“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

17/6/13

En México todo mundo se blinda: los ricos, los partidos políticos, los banqueros… ¿Se blindan los olvidados?

Rafael Mendoza Castillo

Inicio estas reflexiones con un pensamiento de Adolfo Gilly: “La revuelta es un corte en el tiempo homogéneo de la historia, dice Walter Benjamin. Ella se nutre de la imagen de los antepasados oprimidos, no de la visión de los descendientes liberados”. Tienen razón, porque la fuerza de la revuelta, de la rebelión, proviene del cúmulo de humillaciones, de despojos, agravios acumulados por las sucesivas generaciones. Veamos.

En este país todo mundo se blinda. Se blindan los empresarios. Se blindan los ricos. Se blindan los partidos políticos. Se blindan los banqueros. Lo anterior permite hacer la siguiente pregunta ¿Por qué no se blindan los olvidados, las clases subalternas, los explotados, los dominados, que son la mayoría? Todo mundo hace pactos o acuerdos. Las cúpulas partidarias hacen pactos y hasta los gobiernos estatales hacen lo mismo. De ahí que necesitamos, los olvidados y explotados, hacer pactos entre nosotros, para defendernos de los pactos y blindajes que llevan a cabo las clases dominantes o explotadoras.

Los ricos, los oligarcas, los plutócratas hacen pactos y blindajes, según ellos, por México, que significa pactar y blindarse para acumular más capital entre ellos. Lo de México es un subterfugio, una trampa, un mito mencionado durante muchos años, para continuar la historia del modelo de acumulación de capital en pocos. Por eso, los explotados, marginados y olvidados, como clases dominadas, deben y pueden hacer un pacto y un blindaje entre ellos, porque al final del día constituyen la voluntad soberana, para beneficio de lo que es común y público, lo de todos.

El pacto social que se inscribe en la Constitución Mexicana es un pacto que se ha utilizado para mantener la continuidad histórica del orden del capitalismo, de la plutocracia. De ese modo la clase social dominante u oligarquía, se opone a la discontinuidad histórica de dicho modelo económico. Las instituciones y leyes que se derivan de los principios del pacto constitucional se han utilizado para reproducir el orden del capitalismo corporativo (empresarial, político y mediático).

Recordemos que el pacto que se ha hecho entre las cúpulas partidarias, viene a destruir los procesos democráticos, al sustituir al Legislativo, la voluntad y decisión de la gente, cuya acción constituyente se convierte en un espectáculo político. Aquí la representación política es ejercida para sí misma y se olvida de la fuente del poder: la soberanía, la comunidad y la voluntad popular.

Los pactos desde el poder de dominación se convierten en pantallas espectaculares y en simulacros para reprimir y esconder, la lucha real de clases, entre explotados y explotadores. En muchas ocasiones lo anterior se sustituye por nombres eufemísticos como patriotismo, intereses nacionales, amor por México o cuando Peña Nieto afirma ganó México.

En este momento histórico, se hace necesario y urgente el hacer un pacto social o contrapoder con los de abajo, los humillados, los olvidados y ya no delegar el poder en manos de los dominadores, de la oligarquía y de la plutocracia. Construir un contrapoder teniendo en común las reivindicaciones del pueblo explotado. Como bien dice Gilles Lipovetsky: “Mientras que las sociedades tradicionales, que enmarcaban estrictamente los deseos y las aspiraciones, consiguieron limitar el alcance de la decepción, las sociedades hipermodernas aparecen como sociedades de inflación decepcionante”.

Hoy, la sociedad mexicana vive la cultura de la ansiedad, la frustración y el desengaño. La gente está decepcionada de las instituciones, tanto públicas como privadas, porque ambas le sirven al interés privado y tienen años esclavizando y domesticando la esfera pública. Vemos y sentimos los procesos neoliberales como modelos que impiden, por diferentes vías, elecciones, consumo, diversión, aburrimiento, que la voluntad popular se rebele, para llevar a cabo un corte histórico que frene y ponga un alto a la continuidad de las humillaciones y despojo, sobre las clases subalternas.

La clase política y la plutocracia ya están pensando en una nueva reforma política para defender la continuidad del tiempo homogéneo de la dominación y de la explotación. Ellos siguen pensando en la eternidad del modelo y sus mecanismos para el robo del excedente, los otros no existen, y si llegan a existir, los ven como medios al servicio del capital y su dominio. Como afirma correctamente Adolfo Gilly: “Así, la conmemoración estatal de las revoluciones mexicanas se convierte en un discurso del poder y de sus instituciones, como si la tarea y la misión de las rebeliones hubiera sido la de fundar ese poder y no la de destruir los poderes antes dominantes”.

Los dominados, los explotados, debemos pensar, no desde los parámetros de la continuidad histórica de los dominadores, sino desde la discontinuidad histórica instalada en las opciones de futuro, de rebeldía, de inconformidad, de la pregunta, no desde la respuesta, que es la del amo del poder, sino desde la fuerza y la imaginación de los de abajo, los pobres, los excluidos. De ese modo paramos el tiempo de la humillación y el despojo de la voluntad popular. El mejor blindaje para las clases subalternas es la lucha teórica y la acción constituyente, para la emancipación humana. Paremos el tiempo de la humillación.

Termino este escrito con un pensamiento de Gilles Lipovetsky: “Al estimular los placeres privados, el bienestar y el ocio, el universo consumista ha dejado sin herederos los grandes proyectos revolucionarios y nacionales, ha minado el espíritu de militancia y las grandes pasiones políticas”. En esto contribuye el duopolio televisivo comercial (Televisa y TV Azteca). Otro mundo es posible.
Título original: Blindaje del capital, historia y decepción