“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

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23/12/16

Alexander von Humboldt y de cómo el ser humano ha perdido de vista la naturaleza

Alexander von Humboldt
✆ A. Neumann
Esteban G. R. Luna

En una de las ventanas de la planta baja de una perdida cabaña en el condado de Wiltshire, en el brumoso sudoeste de Inglaterra, cuelga un cartel con una calavera y un par de tibias cruzadas en el que se puede leer en inglés el aviso “Peligro. Radioactividad”.  Mirando en el interior a través del polvoriento tragaluz todavía es posible reconocer un taller salpicado de instrumental científico, con las estanterías, las mesas y el suelo repletos de libros, papeles y extraños cachivaches de diferentes formas y tamaños, algunos de ellos con la extraña apariencia de haber sido ensamblados allí mismo. Ahora ese laboratorio casero se muestra casi desierto, pero la advertencia sigue manteniendo alejados a los ladrones y curiosos, como lo hizo durante gran parte de la segunda mitad del siglo XX, en la que bullía en su interior una intensa actividad que no deseaba ser molestada.

Nada en ese tranquilo rincón de la campiña británica, muy cerca de donde se alojan los famosos restos arqueológicos de Stonehenge y Avebury, haría pensar que allí se llevaron a cabo investigaciones secretas de la NASA, en uno de los intentos más ingeniosos para detectar la presencia de vida en Marte, a partir del análisis espectroscópico de la composición de los gases de su atmósfera, ni tampoco que allí supuestamente se idease con la máxima discreción el horno microondas con el que hoy podemos calentar la leche del desayuno.