“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

17/6/13

El Mediterráneo en llamas

Miguel Manzanera Salavert

Introducción / Una nueva coyuntura histórica.

Especial para La Página
Cerrar los ojos ante las dramáticas situaciones que están viviendo los pueblos de la ribera mediterránea, y pensar que somos inmunes al incendio que se desarrolla en la región, solo porque pertenecemos a la UE y la OTAN, no es sino una manera más de creerse la ideología oficial neoliberal y dar por buenas las condiciones de desarrollo del capitalismo salvaje en Europa. Combatir esas políticas nos exige una posición coherente en las relaciones internacionales, que nos permita contemplar para nuestra región un futuro pacífico de entendimiento entre los pueblos.

Partimos aquí de una intuición: los cambios que estos años se están produciendo, en la evolución humana y en el desarrollo de las fuerzas productivas, tienen una trascendencia histórica determinante, en el sentido de que modifican las correlaciones de fuerza en la geopolítica mundial, en unas dimensiones que tienen alcance universal. Si todas las coyunturas son importantes, ésta también lo es, y además contiene rasgos que parecen sintomáticos del alborear de una nueva época.


Para poder orientar una política coherente de la izquierda, debemos descubrir en qué consiste la especificidad del actual momento histórico: se trata de la emergencia de una nueva hegemonía en el desarrollo de la civilización, que por primera vez en 500 años no estará liderada por la cultura europea o sus herederas en América y Oceanía. Los recientes sucesos europeos y mediterráneos deben interpretarse en el marco de ese cambio fundamental. Buscamos la respuesta a la siguiente pregunta: ¿cuáles son las repercusiones de esa mutación histórica para el área mediterránea a la que pertenecemos?

Perspectiva histórica

El Mare Nostrum, el mar interior que baña las costas levantinas de la península ibérica, fue la cuna de la civilización en el occidente del mundo antiguo, por la simple cuestión de que las vías comerciales y los medios de comunicación en la antigüedad transcurrían por transporte marítimo. Cuando las técnicas y las máquinas eran todavía rudimentarias y el aprovechamiento de la energía ambiental era todavía primitivo –el fuego del hogar, el viento de las velas, los canales fluviales-, el mar Mediterráneo constituyó una base fantástica para los primeros desarrollos civilizatorios en el occidente del mundo antiguo.

Eso fue hace mucho tiempo, entre 2000 y 3000 años atrás. Más tarde, durante la Edad Media, el océano Índico fue surcado por las naves de los comerciantes árabes de la civilización musulmana, complementando las caravanas que llegaban desde China hasta al-Ándalus. En la Edad Moderna fue el Atlántico, con el descubrimiento de América por los europeos, la vía marítima que hizo posible el desarrollo capitalista. En nuestros días el Pacífico se está convirtiendo en el eje principal del desarrollo económico y científico. Este cambio fundamental del eje civilizatorio es el horizonte bajo el cual debemos comprender la actual coyuntura histórica.

Todos esos desplazamientos han tenido importantes consecuencias en el ámbito cultural mediterráneo. El traslado del centro de desarrollo hacia Asia y el Índico, trajo la expansión del Islam en la Edad Media. La emergencia del transporte a través del Atlántico impulsó la revolución burguesa y el orden político democrático en el norte de Europa, el cual no arraigó en el ámbito mediterráneo sino tardíamente. Por tanto, la cuestión podemos desdoblarla del siguiente modo: ¿qué nos va a traer esta nueva traslación del eje principal del desarrollo de las fuerzas productivas hacia el Pacífico? Y en segundo lugar, ¿cómo afecta esa traslación al ámbito mediterráneo, y además a Europa y a la UE en general?

El ascenso de la República Popular China hacia la hegemonía mundial

La primera constatación, que ha sido proclamada a los cuatro vientos por los medios de comunicación, ampliamente discutida y examinada por los observadores internacionales, es el impetuoso desarrollo de China bajo un sistema económico de mercado, moderado por la planificación estatal. En alianza con un bloque de países que hace tan sólo una década podían considerarse periféricos –Brasil, Rusia (una vez superados los traumas del final de la URSS), India y Sudáfrica-, se incrementan las relaciones Sur-Sur, y el antiguo centro capitalista ve progresivamente vaciada su función reguladora de los flujos económicos a través del control del mercado internacional. Expresión de ello es la crisis financiera, que nos presenta la decadencia de las monedas europeas y norteamericanas (dólar, euro, libra, etc.) en beneficio de monedas sudamericanas y asiáticas (yen, remimbi, real, etc.).

