“Tres pasiones, simples, pero abrumadoramente intensas, han gobernado mi vida: el ansia de amor, la búsqueda del conocimiento y una insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas tres pasiones, como grandes vendavales, me han llevado de acá para allá, por una ruta cambiante, sobre un profundo océano de angustia, hasta el borde mismo de la desesperación” — Bertrand Russell

14/5/13

Muchedumbres y banderas por la paz en Colombia

Ricardo Sánchez Ángel

Especial para La Página
I. El 9 de Abril del año de gracia que transcurre, se convocó a una movilización por la paz y en conmemoración de tan dramático día. Fueron varias jornadas las que conmovieron a Bogotá, Barrancabermeja y toda Colombia en 1948, a raíz del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán.

El referente principal de la paz son los diálogos de La Habana entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la insurgencia armada de las FARC, proceso que avanza con gran expectativa nacional e internacional en medio de dificultades. Se trató con esta manifestación, al igual que con distintos foros temáticos, de participar, de enviar un mensaje explícito a los dialogantes, reclamando el derecho a vivir en PAZ. Ni más ni menos es la convicción de una vasta audiencia nacional y crecerá más aún a medida que la educación e información sobre los temas se intensifique. El mensaje de los manifestantes del 9 de Abril es de estímulo, de optimismo, de luchar por la paz. A esto se suma los pronunciamientos de dialogar de la insurgencia armada del ELN y su propuesta de convención nacional.

La convocatoria inicial a la movilización fue de Marcha Patriótica, que con Poder Ciudadano, mostraron una nutrida presencia de adherentes, organizados y entusiastas. Múltiples movimientos y grupos de distinta condición social, regional y política concurrieron a la movilización. En primer lugar, hay que señalar el papel preponderante de las víctimas de la violencia en esta movilización. La Colombia profunda, la de las regiones y la ruralidad, la de los bosques y ríos, estuvo representada en un paisaje clasista de indígenas, negros, campesinos, pescadores, labriegos, obreros rurales. Pero también núcleos urbanos de trabajadores, con una presencia erguida de MUJERES, de los estudiantes universitarios y otros sectores de la juventud. Cada sector exhibió sus pancartas, sus banderas, sus consignas, sus gritos, disfraces, danzas, representaciones vistosas, máscaras. Además, el teatro callejero de zancos y musagetas. Un rostro carnavalesco a la manifestación.

Las regiones vinieron con su largo pleito a cuestas, visibilizándose, expresando sus deseos de unirse desde la periferia al centro, de abajo hacia arriba. En términos históricos, es el asunto del reordenamiento territorial: federalismo o Estado regional o de autonomía, que se combina con la reforma agraria afroindocampesina[1].

Desde distintos sitios de la capital de la república, las muchedumbres desfilaron hasta la Plaza de Bolívar, que fue llenada varias veces. Cada contingente daba paso al siguiente y así sucesivamente. La movilización tuvo la forma de un inmenso desfile y esta singularidad le dio su dignidad. No fue una marcha del silencio, hubiese podido serlo reeditando la convocada por Gaitán, como al comienzo se planteó. No fue tampoco una manifestación ruidosa, con puños alzados, cerrados. Fue un desfile con paso erguido.

II. En El Tiempo, diario por excelencia de la gran burguesía y el establecimiento político, se convocó en su editorial del 9 de abril a apoyar la marcha, en términos tan significativos como los siguientes: “La invitación, pues, es a sumarse a esa masa crítica de origen ciudadano que fije unas bases indispensables para garantizar la legitimidad de los eventuales acuerdos que puedan alcanzarse en La Habana. Pero, más que esto, es a dejar claro que los colombianos somos capaces de movilizarnos por una causa de cuyo desenlace depende la nación que les quedará a nuestros hijos y nietos. Puesto de otra forma, que somos capaces de marchar, incluso, sobre nuestras diferencias hacia un nuevo objetivo común, que ya empieza a tomar forma”[2].

El gobierno nacional, con el presidente Juan Manuel Santos, apoyó la convocatoria y participó con sus propios rituales. Reunión con discurso a las Fuerzas Militares en el Monumento a los Caídos reafirmando su política de paz y luego la siembra de un árbol (una palmera) junto con el alcalde de Bogotá Gustavo Petro, en homenaje a las víctimas de la violencia.

Sobre la escena política en que se desarrolló la manifestación, gravitó el propósito de lograr que el visto bueno a la negociación en La Habana, y la exigencia de la paz como conquista democrática, refrendara el apoyo a la reelección del presidente Juan Manuel Santos. El que esto fracasara, es un síntoma de la noble conciencia de los manifestantes. Lo que vino con la propuesta de que se ampliase el período presidencial por dos años más, para el actual mandatario, fue una comedia de equivocaciones, con el Presidente de la República dando palos de ciego.

El Distrito Capital apoyó la marcha y le dio su propio sentido. Enfatizó la defensa de lo público y la democracia. El discurso del alcalde se centró en su persona, en su familia, dejando el sabor de una escenificación de su protagonismo caudillista. Como dice Mauricio Archila: “Así todos aportaron su cuota de particularismo legitimado bajo el discurso del bien común. A esos intereses particulares, no necesariamente mezquinos, la opinión pública no les hizo mucho caso”[3].

