Gilles Deleuze ✆ Gato Teo |
Nacido en París el 18 de enero de 1925, Deleuze se inscribió
en La Sorbona en 1944 para realizar estudios de filosofía. Con la publicación
de Empirismo y subjetividad (1953), un ensayo en torno a Hume, inicia un
diálogo con la historia de la filosofía y la literatura que produjo textos como
Nietzsche y la filosofía (1962), Proust y los signos (1964), Presentación de
Sacher-Masoch (1967), Spinoza: filosofía práctica (1981) y Foucault (1986).
En 1969 conoció al sicoanalista Félix Guattari, con quien
escribió a dúo el par de volúmenes de Capitalismo
y esquizofrenia: El Anti Edipo (1972), que propone “el esquizoanálisis,
método para analizar las máquinas deseantes y sus productos sociales”; y Mil mesetas (1980), que de entre las
muchas direcciones que indica hace énfasis en tres principales: que “una
sociedad se define menos por sus contradicciones que por sus líneas de fuga”;
otra que “consiste en tener en cuenta las minorías en vez de las clases”. Y una
última, que busca “un principio básico para las “máquinas de guerra”, las
cuales se definirían por una cierta manera de ocupar el espacio-tiempo o de
inventar nuevos espacios-tiempo”; además de Kafka:
por una literatura menor (1975), y ¿Qué
es la filosofía? (1991). También impartió clases en la Universidad de París
VIII de 1969 a 1987; escribió el ensayo Francis
Bacon. Lógica de la sensación (1981) y los libros acerca de cine La imagen-movimiento (1983) y La imagen-tiempo (1985).
Enfermo de tuberculosis desde 1968 tuvo que someterse a una
cirugía en la que le fue extirpado un pulmón. Con los años, sus afecciones se
agravaron y cualquier tarea, por sencilla que fuera, le ocasionaba fatiga
excesiva. El 4 de noviembre de 1995 se suicidó arrojándose desde la ventana del
séptimo piso en el que se encontraba su departamento. Años antes, en 1988,
había aceptado realizar una serie de entrevistas para la TV con la periodista
Claire Parnet, bajo la forma y con el título de Abecedario, y fijando una
cláusula que establecía que el material sólo podría ser utilizado hasta después
de su muerte. En esas derivas de pensamiento a partir de palabras que siguen el
alfabeto, Deleuze pone en claro que para él la enfermedad no es una enemiga
porque no es algo que otorgue sentido a la muerte, sino algo que agudiza el
sentimiento de la vida y permite verse atravesado por ella, dando una visión
real de la vida en toda su potencia y belleza. “¿Cómo obtener beneficios
secundarios de la enfermedad?”, se pregunta, para responder de inmediato: “muy
sencillo: hay que aprovecharla para ser algo más libres”.
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