Ese desarrollo ha sido el sostén de la economía capitalista de las últimas décadas, en el sentido de que la producción industrial se ha desplazado hacia esas economías periféricas, y éstas se han encargado de suministrar los bienes de consumo a la creciente población mundial en los cinco continentes. Esa evolución es consecuencia de la globalización económica y las políticas neoliberales, pero desconocemos muchos aspectos de cómo ha sido posible. Necesitamos estudios serios y sin prejuicios del funcionamiento de esas economías emergentes, del papel que ha jugado los Estados nacionales en ese desarrollo económico, de cómo se enfocan las relaciones entre lo público y lo privado, de su estructura económica y las relaciones de producción. En China la Reforma Agraria (la población china se alimenta cultivando solo el 7% del territorio) y la presencia de un Estado fuerte que regule la economía, parecen haber sido elementos esenciales de su actual desarrollo económico. Pero tampoco deben desdeñarse el papel de los factores ideológicos: No puede subestimarse el papel vital que la ideología ha desempeñado en el crecimiento económico chino, por más que ello no constituya un juicio evaluable matemáticamente (John G. Gurley, El desarrollo económico de China comunista).

En todo caso, se debe subrayar la semejanza con otros desarrollos similares acaecidos anteriormente: tras una fase de acumulación primitiva, un fuerte despegue basado en una intensa explotación de la mano de obra barata, sin derechos económicos ni políticos consolidados. Podemos rechazar ese modelo, que se parece demasiado a las condiciones de crecimiento de la economía española en los años 60 bajo el franquismo, a pesar de las evidentes diferencias nominales e ideológicas de ambos procesos. Pero no podemos obviar que esas semejanzas son significativas, en el sentido de apoyarse en leyes históricas, conocidas por la teoría marxista bajo el epígrafe de ‘ley del desarrollo de las fuerzas productivas’. No es tampoco casual que en China se produzcan en estos años las luchas de clases más dinámicas y fuertes, con mayor número de huelgas y conflictos laborales a nivel mundial. Otra cosa sería de extrañar.

Siendo la República Popular China la nación con mayor peso en la economía mundial y el rival más fuerte para la caduca hegemonía europea ‘occidental’ en el mundo, es claro que el futuro depende en buena medida de los acontecimientos en aquella parte del mundo, así como en sus países aliados. El desplazamiento del eje principal del desarrollo hacia el Pacífico, ha convertido el antiguo centro del mundo en su periferia, y la periferia ha devenido centro.

La respuesta belicista de la OTAN

La segunda evidencia es el carácter bélico de la respuesta de las naciones antiguamente hegemónicas agrupadas alrededor de la OTAN. De la guerra de civilizaciones a la guerra contra el terrorismo, pasando por la guerra preventiva, la guerra humanitaria, y otras modalidades de agresión no reconocidas, desde los años 80 –inicio de la era neoliberal- el belicismo ha sido la consigna ‘democrática’ en la carrera por la hegemonía mundial. El desarrollo de la superioridad militar de ‘occidente’ ha constituido el reto principal para conservar el control de las fuentes de materias primas a nivel mundial, en Asia, África y América, acompañado de genocidios y masacres comparables a las peores matanzas de la historia moderna, incluida la Segunda Guerra Mundial. Es obvio además que la batalla por la propaganda acompaña a esas intervenciones militares, creando una realidad histórica falsificada, para consumo de las masas adocenadas en las sociedades de consumo dentro de los países con alto nivel de desarrollo.

Cuna de civilizaciones antiquísimas, uno de los frentes de esa guerra pasa por el Mediterráneo. Desde 1947 con la ocupación de Palestina por el sionismo, hasta la escalada bélica de 2011-2013, con el ataque a Libia y Siria, con episodios intermedios como la guerra yugoslava y el conflicto saharaui, este frente de guerra no ha dejado de estar activo en el último medio siglo. El papel jugado por el Estado español en esos conflictos ha sido imperialista como miembro de la OTAN. Los principales aliados de esta organización son las monarquías feudales del Golfo Pérsico que profesan un islam ultraconservador. Pensemos el ambiguo papel jugado por las potencias occidentales apoyando y combatiendo al mismo tiempo el integrismo islámico terrorista en las guerras de Afganistán, Pakistán, Irak, Libia y Siria. Ese apoyo en los movimientos más conservadores de las sociedades mediterráneas, desfigura completamente la guerra contra el terrorismo, al utilizar a los fanáticos religiosos como arma de guerra contra los regímenes de carácter laico tachados como enemigos.

