Carlo Ponzi
Básicamente el "Esquema Ponzi", bautizado así en “honor” a su creador, el italiano Carlo Ponzi, es una operación de inversión de dinero que se realiza a partir de la promesa de grandes utilidades o de elevados e injustificados rendimientos que finalmente son obtenidos, no por los ingenuos “inversionistas”, sino por la persona (natural o jurídica) que ha recaudado el dinero. Es la típica estafa que genera una situación donde las ganancias son producidas gracias a nuevos “inversionistas” que ceden al encanto y a las promesas de obtener a cambio, elevadas sumas de dinero por la inversión realizada.
El sistema funciona siempre y cuando crezca la cantidad de nuevos inversionistas en el sistema, se basa en la fe ciega, en la creencia de que quien engaña siempre va a cumplir. Y eso no es posible. Esto se demostró durante los años 1996 y 1997. En Albania, el valor nominal de las pirámides, llegó a equivaler el 50% del producto interior bruto del país; dos tercios de la población habían "invertido" en ellas y la violencia que acompañó a su colapso, provocó la caída del gobierno y dejó prácticamente al país en un estado de mayor pobreza y de anarquía, cuyo costo fue la vida de unas 2 mil personas.
Hay otro acontecimiento que está “en pleno desarrollo”, y se refiere a la gigantesca estafa cometida por uno de los inversionistas más grandes y famosos de Wall Street, el señor Bernard Madoff, ex-presidente de Nasdaq (la segunda Bolsa de Valores de New York) y uno de los “inversores” más destacados en los últimos 50 años.
Bernard Madoff fue detenido el11/12/08 por el FBI, tras confesar que habría causado pérdidas de más de 50.000 millones de dólares a sus clientes. Resulta inconcebible que en pleno Siglo XXI, siga funcionando el “Esquema Ponzi”, que es un fraude piramidal como el que se ha descubierto en Colombia: la rentabilidad prometida se paga con el dinero ingresado mediante la entrada de nuevos clientes, no por la producción de bienes y servicios, como es la industria o la agricultura.
Las anunciadas pérdidas de más de 50.000 millones de dólares, una cifra 20% mayor que las reservas internacionales de Venezuela, prometen convertir a este escándalo en uno de los mayores fraudes de la historia. Cuando la empresa Enron quebró en 2001, por lo menos tenía activos para soportar las pérdidas por el orden de los 63.400 millones de dólares.
La empresa “holding” de Bernard Madoff “sólo”, tiene unos 17.100 millones de dólares en activos, no verificados en la realidad. Al menos la mitad de sus clientes son “hedge funds”, que así son los llamados “fondos de inversión libre”, denominados también "fondos de cobertura", o "instituciones de inversión alternativa". Son en esencia una red bien enmarañada de empresas que nada producen, salvo beneficios para sus promotores.
¿Estamos frente a la mayor estafa de todos los tiempos?
Empezaremos por decir que el señor Bernard Madoff empezó sus tracalerías en 1960, y al decir de algunos hizo lo mismo que el ex gobernador del estado Zulia, Manuel Rosales, pues también abandonó sus estudios de Derecho, salvo que aquel los empezó en la Universidad de Hofstra. La firma de Madoff se define, de acuerdo a lo que expone en su página Web: "En una era de organizaciones sin rostro, cuyos propietarios son organizaciones igualmente sin rostro, Bernard L. Madoff Investment Securities LLC se remonta a una época anterior en el mundo financiero: el nombre del dueño está en la puerta. Los clientes saben que Bernard Madoff tiene un interés personal en mantener el intachable historial de valor, gestión justa y de altos estándares éticos que siempre han sido el sello de la firma".
