Paisaje de Ceret ✆ Juan Gris |
El camuflaje podía ser pasivo: esconder material bélico,
rutas y puentes; o activo: crear lo que no existía, ejército, aeropuertos,
árboles (o bosques enteros, pueblos) que por dentro
contenían puestos de observación capaces de fotografiar el paso del enemigo. Los talleres se organizaron en París, en la parte trasera de los circos y en la escuela de Bellas Artes; sobre el final de la guerra los camufladores eran casi tres mil, muchos de ellos pintores cubistas.
contenían puestos de observación capaces de fotografiar el paso del enemigo. Los talleres se organizaron en París, en la parte trasera de los circos y en la escuela de Bellas Artes; sobre el final de la guerra los camufladores eran casi tres mil, muchos de ellos pintores cubistas.
De los dos ejércitos de estos días, el poder político y el
poder económico (bancos, corporaciones, capitalismo financiero, Wall Street,
etc.), el que aprendió la lección de Scevola es el poder económico. La esencia
del poder económico es ser invisible, indescifrable, oscuro, capaz de dictar
los destinos de un país o de un continente usando la fuerza del capital
disfrazada de slogans de época: ajuste, austeridad, salvataje, canje,
inversión, deuda.
Quiénes son los cubistas del poder económico, los encargados
de)
disfrazar su ejército uniformado en trajes caros y que nunca chingan hasta
volverlos invisibles? El poder mediático y los organismos internacionales. Los
medios de comunicación se encargan de esconder sus caras y de refregarnos sus
logos. Sus logos han remplazado a sus caras. Son personas pero nunca aparecen
en soledad sino en delegaciones, asambleas, fórum, bancos, holdings; o detrás
de siglas como Fedepopo, Cidecaca, M.D.Shitt, Culorot Inc. Los organismos internacionales (o sea: FAO, ONU, OTAN, TLC,
CEN, BM, FMI), son la segunda tanda de cubistas, por si la primera no es lo
suficientemente efectiva. Estos organismos, dirigidos por tipos más resbalosos
que los banqueros, y de trajes que tampoco chingan, aportan burocracia, lo que
bien se podría traducir como confusión. Entender una movida del capital
financiero es como entender un trámite ante la AFIP multiplicado por mil y en
cualquier idioma que no sea el de uno.
Zygmunt Bauman en "Miedo líquido" cita a Richard
Rorty: "Corremos el riesgo de acabar
con sólo dos grupos sociales auténticamente globales e internacionales: el de
los 'superricos' y el de los intelectuales (...) que asisten a congresos (...)
a medir los daños provocados por sus colegas superricos cosmopolitas".
Dice Bauman: "Rorty podría añadir un tercer 'grupo social' (...) a los
traficantes de droga, a los terroristas y a los delincuentes de todo
tipo...". O sea: La globalización termina siendo el capital que cambia de
mano y de países con malandrines y estudiosos que van detrás. Plata que cambia
de mano, de nombre, de banco, de cuenta, de fondo de inversión, a más velocidad
de la que mi suegra sería capaz de gastarla, es el mérito de los cubistas de
estos días.
Uno se acuesta a dormir la siesta y cuando se levanta, miles
de millones de euros salieron de un banco alemán hacia un banco español
amparado bajo el paraguas metafórico de la palabra salvataje. Luego se barajan
números, estadísticas, se cita el flujo de capital, las tendencias, los
intereses, aparecen las palabras recesión, prima de riesgo, PBI, tasa
resguardada; listo, ya no es posible descifrar qué sucedió con el dinero y
menos a qué bolsillos fue a parar. La tarea de los cubistas está hecha.
Simultáneamente, un político caerá en desgracia Que se joda por no saber de(por
olvidarse un vuelto en su bolsillo. arte!
Es que los políticos, por su propia condición, deben ser
caras más visibles que las mismas estrellas de televisión. El poder político no
puede tener cubistas. A lo sumo puede tener jefes de marketing, decoradores,
asesores, maquilladoras. La esencia de la política es exactamente lo contrario
a la del poder económico. Si no es visible no vale. La visibilidad de la
política es su razón de existir, su meta. Si un político no es visible no puede
ser popular y si no es popular no puede trascender, cautivar, vender, ser
electo.
En bambalinas, protegidos por sus cubistas, el poder
económico sigue haciendo lo que sabe, crecer a costa de sistemas e ideas. En
sus cuevas de Alí Babá, entre putas desnudas e inodoros de oro, con sus
fábricas de muertos de hambre trabajando a todo vapor, el poder económico
aprendió la segunda lección: conviene subvencionar (o corromper, o amenazar) al
otro ejército y ponerlo en la primera línea del frente de batalla, a trabajar
por sus ideas, en defensa de sus bóvedas y a tiro de los insultos y escupidas del
único enemigo posible: nosotros.
Así, el panorama político se volvió de corto plazo, con
figuras efímeras y mediocres, con líderes políticos que dejan de serlo incluso
antes de que sepamos lo que piensan, azotados por el desprestigio, la
corrupción, la impericia. Rajoy: un hombre que no habla sin meter la pata; Peña
Nieto: un presidente que no puede nombrar tres libros; Hollande, un socialista
temeroso; y siguen las firmas.
Que en Europa haya países cuyo poder político coincide con
hombres ligados al poder económico se puede ver como una desprolijidad. Es que
las orgías cansan y las bacanales engordan. Agotados de manipular preservativos
con una sola mano por tener la otra ocupada en una copa de champán o en una
nalga de carne o siliconas, han debido ponerse ellos al frente del ejército
visible. No se alegre, desaparecerán en breve detrás de un slogan creado por un
cubista antes de que podamos escupirlos; son apenas melones que se acomodan
solos ante el embate de la aridez del desierto que están creando.
En medio del campo de batalla está el hombre, el habitante
de un pueblo encerrado entre dos fuegos igualmente mortales. Las bombas caen en
el pueblo porque el pueblo es el campo de batalla. Pero tarde o temprano el
pueblo deberá confiar en uno de los ejércitos si no quiere perecer,
desaparecer. La elección es obvia: sólo podrá acercarse al poder visible, al
ejército visible, simplemente porque es visible. Hacia el otro lado no hay
adónde ir. El horizonte está dibujado por cubistas capaces de hacer de Hitler
un buen padre de familia, y detrás de ese horizonte puede haber un vacío, un
abismo, la muerte.
En algunos países, los dos ejércitos son uno solo; el poder
político Las)es la
avanzada, el poder económico es la quinta columna. víctimas?: la gente, usted, yo, mi suegra. Por
mucho que les cueste reconocer a los agoreros de siempre, en Latinoamérica se
ha planteado una alternativa: desnudar (hasta donde es posible) los engranajes
del poder económico, es decir desactivar el trabajo de sus cubistas, y paralelamente
recuperar la acción política como la única herramienta de transformación
colectiva de la realidad. Ya que hablamos metafóricamente de batalla, diremos:
la única trinchera.
Por muy desprestigiada que esté la política, al punto que su
sola mención suena a palabrota, parece ser la única posibilidad de encontrar un
refugio entre iguales, iguales necesidades, iguales objetivos. De los dos
ejércitos, el único que puede ser el de los buenos es el de la política. Aunque
también puede ser el malo, ejemplos sobran. El del capital está demasiado
escondido detrás del mejor cubismo posible. Entenderlo agotaría nuestras
fuerzas. Tratar de pertenecer a él, nuestras vidas. Queda la solución de
siempre, que dista de ser una solución: rezar en la iglesia; que pertenece un
poco a los dos bandos.
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