III. Sobre las valoraciones cuantitativas de la movilización, se han dado diferentes cifras, que incluyen el cálculo de un millón de personas presentado por Alfredo Molano[4]. Mientras no haya un estimativo técnicamente elaborado, prefiero aplicar el criterio del justo medio: una cifra alrededor de 500 mil personas. Un número bastante grande y significativo, que estimula el optimismo por la paz.

Nuestro admirado maestro Hector Osuna, que oficia también de columnista en El Espectador con el seudónimo de “Lorenzo Madrigal”, ha escrito que no se logró el objetivo de llenar la plaza[5]. En forma deliciosa, ironiza sobre la participación e incluso afirma: “Si la gente se desplaza para votar, hablamos de trasteo de votos; si la traen de otras localidades a desfilar en Bogotá, llamémoslo trasteo de marchas. Sólo en un 16%, los capitalinos respondieron haber marchado (Datexto, para la W)”. Lorenzo Madrigal me despertó la curiosidad de transformar en cifras el porcentaje de participación de bogotanos en la manifestación. Así, considerando que la población de Bogotá corresponde a 7.363.782 para el año 2010[6], el 16% equivaldría a 1.178.205 ciudadanos. Hoy en día la cifra sería mayor. Como yo reverencio al maestro Osuna, estoy tentado de acoger sus datos.   

La Marcha Patriótica mostró reflejos adecuados al convocar la movilización, cambió de enfoque sobre la coyuntura política, dando nuevos brios a los deseos por la paz. Esto es satisfactorio en grado sumo, dado el acto fallido de Marcha de haber convocado en el mes de octubre del año pasado a un paro cívico nacional que no se realizó, y produjo el natural desconcierto. Del vanguardismo a las masas, buena rectificación.

Una movilización de estas dimensiones es al mismo tiempo una instantánea de la vida cotidiana de sus participantes, y resulta del mayor interés la observación de la forma como ocupaban las calles y los andenes para sentarse a descansar, los puestos colectivos de refrigerios y de alimentación, la red organizativa. En la crónica fotográfica de Margarita Bernal, Bocados y antojos de la marcha,  se da un registro de los siguientes manjares: alegrías, sandías, café con leche, canelazo, chicharrón con arepa, chontaduro, chorizo antioqueño, papas chips y churros, coco fresco, agua de coco y coco carmelizado, cucas, gelatina de pata y jugo de guanábana, mazorcas, pinchos de carne, huevos de chocolate, jugo de mandarina, mangostinos, patacones, chicharrón, dulces y obleas, mango biche, queso y bocadillo, uvas chilenas, maíz pira, peras, agua y hasta un chef[7].

Se opusieron a la marcha: de un lado, la ultraderecha del expresidente Álvaro Uribe, que busca sabotear los diálogos. Del otro, el Polo Democrático, que tuvo una postura equivocada y sectaria, estigmatizó a los que se movilizaron, señalando que esto significaba apoyar la reelección del presidente Santos. Como lo escribimos antes, los miles de manifestantes lo hicieron con el principio ético de adiós a la guerra y por una paz duradera.

A lo que estamos asistiendo es a la exigencia de la paz por parte de una vasta audiencia, no solo a la subversión guerrillera, sino al Estado y al gobierno nacional.

Notas

[1] Ver: Sánchez, Ricardo. Estado y planeación en Colombia. Bogotá: La Rosa Roja, 1984. Fals Borda, Orlando. La insurgencia de las provincias. Hacia un nuevo ordenamiento territorial para Colombia. Bogotá: Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales Universidad Nacional de Colombia/Siglo Veintiuno editores, 1988. Fals Borda, Orlando. Región e Historia. Elementos sobre ordenamiento y equilibrio regional en Colombia. Bogotá: Tercer Mundo editores/ Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales Universidad Nacional de Colombia, 1996.   
[2] Editorial: Una marcha, un mensaje. El Tiempo, Abril 9 de  2013. http://www.eltiempo.com/opinion/editoriales/una-marcha-un-mensaje-editorial-el-tiempo_12732118-4
[3] Archila, Mauricio. La marcha del 9 de abril. Pelando la cebolla. En: Razón Pública. Abril 14 de 2013. http://www.razonpublica.com/index.php/politica-y-gobierno-temas-27/3673-la-marcha-del-9-de-abrilpelando-la-cebolla.html
[4] Molano, Alfredo. La gran manifestación. En: El Espectador, Abril 14 de 2013.
[5] Madrigal, Lorenzo. El lleno de Plaza. En: El Espectador,  Abril 14 de 2013.
[6] Fuente: DANE, “Boletín Censo General 2005. Perfil Bogotá”.  http://www.dane.gov.co/files/censo2005/PERFIL_PDF_CG2005/11000T7T000.PDF
[7] Bernal, Margarita. Bocados y antojos de la marcha. Abril 9 de 2013.  http://www.elcondimentariodemargarita.com/2013/04/bocados-y-antojos-de-la-marcha/. Igualmente: Camacho, Hernán. 9 de abril de 2013. Las alpargatas echaron a andar. En: VOZ. La verdad del pueblo. Edición 2684, semana del 17 al 23 de abril de 2013. pp. 8-9. 

Ricardo Sánchez Ángel es doctor en historia y Profesor de la Universidad Nacional de Colombia