en la
retina y en la cabeza después de contemplar una fuerte luz? ¿Qué colores
perduran en nuestro entendimiento después de visto algo? Ecos, residuos. La
sombra es el eco del color, el moho el polvo del mar, el dolor el remanente de
la herida. Los datos primigenios de toda práctica pragmática, que no teórica,
están hechos de color, de líneas y de la "vana superficie de las
cosas", como dice un poema de Borges.
¿Por qué es vana la superficie de las cosas, lo que está en
la superficie, la súper ficción? ¿Por qué lo que puede verse es ficticio?
Porque nuestra retina siempre está impregnada de "expectativas". Las
dos conductas primitivas del hombre son la "espera" y la
"destructividad". Siempre estamos esperando, siempre nos relacionamos
con los objetos pasivamente, como esperando oír qué nos dicen, como esperando
ver qué son.
Una encuesta, que está hecha de preguntas, es un instrumento
de medición, y es, al fin y al cabo y para decirlo con todas sus palabras, una
manipulación de la "expectativa". En el modo de preguntar está el
modo de responder. ¿Podemos responder una pregunta científica sin ser
científicos? No, y al hacerlo habrá un desfase semántico, una correspondencia
equívoca entre los términos que formulan la demanda cuestionadora y los
términos que pretenden satisfacerla.
¿Qué es lo primero que vemos en la pintura de Gauguin?
Siempre que hago tal pregunta la gente me dice que ve tristeza, nostalgia,
dolor. Nuestro eterno ‘spleen’ hace
que todo luzca triste, y nuestra tecnocracia hace que veamos pobreza, y nuestra
cinésica teatral, heredada de la comedia griega, hace que veamos gestos
lóbregos, y nuestra proxémica hace que veamos complicidad entre ellas, y nuestra
estética hace que veamos sumisión, y nuestra lógica que nos pese el silencio
que denotan, y nuestra ética nos recuerda, posiblemente, los versos de Kipling,
cantor de las glorias de Inglaterra en la India.
Dice una terca poesía de Pezoa Véliz que "la lectura agobia y anteojos de bruma
pone en la nariz". Y sí, es verdad, que los antropólogos muchas veces
son impotentes para romper muros culturales, pues están encharcados en sus
propias corrientes de pensamiento. ¿Cómo quitar la bruma? ¿Cómo soslayar los
lentes sin quedarnos en la saturada ceguera? Yendo a la pintura. ¿Quién puede
ser mi visor y avisor en un mundo ajeno? Para entender las representaciones
oníricas de los indígenas mexicanos puedo recurrir a las narraciones que hizo
Artaud, y para atisbar los sentires y diretes de las mujeres de Tahití puedo
acudir a los trazos de Gauguin.
Jamás podremos ser otros, y esa es una verdad que debemos
aprender al punto. Como castellanos jamás seremos italianos, y como italianos
jamás seremos argentinos, ni viceversa. Y al querer intentarlo, morimos. ¿No ha
dicho Heráclito que la muerte de la tierra es convertirse en agua, la del agua
mudarse en aire y la del aire fundirse en fuego?
Pero si un francés con ansias americanas pinta algo, o si un
alemán cree que América es mejor, como Goethe, que dijo "Amerika, du has est besser", atendamos. ¿Por qué Alfonso
Reyes fue un verdadero cosmopolita, un heleno, un Ulises criollo, un gongorino
bretón? Porque su erudición era sintética, es decir, porque veía relaciones ahí
en donde los demás veían separaciones. "Que
lo importante y raro no es entender de todo, sino ser diestro en algo" fue
un dicho de Quevedo que a Reyes, universal, poco le importó.
¿Por desventura será que la alegría para las mujeres de
Tahití no es cosa de juego, sino cosa especial, venerada y rara? ¿Y qué tal si
en vez de juzgar a través de nuestros jueces retóricos, oraculares y
científicos lo hacemos a través de un hombre que comparte con las supradichas
mujeres la raza? A ver, a ver qué pasa: "En los dientes, la mañana,/ y la
noche en el pellejo./ ¿Quién será, quién no será? El negro".
Tales versos del poeta cubano Nicolás Guillén, que siempre
traigo en la memoria cuando observo el comportamiento humano, me dicen que la
expresividad occidental, la nuestra, se manifiesta sobre todo por medio del
logocentrismo, de la verborrea, del buen decir, mientras que para otros la
alegría es un trazo, un movimiento, un silencio gracioso, una enseñanza de los
dientes.
Nuestra cortesía es una mascarada (una masacre del rostro),
una costumbre, pero para las mujeres de Gauguin es un sobrante, una necesidad,
algo innecesario. Confundimos el ritual con la cortesía, haciendo de los
rituales observados un equivalente de nuestras galanterías. ¿Qué hacen las mujeres? ¿Oran? ¿Meditan?
¿Reflexionan? ¿Esperan? ¿Preparan? ¿Vemos en ellas una "regresión",
una similar a la descrita por Aldous Huxley en sus ficciones? Empezar a pensar
en todo lo mentado es empezar a tener consciencia antropológica.