“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

6/11/13

Reflexiones sobre la vida y obra de Paul Sweezy

Diego Guerrero   |  Paul Malor Sweezy  (10-4-1910 | 27-3-2004), uno de los economistas marxistas más conocidos del siglo XX,  […] Neoyorquino e hijo de un banquero de Wall Street –era el más joven de los tres hijos de uno de los cinco vicepresidentes del First National Bank de Nueva York, Everett P. Sweezy, y de Caroline Wilson–, Sweezy estudió en Exeter (en concreto, en el selecto internado Philips Exeter Academy, de New England) y en la Universidad de Harvard (obtuvo el título de bachiller, o B. A., en 1931; y el doctorado, en 1937, bajo la dirección de Joseph Schumpeter, de quien se hizo muy amigo y de quien fue dos años ayudante) y en Londres (London School of Economics, LSE).

Paul M. Sweezy
Víctima del macartismo, no llegó a ser profesor permanente aunque ejerció de profesor visitante en las universidades de Cornell, Stanford y Yale, entre otras, y sobre todo en Harvard (1934-42), trabajo que compatibilizó con su participación en varias de las instituciones características del New Deal rooseveltiano (como el NRPB, Consejo para la planificación de los recursos nacionales; o el Temporary National Economic Committee).

El Wall Street Journal lo describió una vez como el “decano de los economistas radicales”. El New York Times, en su obituario, dijo de él que era “el intelectual marxista más importante de la nación”. Y John Kenneth Galbraith lo consideraba el “especialista marxista más conocido de los
Estados Unidos” en la segunda mitad del siglo XX. Pero antes de hacerse marxista, Sweezy había sido un hayekiano y un keynesiano. Él mismo ha escrito que a su vuelta a los Estados Unidos (1933), tras su estancia en la London School of Economics, se había vuelto un “marxista convencido aunque muy ignorante”. Y lo que tenía claro desde el principio de su carrera de profesor es que, como escribió muchos años después, ya desde sus primeras experiencias docentes “me convencí de que la economía convencional del tipo de la que estudié en Harvard tenía muy poco que aportar a la comprensión de los hechos y tendencias más importantes del siglo XX”. Sin embargo, en esta su primera época escribió sobre Hansen, Hayek, Keynes, Pigou, Veblen, los socialistas fabianos ingleses...; y trabajó también sobre algunos de los temas que estaban de actualidad en la economía académica de entonces, como la distribución de la renta, el desempleo, el oligopolio, el nuevo orden económico internacional, la bolsa..., y hasta la curva de demanda esquinada.

El diario británico The Guardian ha resaltado, en su obituario, la influencia de su estancia en la LSE sobre el cambio de planteamientos ideológicos en Sweezy: “En la LSE, en aquellos primeros y escabrosos años de la Gran depresión, Sweezy atravesó una transformación política e intelectual provocada por la subida de Hitler al poder, la agitación estudiantil, su amistad con jóvenes economistas como Joan Robinson, Oskar Lange y Abba Lerner, sin olvidar las transgresoras clases del profesor de ciencia política de la LSE, Harold Laski”. Howard y King aseguran, en su libro de historia del pensamiento económico marxista, que nada de lo que publicó en la década de los treinta permitía ver en Sweezy algo más que un “keynesiano muy competente y original”, influido por el subconsumismo del liberal John Atkinson Hobson (1858-1940, también influyente en otros marxistas como Hilferding o Lenin), y con una visión de los monopolios que por entonces era compartida por autores como Stuart Chase o Gardner C. Means. También en 1938, Sweezy participó en un librito muy influyente –An Economic Program for American Democracy , que, en opinión de G. Harcourt, no era sino una presentación de la Teoría General de Keynes disfrazada de New Deal a la americana. Según R. Pollin, este libro “era una clara exposición de cómo poner en práctica un programa keynesiano de estímulo a la demanda para luchar contra la depresión. Creo que tuvo una influencia significativa en el momento en que apareció; por ejemplo, Kindleberger lo cita en su historia de la Gran Depresión.”
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