“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

12/1/09

El Fidel aquel ya no volverá

Unas palabras del presidente Chávez han sido recogidas en algunos medios internacionales, como una evidencia del deterioro súbito del estado físico del comandante Fidel Castro, cuando dijo: "El Fidel aquel, el que recorría las calles y pueblos de madrugada con su uniforme y abrazando a la gente, ya no volverá". Treinta meses han pasado desde aquel mes de julio de 2006 cuando se vio precisado a dejar sus obligaciones al frente del Estado cubano. El presidente Chávez también recordó los últimos momentos cuando estuvieron juntos en público, en Argentina: "Nos dimos un abrazo. Qué iba a pensar yo, Dios mío, que era la última vez".

No es de extrañar que un hombre de la edad de Fidel mas de 82 años, que ha tenido una vida agitada, llena de aventuras y desventuras, enfrentando a 10 presidentes de la potencia más poderosa que jamás haya tenido la humanidad, que dirigió una guerra exitosa en Angola, cuyo desenlace victorioso contribuyó enormemente al derrumbe del “apartheid” en Sudáfrica. Es bueno recordar que en aquella época el régimen racista de ese país ejercía el papel que hoy tiene reservado Israel para atacar a su vecinos, contando con la aquiescencia de los EE.UU. La derrota estrepitosa de Sudáfrica y de los Estados Unidos en Angola es una de las hazañas más espectaculares de la historia de África, y el concepto y diseño estratégico de esa batalla fue obra del comandante Fidel, que tuvo su punto de quiebre en la batalla de Cuito Cuanavale :

“El aspecto más importante de la batalla fue su contexto estratégico. Las fuerzas de apartheid y sus patrocinadores en Washington y Londres sabían que si se quebraba la línea de las fuerzas angoleñas y sus aliados cubanos ello suponía una catástrofe no únicamente para el gobierno de Angola sino también para la Revolución Cubana y sus aliados soviéticos comparable con la derrota del Ejército Rojo en Afganistán. Sin embargo, fueron las fuerzas del apartheid y sus aliados en los gobiernos de Ronald Reagan y de Margaret Thatcher quienes fracasaron. No lograron romper las líneas en Cuito Cuanavale. Mientras las fuerzas militares de apartheid se desgastaron allí, fuerzas cubanos y angoleñas, con asesores soviéticos y alemanes, apoyados por tropas del SWAPO (el movimiento de liberación nacional de Namibia), se consolidaron y avanzaron hacia la frontera de Angola con Namibia, territorio ilegalmente ocupado por el régimen de Pretoria. Esta maniobra creó un frente de más de 400 kilómetros, imposible de defender para las fuerzas de apartheid sin enfrentamientos con un costo demasiado alto en vidas y en material. Puso en crisis la política hipócrita del Presidente Reagan y su equipo, entre quienes figuraron Condoleezza Rica y Colin Powell, y forzó al régimen apartheid en Pretoria a negociar el fin de su ocupación ilegal de Namibia. Derrotados estratégicamente, los militares del régimen de apartheid tenían que ceder su poder en el gobierno. Fue un momento clave hacia el fin de apartheid en África del Sur.”

Esto significa que, aparte de lograrse la independencia de Angola y de Namibia, se le asestó un golpe mortal al régimen del “apartheid” y un nuevo orden comenzó a perfilarse en el sur de ese continente. Para ello fue invalorable el aporte de los heroicos combatientes cubanos, que tuvieron que luchar en un contexto verdaderamente difícil, tal como lo señaló  Fidel en un memorable discurso pronunciado en el acto central por el 37º aniversario del asalto al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1991, quien en presencia de Nelson Mandela, expresó:

“No éramos ajenos a la importancia del esfuerzo que allí realizábamos desde 1975 hasta la última hazaña, que fue aceptar el desafío de Cuito Cuanavale, a más distancia que la que hay entre La Habana y Moscú, adonde puede llegarse en 13 horas de vuelo, sin incluir las escalas. Para llegar a Luanda desde La Habana hacen falta de 14 a 15 horas de vuelo, y Cuito Cuanavale estaba allá en un rincón de Angola, en dirección sureste, a más de 1 000 kilómetros de Luanda, allí nuestro país tuvo que aceptar el reto.” Como les contaba el compañero Mandela, en esa acción la Revolución se jugó todo, se jugó su propia existencia, se arriesgó a una batalla en gran escala contra una de las potencias más fuertes de las ubicadas en la zona del Tercer Mundo, contra una de las potencias más ricas, con un importante desarrollo industrial y tecnológico, armada hasta los dientes, a esa distancia de nuestro pequeño país y con nuestros recursos, con nuestras armas. Incluso corrimos el riesgo de debilitar nuestras defensas, y debilitamos nuestras defensas, utilizamos nuestros barcos, única y exclusivamente nuestros barcos y nuestros medios para cambiar esa correlación de fuerzas que hiciera posible el éxito de los combates; porque a tanta distancia no sé si se libró alguna vez alguna guerra entre un país tan pequeño y una potencia como la que poseían los racistas sudafricanos. Todo nos lo jugamos en aquella acción, y no fue la única vez; creo que nos jugamos mucho, mucho, mucho también, cuando en 1975 enviamos nuestras tropas a raíz de la invasión sudafricana a Angola. Allí estuvimos 15 años, repito, tal vez no habría hecho falta tanto tiempo, de acuerdo con nuestro pensamiento, porque de acuerdo con nuestro pensamiento aquel problema lo que había era que resolverlo y, sencillamente, prohibirle a Sudáfrica las invasiones a Angola. Esa era nuestra concepción estratégica: si queremos que haya paz en Angola, si queremos que haya seguridad en Angola, hay que prohibirles a los sudafricanos que hagan invasiones a Angola. Y si queremos impedirles a los sudafricanos, prohibirles que hagan invasiones, hay que reunir las fuerzas y los medios necesarios para impedírselo. Nosotros no teníamos todos los medios, pero esa era nuestra concepción.”

Ese fue uno de los más grandes fracasos del Imperio, y a manos de una pequeña nación-isla, pobre y bloqueada. El otro, fue la lucha del pueblo cubano, bajo la guía de Fidel, para enfrentarse al Imperio yanqui que no pudo derrotar a ese pueblo. Si eso significa algo, es bueno saber que si Fidel, muere, como algún día sucederá, vivió una vida que bien valió la pena. Es por eso que la Brookings Institution, a la que se refiere el diario "La Jornada"  de México, concluye:

“…si uno compara resultados a objetivos declarados, la política estadounidense hacia Cuba podría ser el fracaso más grande en la historia de la política exterior estadounidense. Después de un embargo de casi cinco décadas y varios intentos para aislar y minar el régimen de Castro, Fidel ha entregado el poder a su hermano Raúl. Hoy, Estados Unidos tiene pocas palancas para promover el cambio en Cuba. De hecho, Cuba goza de relaciones normales con virtualmente cada país del mundo más allá de Estados Unidos”.

Como recordó Fidel, en Cuito Cuanavale “… fue donde empezó la crisis; pero alrededor de 40.000 soldados cubanos y angolanos con más de 500 tanques, cientos de cañones y alrededor de 1.000 armas antiaéreas —en su inmensa mayoría armas antiaéreas nuestras que sacamos de aquí— avanzaron en dirección a Namibia, apoyados por nuestra aviación y un aeropuerto de avanzada construido en cuestión de semanas.”  Por eso es que los revolucionarios de esta parte del mundo nos conmovemos por Fidel, por su entrega, por su valentía, por sus extraordinarias dotes de líder. Mas allá de las palabras de Chávez, que tienen una cálida carga emocional, no nos preocupa mucho la salud del comandante, porque, y me perdonan el lugar común, nunca morirá, porque está sembrado en cada molécula viviente de este continente y su herencia se perpetuará a través de los siglos y con ella la epopeya de Cuito Cuanavale.