Estos “hedge funds” ya eran anunciados por el diario "El Mundo" (España) en el año 2004 como “… fondos que no están regulados, por lo que las autoridades financieras no tienen control sobre ellos. Su objetivo de inversión es obtener rentabilidades positivas, independientemente de que los mercados suban o bajen, para lo cual invierten en todo tipo de derivados (opciones, futuros, warrants...). Esto significa que esta gigantesca estafa, cuyo fondo está muy lejano de ser alcanzado, no tiene, como cínicamente lo reconoce el propio Madoff, “una explicación inocente”.
Los “hedge funds”, según el diario español “… dirigen siempre su acción allí donde hay volatilidad y movimiento, y pueden obtener rentabilidad en poco tiempo. Su gran poder reside en la ausencia total de limitaciones y en que invierten muy por encima de su patrimonio. Así, es normal que los hedge fund estén apalancados (invertidos) tres, cuatro, ocho o 10 veces por encima de su patrimonio. Precisamente, por invertir muy por encima de sus posibilidades se les denomina fondos de alto riesgo. […] Long Term Capital Management (LTCM), el hedge fund que protagonizó hace unos años la mayor quiebra de la historia del sector, en plena crisis asiática,[1] tenía un capital apalancado 50 veces superior que su patrimonio disponible. Perdió casi 4.000 millones de euros. Se mueven a corto plazo, muchas veces en el mismo día, con grandes cantidades de dinero y posiciones muy agresivas.”
Por descontado damos que personas como Madoff no están solas. En esta era de capitalismo salvaje, cuyo rostro apenas empezamos a dibujar, los capitales y los capitalistas se mueven en la oscuridad. Es gracias a este escándalo que se conoce este apellido, de lo contrario hubiera pasado por desapercibido. Sólo muy pocos son los que emergen, como los DuPont, Morgan, Rockefeller, etc. El resto permanece en el anonimato por la obvia razón de que sus propósitos son, nada inocentes.
Actualmente, casi todas las instituciones en bancarrota en el mundo están fundadas en el “Esquema Ponzi” y se vinieron abajo porque este sistema siempre tiene fecha de vencimiento, y la burbuja financiera, como las pompas de jabón, tienen capacidad limitada de expansión. Por ejemplo el terremoto del desaparecido Banco de Inversión Bearn Stearns tuvo lugar porque se vio impelido a acudir al rescate de uno de sus "hedge funds" , el entonces denominado “The Bearn Stearns High Grade Structured Credit Fund”, a quien auxilió infructuosamente con cerca de 3.200 millones de dólares.
De la codicia y la avaricia: la enfermedad terminal del capitalismo
La estafa cometida en Colombia, en la que tienen metidas sus manitas los hijos del presidente Uribe, es una minúscula operación frente a esta colosal crisis que se suma a las debacles en curso y a las que están por venir. El elemento común que une a toda esta trama de vagabunderías es la codicia. Según la Fiscalía colombiana, en el país funcionan 240 pirámides y hasta hoy sólo 67 han sido intervenidas. En total, hasta ahora las autoridades han incautado apenas 58.000 millones de pesos, poco más de 25 millones de dólares.
La codicia (avaricia) no es el inocente afán excesivo de riquezas, o aquel apetito sin mesura por las cosas buenas de la vida, el descarnado deseo sensual, que en este envoltorio cándido condenan las religiones. Es todo eso multiplicado sin recato a niveles insospechados de degradación, con el aplauso de gobiernos, iglesias y corporaciones.
Adam Smith, escribió en “La riqueza de las Naciones” [2]: "No es la benevolencia del carnicero, el panadero o el cervecero lo que nos proporciona nuestra cena sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio. No nos dirigimos a su humanidad sino a su propio interés, y jamás les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas. Sólo un mendigo escoge depender básicamente de la benevolencia de sus conciudadanos". Esta es la justificación filosófica de la codicia neoliberal a la que se le adhieren sin pestañar la iglesia católica y las confesiones cristianas llamadas genéricamente protestantes, cuyo pendón de lucha se engalana con un apego desmedido por el trabajo, concepto en el cual se pretende esconder la explotación de los vulnerables, que ha terminado de ser etiquetada como una nueva ética.
