“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

25/5/07

Yo estoy de acuerdo con los cacerolazos: Con los de ayer y con los de hoy


Déjenme explicar por qué digo eso.


Resulta que una de las formas de la protesta popular fueron los cacerolazos, cuyo origen se encuentra en Argentina. Esta protesta nació para denunciar la situación de pobreza de las masas populares ante las políticas neo-liberales implantadas en nuestro continente a sangre y fuego, como lo fue la religión católica. Nótese que la misma palabra cacerola, indica una procedencia foránea, porque hasta entonces en nuestro país no se usaba con frecuencia esa palabra para designar a esos utensillos (1) de cocina.

Que yo sepa, los ricos nunca han salido a las calles, y menos a asomarse a los balcones para protestar por la falta de algún elemento de la canasta básica, tales como: paté de fois (pasta de hígado, por si algún chavista lo ignora), caviar (2) , diversos tipos de trufas: negra, Périgord, blanca, tartufo blanco piemontés; salmón ahumado noruego (abstenerse del chileno); quesos roquefort, parmesano, gorgonzola, brie, manchego, gruyere, pecorino, mascarpone; agua de evian, perrier o ferrarelle; jamón de jabugo (3) o de Parma (4).

Para refrescar y humedecer el gaznate, nunca deberían faltar los vinos: Oporto, Madeira o Marsala para provocar el apetito; luego continuar con tintos de Burdeos, cosecha 2000, Chianti (5) , nunca olvidar el Beaujolais (en sus denominaciones: Brouilly, Chénas, Chiroubles, Côtes de Brouilly, Fleurie, Julienas, Morgon, Moulin à Vent, Régnié); Tokay (el húngaro, por supuesto), Chateauneuf du Pape, Barolo o de la Rioja; proseguir de acuerdo al menú con Brunello di Montalcino "Castelgiocondo" 2000 de las bodegas Marchesi di Frescobaldi; Chateau Lafite, cavas de Cataluña, Champaña o espumantes de Asti.

Para concluir, un cognac (está de moda el Davidoff Classic) o brandy de Jeréz Solera Gran Reserva o un montilla como los de Alvear, a menos que se opte por un armagnac, blanco o rosado, sobretodo el Floc de Gascuña que se bebe frío como aperitivo y también se utiliza para cocinar el foie-gras fresco a la plancha o en conservas, cordero (de Nueva Zelanda, por cierto), postres, etc. Sólo en casos de extrema urgencia, como un paro-sabotaje petrolero, se pueden recurrir a los vinos chilenos o argentinos.

A los efectos de la sobremesa, un buen habano (Montecristo, Cohíba, Hoyo de Monterrey, Romeo y Julieta, Partagás, H. Upmann, Trinidad, Quintero, Bolívar, Punch, Diplomáticos o Robaina), eso sí sin hacer mucho aspaviento porque si los cazan fumando puros cubanos, pueden perder la visa gringa, a menos que pasen por el bochorno de decir que son tabacos hondureños o dominicanos. ¡Qué horror! El whisky, que sea escocés, de cualquier marca, con tal que su añejamiento supere los 15 años, no menos; el vodka (Stolichnaya. Otras marcas suecas o finlandesas, sólo en caso de emergencia)

Los cacerolazos fueron un medio eficaz de protesta. Memorable fue el cacerolazo que se dio en Caracas cuando querían desconocer el triunfo de Aristóbulo Istúriz a la Alcaldía de Caracas. Mi esposa todavía conserva un colador de pasta (se vale cualquier cosa que suene) totalmente aboyado para recordar tal hecho histórico. Con la llegada de Chávez, las cosas fueron cambiando y se alternaban cacerolazos de la chusma chavista con los de la “jai”, denominada ahora escuálida, hasta llegar hasta ahora que es prácticamente un recurso de protesta de los ricos, y no por razones económicas, sino meramente políticas. Los pobres no cacerolean porque tienen Mercal y otras cosas más como Barrio Adentro, las misiones educativas, etc., etc.

¿Y porqué estoy de acuerdo con los cacerolazos escuálidos? Porque siendo nuestro proceso una forma democrática de ver la vida, hasta los ricos tienen su cabida en la Venezuela de hoy. Prefiero mil veces un cacerolazo en Altamira, a que tranquen el distribuidor del mismo nombre; a que monten en cada esquina de La Castellana, Los Palos Grandes, Valle Arriba o La Lagunita, una guarimba, así sea en su propio perjuicio. Se dieron casos de personas ahogadas en esas urbanizaciones por el efecto nocivo del humo de los cauchos o de personas que tuvieron problemas a la hora de acudir a una Clínica. Prefiero un coro de viejas cacatúas en un balcón a que sus maridos se confabulen para intentar matar al presidente. Prefiero a los pandilleros del este gritando un rato en una esquina a que monten una guarimba. ¿No les parece?

El cacerolazo es una buena forma de protesta y como cada vez son más breves, la cosa es mejor. El cacerolazo sirve para drenar los efluvios antichavistas de estos compatriotas y además es tan cómodo y sencillo: basta salir al balcón, sacar las ollas italianas (que son muy resistentes), divertirse un poco, y ya! Noten que los cacerolazos los programan a la hora de los noticieros, nunca durante la transmisión de una novela. Sirven los cacerolazos para echarle coco a la vecina, para ver quién tiene la pieza de cocina más costosa y sonora. En algunos casos, el manual del perfecto cacerolazo que no está escrito, permite que algunos zagaletones, de los bien alimentados, se aposten en las esquinas griten un rato para luego tornar a sus ocupaciones habituales de la noche: molestar a sus propios vecinos, beber caña, acelerar las motos sin razón alguna, fumar marihuana, una que otra “inyectadita”, un buen “esnifeo” (6) y demás yerbas aromáticas, todo ello en sana paz.

Lo mejor de todo es que los ruidos que producen las cacerolas no perturban el sueño de los trabajadores, que día a día tienen que bregar para hacer a esta patria grande, porque son tan lejanos, infrecuentes y breves, que muchas veces son tomados como las celebraciones del cumpleaños de algún excéntrico.

A manera de advertencia final quiero destacar que no estoy en contra de la canasta básica mencionada, sólo que me produce tremenda envidia no disponer a mi antojo de estos manjares y bebidas, a los que desgraciadamente estoy tan mal acostumbrado. Menos mal que el gobierno no va prohibir ni la importación ni el consumo de estos rubros, como dicen los malintencionados antichavistas.


Notas

1. El Diccionario de la Real Academia (Drae) dice “utensilios”, pero en Venezuela nos da la gana de pronunciarla así.

2. Eso sí, de las variedades de beluga, ossetra o sevruga y no los procedentes de Irán o Azerbaiyán u otros países. Produce horror el caviar artificial.
3. Delicioso jamón producido en la población homónima de la provincia de Huelva, España.
4. Preferiblemente de la marca San Danielle, si no es mucho pedir.
5. Debe ser un Chianti Classico con Denominación de Origen Controlada y Garantizada (DOCG) que es el más costoso de todos los tipos de Chianti que se producen en Toscana.
6. De “snif”, onomatopeya del llanto, que es acompañado de inhalaciones bruscas de aire por la nariz.