Debemos reconocer que los verdaderos enemigos de la OTAN en esta guerra de civilizaciones son los Estados laicos, que han sido destruidos uno a uno en las últimas décadas: Afganistán, Irak, Libia, Siria, Pakistán. Incluso una política exterior aparentemente bienintencionada, como fue la alianza de civilizaciones propuesta por Zapatero, fue interpretada como una apuesta por el integrismo musulmán en contra de Estados laicos, acabando con el triste espectáculo de la ministra de defensa de su gabinete, Carmen Chacón, visitando a los terroristas que protagonizaron la rebelión contra el Estado libio. Que esta mujer pueda considerarse aspirante a la secretaría del PSOE es un índice de las prioridades políticas de la clase dominante capitalista europea. Quitando la tímida reacción en la guerra del Golfo, buena parte de la izquierda socialista ha claudicado ante los imperativos de la dominación capitalista, aceptando las necesidades militaristas del comando mundial imperialista, repitiendo una vieja historia demasiado conocida.

Evaluación negativa de la pertenencia del Estado español a la Unión Europea

Antes de debatir qué política debemos impulsar respecto a la UE, sería bueno tener la mayor claridad de ideas, evaluando la inclusión de la economía española en la UE en los últimos 27 años. ¿Realmente nuestra participación en la UE ha sido beneficiosa para nuestro país, o más bien ha sido una calamidad más de nuestra historia?  Veamos algunas de las consecuencias de la decisión tomada en 1986 por el gobierno de González: 
-el desmantelamiento del tejido industrial,
-subordinación de nuestra agricultura y el sector de la alimentación a grandes transnacionales de capital extranjero,
-la destrucción del litoral para construir viviendas y desarrollo monstruoso del sector de la construcción inmobiliaria,
-participación en guerras genocidas al tiempo que se pierde soberanía en beneficio de las alianzas militares,
-endeudamiento privado impagable a corto o largo plazo y recesión económica.

Desde el punto de vista económico hoy podemos decir que esa evolución ha sido muy negativa para nuestro país, incluso si se considera que al mismo tiempo ha traído cierta modernización –que en sustancia no consiste en otra cosa que en la sustitución del sector industrial o secundario de la economía por el sector servicios o terciario, con la consiguiente desaparición de clase obrera tradicional, reemplazada por empleados con aspiraciones a pertenecer a las clases medias-.

Toda esa evolución absurda de la economía española ha tenido como compañía ineludible la aculturación de los pueblos peninsulares, la creación de una vida pública basada en la picaresca y el fraude, y la fe ciega en los medios de propaganda del capital –prensa, radio, tv., y otros medios de comunicación masiva-.  Podemos preguntar consecuentemente: ¿realmente la entrada de España en la UE -y su condición indispensable: pertenencia a la OTAN-, ha sido consecuencia de las ‘aspiraciones europeístas’ del pueblo español, o más bien fruto de una ilusión engañosa que nos vendieron los falsos progresistas que han gobernado España a lo largo de las últimas décadas, bajo la sombra nefasta de los Borbones redivivos?

Un cambio de alianzas

La crisis económica es una oportunidad para el cambio. Aprovechémosla. Un partido político que tiene como horizonte de su acción el tránsito hacia una nueva sociedad socialista, no puede entrar en ese juego aberrante de la agresión imperialista. Nuestro ideal político se manifiesta en el artículo de la Constitución de la II República, donde se afirmaba que España renuncia al uso de la fuerza en las relaciones internacionales.

Como se puso de manifiesto cuando se discutió la entrada de España en la OTAN, la pertenencia a la Unión Europea está indisolublemente ligada a la pertenencia al tratado militar que la sustenta. Sabemos, por los resultados del referéndum, que una parte muy importante de la población española estaba en contra de esa integración, y que sólo a través de la extorsión y el engaño pudo el gobierno del PSOE mantener a España en la OTAN –después de haber entrado con el gobierno de UCD-. Puesto que parecía que así estábamos protegidos frente a nuestras propias fuerzas armadas, las ilusiones democráticas de los pueblos peninsulares en aquellos años, fueron determinantes para conseguir la aceptación de la OTAN por la ciudadanía.