Adam Smith y con él su larga fila de seguidores deja al Estado el desempeño de las actividades poco lucrativas como los servicios de justicia, fuerza armada, policía, obras públicas de uso social (carreteras, hospitales, acueductos), ciertos ámbitos de la salud y la educación y la acuñación de sus monedas. El Estado tiene una esfera de acción muy restringida, porque primero hay que dejar actuar a “la invisible mano del mercado”, donde “…cada persona debe primero cuidar de sí misma”, en un torneo endiablado donde cada competidor procura dejar atrás a los demás sin sentimiento de culpa alguna.
Las consideraciones económicas, morales y éticas tienen una vecindad mucho mayor de lo que generalmente se cree. El capitalismo es un sistema inmoral que no respeta ningún lindero, ni siquiera los religiosos. La avaricia tiene como pareja inseparable a la codicia que es vista por las iglesias cristianas y por Dante Alighieri [3] como uno de los Siete Pecados Capitales, que siempre anda de la mano con la ira, la envidia y la soberbia. El capitalismo, donde prolifera toda esta cantidad de vicios, es fuente de desigualdades, que conducen a la injusticia y con ello a la violencia.
Los pobres tienen que pagar más por lo mismo que compran los ricos. ¿A cuenta de qué?
El “crack” financiero que ha hecho metástasis en toda la economía del mundo, donde ya nos hemos familiarizado con la palabra recesión, en buena medida es el resultado lógico por la codicia sin medida, que los cínicos atribuyen al descontrol de las “subprimes” que hizo eclosión cuando los menos favorecidos por la fortuna dejaron de pagar las cuotas hipotecarias de las casas que los codiciosos les habían proporcionado a título de propiedad, pero… hipotecada. Un crédito “subprime” es un crédito financiero que tiene el riesgo de no ser pagado, superior a la media del resto de créditos; son de carácter hipotecario; tienen un límite máximo fijado por ley, pero este nunca fue respetado porque podría, en los hechos, ser superado por otros bancos e instituciones financieras. Aquí entraron en juego los codiciosos banqueros y especuladores de toda laya, que comenzaron a “jugar” con esos papeles mediante cesiones de créditos interminables a terceros que tenían como cebo la oferta de hacerse los desentendidos con los intereses.
Para la concesión de un crédito en los EE.UU., los acreedores prefieren a aquellas personas que tengan una evaluación preferente, en este caso superior a los 850 puntos. Estos son los créditos llamados “prime”, que pagan un tipo de interés muy bajo, y con amplias facilidades. Los evaluados entre 650 y 850 puntos se consideran solventes y las tasas de interés están dentro de una escala media. Los que están por debajo de 650 puntos se consideran de alto riesgo: estos son los “subprime”.
Los más pobres, en la práctica, tienen que pagar más intereses, más comisiones y otras exacciones por las mismas casas, que convertían a una modesta operación financiera en una tragedia de proporciones gigantescas, cuyas cuotas a medida que subían las tasas de interés resultaban impagables. Allí está pues el origen de la implosión de esa burbuja que terminó por ceder a la presión.
En los EE.UU. la palabra pobreza tiene color negro. Por eso quienes dejaron de pagar las cuotas de las “subprimes” fueron los negros, seguidos de cerca por los llamados “hispanos”. Es fácil pues encontrar el origen de todos estos problemas en el hecho de que los negros hayan dejado de pagar. Si eso es cierto, creo que encontraron la mejor forma de vengarse por todos los atropellos y vejaciones recibidos a través de los siglos, amén.
Notas
[1] Para saber más sobre la crisis asiática.
[2] Adam Smith: “La riqueza de las Naciones”, Alianza, 1994, página 46)
[2] Dante Alighieri: “La Divina Commedia”, donde se enumeran así: Lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia.