“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

17/10/13

Henri Lefebvre y la revolución de la vida cotidiana, la ciudad y el Estado

Kanishka Goonewardena  |  Buena parte de las influyentes lecturas de Henri Lefebvre desarrolladas en el mundo anglosajón han sido parciales y han reflejado de forma invariable preocupaciones meramente disciplinares y académicas o las modas intelectuales dominantes en un determinado período; es el caso de la crítica de la economía política de su pensamiento urbano a principios de los 70 o la lectura geográfico-postmoderna de La producción del espacio a partir de los años 80, que aún persiste en un ‘Tercer Espacio’. El resultado es que muchos Lefebvres viven hoy con nosotros, veinte años después de su muerte, incluido un Lefebvre liberal-demócrata responsable de las interpretaciones más edulcoradas del ‘Derecho a la Ciudad’, completamente afines al status quo. Argumentando contra estas lecturas des-radicalizadoras, el presente ensayo intenta revivir el espíritu revolucionario de su
trabajo sobre las ciudades, la urbanización y el espacio, no a través de una exploración histórico-intelectual al uso de toda su obra, y no sin someterlo al juicio crítico allí donde sea necesario, sino recuperando el sentido del animal político radical y el espíritu anti-filosófico que Lefebvre fue. Mostramos aquí, sin concesiones, a un Lefebvre humanista y marxista heterodoxo a través de una exégesis crítica de los conceptos con los que contribuyó más originalmente al marxismo y con los cuales teorizó lo urbano: vida cotidiana, Estado y totalidad.

¿Qué Derecho a la Ciudad?

Ahora somos todos seguidores de Lefebvre, si a esto se le puede llamar serlo. Porque se ha reivindicado a Lefebvre con distintos fines desde colectivos muy variados, incluyendo a marxistas, heideggarianos y nietscheanos, así como anarquistas, postmodernos y liberales de variadas denominaciones. Su nombre es invocado de forma sistemática en los debates sobre la vida cotidiana, las políticas urbanas y la teoría del Estado, a la vez que determinados aspectos de su obra aparecen en la vanguardia de distintas disciplinas académicas desde la sociología a la arquitectura, desde la geografía a los estudios culturales — aunque curiosamente, no tanto en filosofía, la disciplina con la que estuvo más sistemática y críticamente comprometido. Sin embargo es poco probable que esta enorme variedad de apropiaciones de su obra hubiera gustado mucho a Lefebvre. Un buen ejemplo es la reciente popularidad del concepto ‘Derecho a la Ciudad’, que actualmente es un lugar común en el mundo de los estudios urbanos, el planeamiento y la arquitectura — invocado tanto por David Harvey como por el Banco Mundial, con intenciones radicalmente divergentes. Como es imposible estar de acuerdo simultáneamente con el Banco Mundial y David Harvey, nos debemos preguntar: ¿cómo ha podido el Banco Mundial domesticar el Derecho a la Ciudad en un marco de democracia (neo)liberal, cuando de hecho el programa político específico de Lefebvre, expresado en este eslogan hoy tan popular, era sencillamente cambiar la ciudad para cambiar el mundo (changer la ville, changer la vie!)? Ha sido posible despolitizar el Derecho a la Ciudad y olvidarse de cambiar el mundo —al igual que ha sido posible dar una nueva imagen al concepto hegeliano-marxista de sociedad civil entendido en términos de lucha social, transformándolo en instrumento técnico para la vanguardia del ‘desarrollo’ neoliberal (ONGs), o transformar la concepción anarco-socialista de democracia radical devenida en manual de formación en ‘participación’ y ‘resolución de conflictos’— equiparando una noción descafeinada del ‘derecho a la ciudad’ con una respetable lista de derechos liberales que han coexistido con el capitalismo más o menos pacíficamente desde las Guerras Mundiales.

Si somos capaces de leer los trabajos que realizó Lefebvre sobre el espacio, relacionándolos con el resto de su obra —especialmente con sus contribuciones a la comprensión de la vida cotidiana y ‘lo global’ (Estado y capital) como niveles de la realidad social condicionados por lo urbano— advertiremos el engreimiento y oportunismo del ‘derecho a la ciudad’ democrático-liberal como lo advertimos en otros derechos, incluyendo el derecho a bombardear ciudades en nombre de los ‘derechos humanos’. Aproximándonos a Lefebvre de una forma holística, vemos, veinte años después de su muerte, cómo Lefebvre argüiría que algunos más que usar sus ideas han abusado de ellas y dejaría claro por qué no es amigo de todos, ni puede justificar cualquier ideología.