medios masivos de comunicación arman permanente alharaca sobre la carrera armamentista en el vecindario, especialmente respecto a Nicaragua, que es un país pequeño, que se califica de agresor, expansionista y frente a quien se “derramará la última gota de sangre”, en patética declaración del presidente Juan Manuel Santos. Mientras Colombia tiene 525.000 hombres en fuerza permanente, Nicaragua tiene 12.209.
Están ocultando una situación aterradora, extremadamente grave
y peligrosa para la paz y la seguridad de Nuestra América y en especial de la
región. Documento lo anterior con el texto del doctor Isaza:
El número de efectivos del Ejército colombiano es el noveno en el mundo. Con sus 525.000 hombres de las fuerzas permanentes es el mayor de América Latina, superando al de Brasil, que tiene 327.000, y es sensiblemente igual a la suma de los hombres en armas de Venezuela, Perú y Ecuador. Es de tamaño similar a las fuerzas militares de Irán, y superior tres veces al ejército de Israel. Es la tercera parte del ejército de los Estados Unidos; tiene 43 veces el número de soldados de Nicaragua. Es superior al de Egipto, similar al de Pakistán, al alemán, al francés y al italiano. Como proporción del PIB, el gasto militar en Colombia es casi el triple de la Comunidad Europea. Es superado en número por los ejércitos de Rusia, India, Corea del Norte, Corea del Sur y China. La cifra en Colombia incluye los efectivos de policía (116.000), ya que emplean armas largas y combaten contra grupos armados”3.
Pues bien, hay que agregar el vertiginoso desarrollo de la
industria militar (INDUMIL), que en Colombia es fabricante de armas de distinto
tipo, incluyendo bombas de alto poder destructivo para la guerra doméstica y
para la exportación. El país viene así a estimular la carrera armamentista en
la región. Leí el pasado 26 de noviembre en El Espectador la siguiente
declaración del doctor Juan Carlos Pinzón, en una nota periodística que decía: “El Ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón,
afirmó que la industria nacional mejorará su producción bélica. ‘Próximamente estaremos
fabricando una bomba con todo el avance tecnológico, con unos horizontes que en
Colombia nunca nos imaginábamos que íbamos a llegar’”4. También dijo que
entre 2011 y 2014 se han invertido en el sector defensa más de 7,2 billones de
pesos.
La geografía y sociedad colombiana están militarizadas en
forma importante5. No sólo porque el país está ocupado por sus propias Fuerzas
Armadas. La consolidación de las derechas económicas, políticas y sociales se
ha dado en una correlación directa con el desarrollo del armamentismo. El
militarismo a la colombiana maneja el orden público, interfiere la justicia, adelanta
la guerra contra la subversión guerrillera, al igual que violenta zonas
indígenas y campesinas6. Las Fuerzas Armadas colombianas, como las venezolanas,
tienen la aureola del mito fundador, de haber sido actores fundamentales de la
independencia al ganar la guerra de liberación al colonialismo español. Ha sido
una fuerza de campesinos y jóvenes de familias proletarias. Los ricos de
Colombia no prestan el servicio militar y cuando algunos lo hacen, los ubican
en actividades de rutina y de bajo riesgo.
Pero hoy, después del paulatino fortalecimiento de los
aparatos de fuerza, se ha creado un estamento militar poderoso en todos los
órdenes, sustento primordial del presidencialismo, dándole al régimen político
su connotación bonapartista. El presidencialismo bonapartista viene a ser la
pieza maestra del ejercicio del poder del Estado. Lo otro, lo republicano y
democrático, son subordinados y atropellados por esta superestructura. La
cultura y lo laico se ven acorralados y signados por la impronta de las
ideologías de la derecha. Se debe adelantar un gran informe con carácter científico
y enfoque crítico y democrático, sobre el papel negativo del militarismo en la
generación de las violencias, la barbarie y las guerras enseñoreadas en la
realidad y la nación. Allí está una de las causas centrales del drama actual, y
uno de los obstáculos para el logro de la paz política.
Se debe abrir paso en la opinión, en la conciencia de todos,
especialmente en los estamentos militares, la necesidad de la reforma militar
democrática, que tiene como objetivo colocar a las Fuerzas Armadas bajo el
imperio de la Constitución y, por ende, de la democracia y los derechos
humanos.
Colombia debate y lucha por una paz política entre las FARC
y el gobierno, y ojala también el ELN. En los nuevos tiempos que están por
venir, que empiezan a abrirse paso, hay que tener en cuenta esta enseñanza de
Gerardo Molina: “El ejército es una parte de la sociedad y no puede escapar a
las leyes que rigen a la evolución del universo político”7.
Mi punto de vista es contra el militarismo y no contra unas
Fuerzas Armadas sometidas a la Constitución democrática, en defensa de la
soberanía y de los intereses populares, completamente independiente de las
multinacionales y de los dueños económicos y políticos del país. La reforma
militar democrática que planteo, quiere tender puentes de convivencia con los
compatriotas en armas de las fuerzas militares.
Notas
1 Véase: Isaza, José Fernando y Campos Romero, Diógenes: “Algunas
consideraciones cuantitativas sobre la evolución reciente del conflicto en
Colombia”, Bogotá, diciembre de 2007. En: 2 Véase: “Informe Especial sobre
el gasto Militar en Colombia”. Revista Economía
Colombiana. Contraloría General de la República, Febrero de 2008. No.
322._4
3 Isaza, José Fernando. “Militarismo”. En: El Espectador,
noviembre 21 de 2013.
4 En: El Espectador. Noviembre 26 de 2013. p. 3.
5 Véase: Fals Borda, Orlando. “Autonomía regional y
ubicuidad militar”. En: Hacia el socialismo raizal y otros escritos. Bogotá
D.C: Ediciones Desde Abajo/Ediciones CEPA, 2007. pp. 63-69.
6 Véase: González, Pablo Elías. Procesos de selección penal
negativa. Investigación criminológica. Bogotá D.C.: Universidad Libre, 2013.
Cap. V. pp. 238-276.
7 Molina, Gerardo. “El ejército y la nación”. En: Revista
Universidad Libre. Bogotá, enero de 1961. No. 11. pp. 47-54.