Es forzoso  reconocer que la situación ha cambiado mucho en estas décadas. En una reciente encuesta del CIS de abril de 2013, las únicas instituciones del Estado que merecían el aprobado de los españoles eran las fuerzas armadas, la guardia civil y la policía. No es fácil ponderar los peligros de esa opinión. Todas las demás están profundamente desprestigiadas, incluyendo monarquía, gobierno, parlamento, jueces, partidos políticos, etc. La situación económica y política está pidiendo cambios importantes en el ordenamiento de la economía y en la estructura del Estado. La propia clase dominante es consciente de ello y quiere presentar su propio plan de cambio apoyándose en la sucesión dinástica. Solo espera el momento más oportuno para hacerlo

Las fuerzas progresistas deben presentar su propio proyecto político, independiente de los intereses de la clase dominante. Hoy en día cuando la pertenencia a la Unión Europea resulta ser un obstáculo para el desarrollo de la economía española, y el imperialismo muestra su degeneración a través de guerras genocidas, podemos preguntarnos y preguntar a la ciudadanía, si debemos mantenernos con la misma estructura económica y las mismas alianzas políticas que han llevado al país a la ruina. 

Hay un mundo nuevo que está naciendo más allá de las fronteras de la OTAN, frente a esa cultura moribunda de una civilización decadente y periclitada. ¿Debemos seguir perteneciendo a ese cadáver ambulante que es la OTAN, con su cortejo de crímenes y genocidios, o podemos plantearnos valientemente que es mejor participar de las fuerzas que están construyendo el socialismo a nivel mundial?
           
Propuestas de acción política

Una vez demostrado, por vía de los hechos, que las políticas neoliberales no son capaces de presentar una solución a la crisis provocada por esas mismas políticas, se hace necesario buscar la salida a la crisis en la creación una voluntad política que sea capaz de regenerar la vida social de los pueblos peninsulares, y en el resto de Europa. Esa voluntad será de izquierdas o de derechas, pero su aparición y desarrollo es inevitable y ya está en curso.

La propuesta de la dirección de IU considera la creación de esa fuerza de cambio en el interior de la UE, a partir de los partidos de izquierda con representación en el Parlamento Europeo, agrupados en el PIE. Rechaza adoptar la decisión de romper con el euro, considerada como una opción prematura y dolorosa. La propuesta es agrupar las fuerzas de la izquierda en la lucha contra las políticas neoliberales de la Comisión Europea. Consideramos que este es el debate fundamental: estamos ante una disyuntiva política que debe ser discutida hasta el fondo, sin rechazar con demasiada rapidez ninguna de las alternativas. El ulterior curso de los acontecimientos puede hacer variar las decisiones que se tomen en estos días, dependiendo del éxito de esta propuesta política. Ténganse en cuenta las siguientes consideraciones:

La cuestión de si es posible romper el predominio de las políticas neoliberales en la UE, mientras estén subordinadas a la política de la OTAN, debe ser respondida de forma negativa. El liberalismo viene asociado al imperialismo militarista de la clase burguesa, aceptado pasivamente por la población europea. Tanto como el proyecto de España, unificación de los pueblos peninsulares al servicio de la política imperialista de la monarquía española, el liberalismo europeo ha tenido como constante histórica la expansión económica del modo de producción capitalista a nivel mundial apoyándose en el militarismo imperialista.

La salida de la crisis en el Estado español, profundamente dañado por la corrupción y el fraude, es necesariamente constituyente, y esa necesaria refundación constituyente del Estado español no puede verse subordinada a la creación de un proceso constituyente europeo, que parece harto improbable de conseguir. Es en este punto donde debemos conseguir la convergencia de puntos de vista dentro de IU. La solución que parece justa, debe tomar en cuenta el ejercicio del derecho de autodeterminación de los pueblos peninsulares, tras un amplio debate público, dando origen a la fundación de una o varias Repúblicas (federación, confederación o independencia), y eliminando la monarquía borbónica.

Una vez sentado este principio, debemos buscar alianzas en las fuerzas y movimientos de la región mediterránea, tomando en cuenta las dos orillas. Entonces nos encontramos con un contexto enormemente preocupante. Los conflictos sociales y las guerras civiles que se están desarrollando actualmente en el ámbito mediterráneo, son consecuencia de la actual crisis económica, pero al mismo tiempo han sido provocados por el planeamiento estratégico de la OTAN, con el objetivo de profundizar el control de la región. Esto nos pone ante un panorama histórico muy complicado. Sin embargo, la derrota de los proyectos imperialistas en Siria podría traer cambios fundamentales en la correlación de fuerzas dentro de la región mediterránea, favoreciendo una política más independiente para las naciones del Sur de Europa. Si la revolución anti-imperialista avanza en Oriente Medio y las naciones árabes del norte de África, la mejor opción para nuestro país será optar por insertarse en el nuevo panorama internacional resultante, rompiendo sus lazos con las potencias de la OTAN.

El debate está servido. Deseamos a todos los participantes un provechoso ejercicio de democracia interna, que nos permita tomar la decisión colectiva más adecuada para los intereses de nuestros pueblos, de la clase obrera y de la humanidad entera.